Alunizaje - Marian Muñoz

                                       
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El astronauta retornaba al hogar tras un duro día de entrenamientos. Mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde, hizo un cálculo aproximado de los días que le quedaban para lograr pisar la luna. Esa luna con la que desde niño había soñado y motivo por el cual siempre se había esforzado en los estudios. Quería ser una lumbrera para que la NASA no dudara ni un segundo, y aceptaran su solicitud de formar parte en el equipo cuya misión era construir una base lunar.
El calor o el frío que allá arriba hiciese no restaban ápice a su determinación de conseguir su sueño infantil, que por fin se haría realidad.
Ensimismado en sus pensamientos, no se percató del cambio de color en el semáforo, y al tener la ventanilla bajada, oyó claramente como alguien gritaba ¡capullo muévete!
El grito le sacó de sus pensamientos, volviendo a prestar atención en la conducción.
Un nuevo semáforo le obligó a parar frente al teatro local, donde una marea humana era engullida en su interior. Miró el reloj del salpicadero, justo la hora de entrada al espectáculo estrella de esa temporada, Ninet y un señor de Murcia.
Sólo unos segundos mantuvo esos pensamientos, y prosiguió con el cálculo de lo poco que le quedaba para lograr su sueño.
Esta vez sí miraba de reojo las luces del semáforo, no era agradable que le insultaran, sobre todo con razón.
Al tornar el rojo en ámbar, pisó el embrague con la intención de poner la primera marcha en cuanto viera el verde de la luz, menos mal que no lo hizo antes de tiempo, porque ante él cruzó una furgoneta a toda velocidad, acabando empotrada en una luna lateral del teatro y atropellando a varias personas que se dirigían a su interior.
El astronauta echó el freno de mano al coche, quitó la llave del contacto apagando el motor, y saliendo a la carrera del vehículo, se acercó a socorrer a las personas accidentadas, no sin antes haber dado la voz de alarma a emergencias.
Aquella marea humana que antes alegre intentaba llegar cuanto antes al teatro, salió a la carrera, huyendo despavorida y llena de pánico.
Sin embargo nuestro amigo, que día y noche sueña con pisar la luna pero que no está en ella, se volcó en ayudar y salvar de la mejor forma que sabía a las personas heridas.
Una de las fases de entrenamiento es cómo reaccionar ante situaciones de emergencia, y él había prestado gran atención a ese apartado.
Al día siguiente los medios informativos se volcaron en resaltar su actuación de héroe, y hasta le premiaron con una condecoración, la lástima fue que el homenaje coincidía con la fecha de su lanzamiento al espacio, y en ningún momento dudó cual era su prioridad, la luna le esperaba, por lo que declinó la asistencia, pareciéndole mal al político de turno, que intentó apearle del proyecto para poder asistir al agasajo.
Los mandos de la NASA son científicos, y en todo momento dieron preferencia a la preparación del astronauta al querer cumplir su sueño, que a las manipulaciones de un político efímero, pues si seguía por esos derroteros, en poco tiempo acabaría en la trena.
















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