Mi abuelita y el lobo - Gloria Losada




    Mi abuela siempre fue muy excéntrica. Se quedó viuda muy joven y vivía en una casa cerca de la playa. Todas las mañanas salía a recoger conchas, con las que después hacía objetos que vendía en el mercado o por internet. A mi me gustaba ayudarla, así que muchas mañanas acudía a su encuentro y nos pasábamos horas en la playa. Un día me dijo:
   -Dile a tu madre que por fin ayer por la tarde vino a verme el lobo.
   No le di réplica, pensé que se le estaba yendo la cabeza y por supuesto no le dije nada a mi madre. Pero comenzó a hablarme del lobo con relativa frecuencia, contándome tremendas tonterías, que si habían quedado para un café, que si la había invitado al cine…
   Comencé a preocuparme, pero antes de decírselo a mi madre, quise averiguar. Una tarde me presenté de improviso en su casa. Un señor muy apuesto merendaba con ella en el jardín.
    -Pasa, Jazmín, pasa – me dijo muy contenta – Te presento a Ricardo Lobo Fernández, un buen amigo.
   Respiré aliviada, la abuela no estaba loca, simplemente se había echado novio.




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