La lluvia entró por la chimenea como un baile de
estrellas, inundando el salón y los trajes de fiesta.
Las principiantes sollozaban mientras veían marchitarse sus vestidos
blancos y sus elaborados peinados. Presurosas, corrieron a los brazos
de sus poderosos padres para que ordenaran ahuyentar a la lluvia.
Ésta, ofendida por tan mal recibimiento, liberó toda su fuerza,
arrastrándolos a su regazo. Los medios de comunicación hablaron de
quinientos ochenta muertos. Para la lluvia eran quinientos ochenta
nuevos danzantes en su reino.
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