Olor a ajo - Gloria Losada





     Cuando mi hermana hizo su Primera Comunión, mamá se empeñó en que celebráramos el convite en casa. No íbamos a ser mucho invitados, era verano y el jardín era el  lugar perfecto para la reunión. Contrató a una cocinera para que se ocupara de las viandas. Llegó el día anterior. Un mujer de color, enorme, con cara de pocos amigos, taciturna… vamos, un encanto. Me llamó la atención su peluca rubia platino que contrastaba sobremanera con el color de su piel. Tenía obsesión con el ajo. Cada vez que yo entraba en la cocina me miraba de forma atravesada mientras le daba con energía al almirez machacando ajos. Curiosamente la comida estaba buena, ni rastro del ajo. Cuando se fue pronunció una frase inquietante mientras me miraba desde el fondo de la negrura de sus ojos: “Aquí hay malas vibraciones”. Y después aquel olor a ajo que comenzó a extenderse por toda la casa… Mamá no conseguía quitarlo con nada, ni ambientadores hiper potentes, ni remedios caseros aparentemente infalibles… Hasta que descubrió la razón. El ajo que machacaba la cocinera estaba esparcido por toda la casa, escondido en las esquinas. El olor duró hasta mucho después de limpiarlo. Supongo que lo haría para ahuyentar las malas vibraciones. Y creo que dio resultado porque la vida sigue como antes. Yo por si caso ya me he hecho con unas cuantas cabezas de ajo.









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