Cosas de abuelos - Marga Pérez


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-Abuela, abuela, porfi abuela, cuéntame un cuento.

Me llamo Alvaro y de pequeño era incansable. Cada noche buscaba a mi abuela para llenar ese espacio vacío entre el acostarme y el dormir.
Mi abuela se las veía y se las deseaba para llegar a satisfacer mi inmensa curiosidad porque los cuentos me los sabía de memoria y los inventados por ella cada vez me gustaban más.
Si mi abuela hacía ademán de coger un libro de la estantería, replicaba:
-No, de esos no, abu, cuéntame uno de los tuyos.
Ella que estaba haciendo un curso de historia buscaba inspiración, no sabía muy bien donde. Respiraba hondo, se armaba de paciencia, se metía en el papel y tras un silencio cargado de misterio empezaba con voz siempre diferente a la suya...
Hace muuucho, muuucho tiempo. Tanto, que todavía no estaba la tierra como ahora, ni había animales, ni personas, ni el día y la noche, todo era oscuridad...pero ya existían los dioses, porque siempre han estado ahí, ¿sabes? aunque no los veamos.
Muchos relatos empezaban así y a mi me despistaba
- ¿Me vas a contar lo de Adán y Eva ? Interrumpía yo. -Ya me lo se, abu.
- Noooo... ¡esto fue mucho antes! Ya te dije que todavía no había nadie. ¡Escucha!
Sólo había oscuridad, desorden, frío, vacío...como cuando apagamos la luz para dormir. Bueno, igual no porque tu estás metido en la cama calentito, pero... imagínate que no tuvieses la cama, ni la ropa, ni la casa...
-¿Como si estuviese sólo en un bosque? Le preguntaba a mi abuela con los ojos como platos.
-¡Eso Alvaro!... Pues... en esa oscuridad vivían varios dioses que se aburrían mucho. No tenían nada con que jugar, ni televisión, ni colegio, ni cuentos, ni columpios...
-¿Tampoco tenían abuela? Interrumpia yo nuevamente.
-No, tampoco, porque si tuviesen abuela ya todo sería de otra manera...
Antes que mi abuela me dejase interrumpir, prosiguió:
-Bueno... pues, como no tenían nada, tuvieron que utilizar la imaginación para entretenerse y, como eran dioses, todo lo que imaginaban aparecía.
-¿Aparecía...Eran magos? Quería saber yo
-No, cielo. Eran dioses y podían hacer lo que quisieran.
- ¿Y por qué se aburrían si podían hacer lo que quisieran? yo cuando no me quiero aburrir no me aburro
- A ver... chavalin...¿quieres que te cuente el cuento o quieres dormir?
-Es que no entiendo nada a esos dioses, abu ¿Se llamaban así, dioses...o tenían cada uno su nombre?
-Alvaro, estoy empezando el cuento y, si me interrumpes cada poco, se me va el santo al cielo.
-¿Qué santo, abu? ¿el abuelo de Fran?
-¿Qué dices...?
- Me dijo mamá que el abuelo de Fran se fue al cielo porque era un santo. ¿No lo sabías? -Me crecía ante la ignorancia de mi abuela.
-Ya, ya lo se... Era un hombre maravilloso ¿verdad, chiqui?
Yo me callaba, miraba a mi abuela con tristeza y veía al abuelo de Fran cogido de mi mano camino del parque .
Cada tarde, al salir del colegio, su abuelo iba a recogernos a los dos. Juntos en el parque jugábamos...
Sin decir nada, permitía que ese recuerdo se transformase en llanto y me acurrucaba en su regazo mientras mi abuela me abrazaba dulcemente.
Enseguida me quedaba dormido. Ella me metía en la cama. Sin hacer ruido salía de la habitación y se enfrascaba en sus estudios hasta bien entrada la noche.
A la mañana siguiente, lo primero que hacía yo al levantarme era ir a despertarla, con el cuento de la noche anterior rondándome la cabeza...
-Abu, levántate, los dioses ya están despiertos y tu todavía en la cama
Mi abuela esbozaba una dulce sonrisa y me abrazaba. Daba media vuelta y seguía durmiendo mientras yo me preparaba bajo la atenta mirada de mamá.
Al mediodía todos llegábamos a la vez: papá, mamá y yo. Cada día el olor de comida y mi abuela, nos daban la bienvenida... pero ese lunes no había ni abuela ni olor a comida. La casa estaba en silencio y todo tal cual lo habíamos dejado al marchar.
-Abuela, abu...¿dónde estás? Gritaba yo recorriendo la casa.
Al llegar a su dormitorio mi madre ya salía. Me cerró el paso con lágrimas en los ojos mientras papá me cogía en brazos para que no la viese.Tiempo después me enteré que mi abuela estaba en la misma posición que la había dejado por la mañana . Con la misma sonrisa con que me había despedido... ¡Cuanto la eché de menos!...
... ... ... ... ... ... Por ese entonces todavía pensaba que eso de la muerte súbita era un camelo. Que todas las muertes sobrevenían sin estar preparados, sin avisarnos... era aún muy joven...
Han pasado muchos años y ahora soy yo el abuelo. Hoy mi nieto Nicolás, por primera vez, me pidió que le contase un cuento antes de dormir . Saqué del baul de los recuerdos el libro que escribí con los cuentos de la abuela, y otros muchos que a lo largo de los años fueron llenando noches y noches de añoranza. Sentí, cambiando la voz, lo que mi abuela debió sentir escenificando los suyos y me emocioné...
Ya en la cama, cansado, buscando el calor de las sábanas entre las nebulosas del sueño, vienen a mi mente los versos de Miquel Martí:
He heredado la esperanza de los abuelos
y la paciencia de los padres.
Y de los dos, las palabras
de las cuales ahora me sirvo
para hablaros...
...
Hasta mañana Nico, me encanta ser tu abuelo.






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