Confusión - Gloria Losada




Comencé a trabajar en la fábrica de encurtidos del pueblo muy jovencita, apenas cumplidos los dieciséis. Yo era un poco estúpida y muy inocente. Los patronos nos trataban fatal, todo el día pendientes de que estuviéramos en nuestros puestos de trabajo sin darnos tiempo casi ni para ir al baño. Por eso el día que la encargada de la oficina me mandó llevar la lista del pedido de material al jefe casi no me podía creer lo que estaba leyendo. Entre bolígrafos, papel, ficheros y demás enseres de oficina pedían también seis tampones. Que se ocuparan de la higiene femenina era toda una deferencia por su parte y con tampones nada menos, cuando en el pueblo había algunas que todavía usaba paños higiénicos, que de higiénicos no tenían nada.
El día que la encargada me ordenó llevar la caja con los tampones que acababan de llegar a la oficina, vi el cielo abierto. Me acababa de venir la regla y no tenía nada que ponerme. Huelga decir que aquellos tampones tampoco me sirvieron para mucho.





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