El
autor de la obra era un petardo, y el director, todavía más. Nada
de decorados minimalistas. El escenario
tenía que llenarse del suficiente atrezzo como para dar a las
escenas visos de completa realidad. Dos armarios, tres sofás, cuatro
mesas, siete sillas, una cama, dos espejos y un reloj de cuco. Apenas
espacio para moverse. El escenario se hundió y no hubo estreno. Hay
cosas que no se le ocurren ni al que asó la manteca.
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