A mamá no le gustaba el vino - Marga Pérez



Relato inspirado en la fotografía



Esta es la historia de un vino. Uno muy especial. Nuestro gran reserva. Vigoroso, perfumado, lleno, carnoso, espeso y a la vez elegante. De una vendimia de gran calidad . De uvas de Tempranillo y Graciano. De una zona de menos de cuatro hectáreas. De cepas viejas . Rojo rubí, muy brillante, con reflejos color teja... la ficha técnica así lo describe.
Si yo tuviera que definirlo diría que es cojonudo. Es el mejor vino que salió de nuestra bodega: VIDETÓ, que nos hizo famosos en el mundo entero.
Mi abuelo Vicente, con sus hermanos Demetrio y Tomás, fueron los artífices de este emporio . Mi padre lo heredó al morir mi abuelo y no tener descendientes ninguno de sus hermanos. Bueno, lo heredó mi madre, pero a ella no le gustaba el vino. Y, sin ser un lince, descubrí que tampoco le gustaba mi padre.
¿Que por qué digo esto? pues porque con el tiempo supe que el divorcio tan civilizado que nos habían vendido en su momento, y esa vocación oculta de mi madre de convertirse en criadora de ovejas en Nueva Zelanda, no dejaban de ser mentiras piadosas . Si, mentiras, para que no sufriéramos . La verdad es que nuestra madre se había fugado con el enólogo, o lo pensaban todos..Y eso que a mamá no le gustaba el vino... Papá nunca nos habló de ello.
Desde que él se hizo cargo de la bodega ya no hubo más enólogos. Papá se preparó a conciencia y se ocupó personalmente de todo el proceso. En especial del gran reserva, al que bautizó con el nombre de "Cojón de grillo". ¡Cosas de mi padre!
"Cojón de grillo" fue su juguete preferido, su niño mimado. Le dedicaba a él más horas que a ninguno de nosotros. Desde el inicio del proceso, en la maceración y fermentación alcohólica, el estuvo a su lado. Día y noche. Sin quitarle ojo.
Que se iniciase este vino coincidiendo con la fuga de mamá y su amante tuvo mucho que ver con este comportamiento. Todos lo entendimos así y así lo aceptamos. Papá necesitaba una válvula de escape y "Cojón de grillo" se la proporcionaba.
Lo que yo ya no entendí fue su dedicación una vez que el vino pasó a las barricas. Los trabajos de trasiego y clarificación no eran diarios. Se realizaban a lo largo del tiempo de envejecimiento... y papá seguía ahí. Cada día. Comprobaba la temperatura de la nave. Tocaba cada barrica. Se sentaba entre ellas. No hacía nada que el vino necesitase.
Si lo pillábamos sin ocupación, disimulaba escribiendo en sus papeles y enseguida encontraba algo que hacer en otra parte donde su atención era más necesaria.
Nuestro vino estrella siguió pacientemente su proceso de maduración. Estuvo cincuenta y cuatro meses en barrica de roble francés y sesenta en botella. Papá a su lado. Todos los meses giraba cada barrica de 220 litros. Noventa grados. Ni uno más ni uno menos. El solo. Nunca dejó que le ayudásemos. No veíamos el momento en que lo embotellase. Cuatro años y medio en barrica ¡como para que no saliese bueno este cojón! Le costó mucho sacarlo de la madera. Se resistía. Se había acostumbrado a su rutina y, cambiarla... fue duro, pero papá siguió también a su lado. Siguió girándolo. Ahora con una sola mano. Noventa grados. Durante sesenta meses. Cinco años más. Un record de maduración para nuestra bodega.

En todo este proceso la policía nos visitó varias veces . Buscaban al enólogo que se había fugado con nuestra madre. A su familia no les cuadraban los datos. Ni lo veían de criador de ovejas en Nueva Zelanda ni había compañía aérea que hubiese vendido un billete a su nombre. Tenía que seguir aquí y, como no había ni un solo movimiento en sus cuentas, muerto.

Nos interrogaron a todos. A mi hermano y a mi las primeras veces no, éramos menores. Volvieron otras con sendas órdenes judiciales dispuestos a encontrar algo. Buscaron y buscaron. No había nada. Ningún indicio que motivase alguna teoría para dar con el.
A los cuatro años, más o menos, dejaron de molestarnos. Empezaron a seguir otra línea de investigación y quedamos al margen.
Nuestro "Cojón de grillo" salió al mercado español a los diez años. Lo colocamos en varios restaurantes exclusivos. Le pusimos un precio abusivo y se hizo famoso casi sin ningún gasto de publicidad .
La verdad es que es un gran vino, hay que reconocerlo. No hubo restaurante de lujo que no lo ofreciese. Alguno incluso dejó de serlo al no tener "Cojón de grillo" entre sus caldos. Nos vendimos a los mejores postores. Teníamos que aprovechar la fama. Rentabilizar tantos años de dedicación.
Lo vendimos todo y nos hicimos de oro. Videtó subió como la espuma. "Cojón de grillo" pasó a ser un gran reserva con vocación de permanencia. Y...estoy convencido que hubiese permanecido si no hubiese sido por el luctuoso suceso que lo catapultó, definitivamente, al estrellato. Más allá de nuestras fronteras. Llegó a conocerse en Europa. América, del norte y del sur. Paises árabes y Nueva Zelanda... sin llegar si quiera a saborearlo.
El hecho fue que un jeque árabe de vacaciones en la costa del sol, recibió "Cojón de grillo" como presente de bienvenida a su hotel. Buen conocedor del rito dio un sorbo, impregnó toda su boca con el caldo, varias veces antes de tragarlo y... notó algo en el proceso que le sorprendió : un trozo de uña. Fue el veredicto de la policía que analizó el cuerpo extraño que enseguida les hicieron llegar.
El insólito suceso saltó a la prensa, ávida de noticias veraniegas, y de aquí a la policía científica que volvió a personarse en Videtó.
Lo demás ya lo sabéis por los medios de comunicación. No dejaron de hablar de ello en varios meses. Sólo puntualizar que mi padre no metió los dos cuerpos en el depósito de vino, como algunos dijeron. Sólo la mano derecha de mi madre y los cojones del enólogo. Nunca nos dijo por qué, pero... puedo intuirlo.
A pesar de convertirse en el vino más famoso del mundo nuestra bodega se vino abajo. Una pena, "Cojón de grillo" no deja de ser un gran vino.





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