El
coordinador del taller de creatividad nos sugirió tema para la
próxima clase, supuse que era una broma, no podía ser que algo que
tanto odiaba, como las rebajas, tuviera que crear una exposición y
plantearla ante los compañeros del curso.
Desde
bien pequeña me han producido aversión, ya que mi abuela era la
famosa señora que todos los siete de enero, madrugaba para entrar la
primera por la puerta de unos famosos grandes almacenes. Salía en
la televisión, le hacían un par de preguntas con su momento de
gloria, y luego se peleaba a brazo partido por encontrar esa chaqueta
o esa falda que yo necesitaba. Lo malo era que siempre teníamos que
cambiar la prenda de ropa rebajada, pues no tenía ni idea de mis
medidas porque jamás nos visitaba.
Como
el curso resultaba interesante, intenté superar mi fobia y comencé
a investigar por internet quien había sido la inoportuna persona que
creó dicha moda, cuáles fueron las circunstancias y demás
cuestiones que me pudieran valer para mi trabajo. Enfrascada como
estaba en el tema, tropecé con un artículo, de hacía tiempo, del
periódico local, en el que bajo el tema de las rebajas hablaba de la
oveja molona.
La
cuestión era la siguiente: Coincidiendo
con el octavo cumpleaños de Rosita nació una oveja, que su padre le
regaló. Andaban tan escasos de dinero, que aprovechó la
circunstancia y convirtió aquel parto en un bonito presente. Aunque
la niña veía a diario cientos de ellas en la granja donde vivía,
aquel regalo le pareció el mejor del mundo, por fin podría tener
una amiguita, ya que el pueblo distaba dos horas de camino hasta su
casa, y sólo compartía juegos y risas en las jornadas escolares.
El resto del tiempo vagaba sola por el campo, debido a que sus padres
siempre tenían mucho trabajo.
Rosita
se ocupó del pequeño animal, al principio lo alimentaba con
biberones y poco a poco fue introduciendo el pasto normal. Entre
juegos y cuidados, se empeñó en que su mascota hablara, y no hacía
más que repetirle: “Di sí, di sí, di sí” y con ese nombre se
quedó, Disí. Su vocación, por aquel entonces, era ser profesora,
y en la pared de su habitación escribía con tiza las vocales, luego
las consonantes, y después comenzó a formar palabras y frases,
teniendo como alumna aventajada a la ovejita, era tan aplicada que ni
le rechistaba. Ella insistía, di sí, di sí, di sí, pero
invariablemente su respuesta era Beeeee.
Disi
lucía al cuello un gran lazo rosa en el que estaba escrito su
nombre, era la más alegre y molona de todo el rebaño, al que
visitaba mientras su amita permanecía en la escuela. En cuanto la
niña volvía, las dos se volvían inseparables, ni siquiera para
dormir.
Al
cabo de unos meses, llegó el momento de la trashumancia, todo estaba
preparado, iba a durar tres días el recorrido hasta los pastos de
invierno, pues las nevadas se veían inminentes. Los pastores
ayudados de sus perros recogieron el ganado y tras un torpe arranque,
comenzó el viaje. Nadie se dio cuenta que Disi, entusiasmada y
contenta, iba con todos ellos.
La
primera jornada cruzaron un valle con ciertas zonas enfangadas, pero
a nuestra pequeña amiga no le molestó. En la siguiente atravesaron
un pequeño pueblo justo por su calle mayor, y al pasar cerca de un
escaparate, Disi vio su reflejo en el mismo. Nunca se había
contemplado tal cual era, creía que su imagen se parecía más a la
de Rosita. Las clases impartidas por la niña valieron para que el
pequeño animal reflexionara sobre su existencia. Poco duró esa
introspección, ya que en dicho comercio había un letrero bien
grande que decía REBAJAS.
Consiguió leerlo, y justo al lado del letrero un jersey bien bonito
y colorido lucía la siguiente nota: PURA
LANA DE OVEJA VIRGEN.
El
mastín se acercó cuidadosamente a Disi para que siguiera camino,
sabía de sobra que debía respetarla como si de su amita se tratara.
Se alejaron del escaparate y tras viajar las tres jornadas, lograron
pasar el invierno en pastos lejanos a su granja. En ellos la mascota
se comportó tal y como lo hacían los demás, comían, bebían y
descansaban, pudo contemplar como algunas compañeras parían y como
otras ya no volvían, tras darles caza alguno de los pastores. En
ese tiempo dejó de reflexionar sobre el cartel del comercio,
consiguiendo aborregarse.
Al
cabo de unos meses, emprendían viaje de vuelta a las tierras altas
de donde pertenecían. Nuevamente al pasar por delante del comercio,
pudo contemplar su reflejo en el cristal, ahora era más grande y su
lana más abundante. Leyó con algo de dificultad el mismo letrero
de REBAJAS,
fijándose en el bonito jersey, sobre él seguía poniendo PURA
LANA DE OVEJA VIRGEN.
Deseaba
que su lana sirviera para hacer un jersey bien lindo, así que
decidió ser virgen para poder lograrlo. Cuando llegaron a la
granja, Disi corrió hacia la casa en busca de Rosita, quien al verla
lloró de alegría al haberla echado en falta. Entusiasmada comenzó
a gritar ¡Disi, Disi! De la boca de la oveja se oyó un ligero
siseo, que su amita interpretó como un sí.
Cuando
llegaron los esquiladores, Rosita les pidió toda la lana de Disi,
porque quería hacerse un jersey para el invierno. Su abuela le
había enseñado a hilar, lavar, teñir y tejer la lana,
confeccionando la prenda más bonita de todo el pueblo. El animal
andaba ufano a más no poder. Seguía juntándose con el rebaño,
hasta que un día un carnero se acercó por detrás para montarla,
era algo tan inesperado que salió corriendo muerta de miedo,
acabando en la charca de los cerdos. Tras lavarla a fondo, nadie
logró entender el motivo de que allí se cayera, y siguieron a lo
suyo.
Disi
quería seguir siendo virgen, para que su lana fuese la más bonita
de todas. Como estaba muy bien enseñada, reflexionando llegó a la
conclusión que debía encontrar la forma de librarse de la monta de
un macho. No se le ocurrió nada mejor que en cuanto notaba las dos
patas encima, pegaba un gran salto en el aire, asustando al carnero
que salía pitando. Los pastores al contemplar continuamente la
escena, se partían de risa. El asunto llegó a oídos de los
vecinos y hasta la noticia viajó a la ciudad. Periodistas, cámaras
de televisión, todos querían contemplar y plasmar el salto de la
que comenzaron a llamar, la
oveja molona.
Durante
algún tiempo Disi continuó con sus rechazos, y cuando se olía que
iban a viajar, se escondía en casa bien quieta, para permanecer con
su querida ama. La vida parecía transcurrir plácidamente, hasta
que un día, concentrada bebiendo agua del abrevadero, un macho joven
se acercó por detrás sin que se diera cuenta de sus movimientos,
tan suaves fueron, que cuando lo notó ya no podía saltar. Se quedó
muy quieta, con dolor al principio, pero pronto pasó, notando un
cosquilleo agradable que por desgracia poco duró.
Tan
grato le pareció el encuentro, que pensó en repetir, moviendo
alegremente su culito, atrajo a otro macho hacia sí. Esta vez pudo
disfrutar del encuentro con una electrizante sensación, y una vez
que hubo terminado, comenzó a reflexionar: Lo de las rebajas y la
ropita linda está muy bien, pero el gustirrínin que me da el
cordero es aún mayor, así que lo de ser virgen, se acabó.
Sin
darse cuenta Disi comenzó a engordar, su amita que no estaba al
tanto, la puso a correr y a dieta para bajar peso, hasta que su
abuelo le informó que su mascota estaba preñada.
Una
linda ovejita parió, estaba muy contenta y orgullosa de lo
fantástico que era ser madre. Tras darle de mamar el calostro, se
la confió a Rosita y saltando alegremente, se dirigió en pos del
rebaño para trotar y cantar con sus amigas las ovejas normales,
dejándose querer por aquel joven macho que tan gratas sensaciones le
descubrió.
Por
aquel entonces la vocación de Rosita ya no era ser profesora, ahora
quería ser astronauta, y su abuelo le había construido una tirolina
que iba desde el tejado del pajar hasta el árbol de la entrada a la
granja. Siempre se tiraba en compañía de su nueva amiga, Luna, que
terminaba mareada porque tenía vértigo a las alturas.
Cuando
finalicé la exposición de mis averiguaciones, el coordinador me
echó la bronca, pues el tema principal era la oveja y no las
rebajas. Pero le contesté que prefería mil veces el placer de un
buen polvo a pelearme a brazo partido por una prenda de marca.
Me
citó en su despacho, veremos en qué acaba.
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