La muerte negra - Esperanza Tirado

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Cuando despertó se encontró dentro de una bolsa y sintió frío. Quiso gritar pero su boca estaba tapada. Inspiró por la nariz, despacio, varias veces, hasta que consiguió calmarse.

Sus manos estaban sujetas por cinta aislante. Pero con unos pocos movimientos corporales consiguió despegarlas. El pilates servía para algo más que para mantener recta la postura.

Con sus manos liberadas tocó su boca. La abrió y la cerró varias veces. Gritó de dolor.

Palpó la bolsa, de material plástico fuerte, hasta que encontró una rendija. Metió una uña, después un dedo, después una mano. Y consiguió abrir un boquete por el que su cabeza buscó aire, como cuando un pez boquea fuera del agua.

Salió de la bolsa, se puso de pie y se tocó varias veces por todo el cuerpo.

Estoy bien, no estoy herida. Puedo moverme. No hay nada roto.

Tras la primera buena noticia llegó una segunda cuestión.

¿Dónde estaba?

Recordaba haberse despertado en casa, apresurada. Desayunó con nervios. Se vistió y recogió el cartapacio con sus fotos nuevas. Estaba ilusionada. Sería su gran paso. Un escalón más y llegaría al nivel de las tops más grandes.

Con sus fotos y su ilusión de principiante salió a la calle en busca de la boca del metro. Recordaba una bocanada de calor que le recibió bajando. Después todo se volvió oscuro.

Miró de nuevo alrededor. En un primer momento no reconoció el lugar. No era la estación del metro. No era ningún sitio en el que hubiera estado antes. Su cartapacio no estaba. Notaba un sabor extraño, como metálico en la boca.

Su móvil, del que no se despegaba ni para dormir, no estaba.

Me lo han robado, fue su siguiente pensamiento. Me han robado el book con mis fotos. Pero estoy viva. Mi melena está perfecta. Ya se solucionará todo.
Ahora tengo que buscar una cabina o algún local para que me dejen llamar y que vengan a buscarme.
Pero ¿Dónde estoy?

Echó un vistazo por la estancia. Parecía una fábrica en la que no se había trabajado hacía mucho mucho tiempo. Había ganchos sujetos de cables mohosos y poco seguros. Olía extraño, a una mezcla de humedad, orín y como a carne en mal estado.

Recordó aquel documental sobre la rehabilitación de la zona industrial. Y una bombilla se le encendió. Era el antiguo matadero, cerrado desde hacía décadas, en el que el ayuntamiento invertiría un presupuesto imposible para su recuperación para la ciudad. Y recordó haber pensado que sería un buen sitio para los nuevos creadores, un espacio amplio para dar a conocer sus colecciones.

Tengo que avisar a la agencia de que estoy aquí. Si no, me sustituirán por Clare, y esa zorra no se merece desfilar en Nueva York. He trabajado muy duro para que me quiten mi puesto. Y mi trabajo me ha costado este pelazo fantástico.

Mientras echaba pestes sobre sus compañeras de desfiles y fatigas buscaba una salida. Aquello era un laberinto de salas llenas de maquinaria y herramientas. Se estremeció, imaginando el dolor y los ruidos de aquellos animales destinados a morir sin remedio.

Menos mal que me hice vegetariana. Pobres criaturas de la naturaleza. Qué muerte más horrible debieron sufrir.

¿Alguien en la agencia habrá avisado a la policía? Seguro que sí. Estoy mareada todavía. Será el olor del sitio este.

¿Eres tonta o qué? No, si ser guapa y lista no podía venir en el mismo lote. Por mucho pelazo que tengas no hacemos carrera, no. Abre los ojos y mírate. Que no estás en el antiguo matadero.

La voz le sonaba familiar… Esperó un segundo a que volviera a hablar.

Nada.

¿Hola?

¿Cómo que hola? Que te mires, nena. Que no te enteras. Ni así espabilas. Muy mona pero el pelo te tapona el cerebro.

Abrió los ojos y miró.

Ahí estaba ella. Solo ella, mirándose a sí misma. Hablándose a sí misma. O a lo que quedaba de ella. En una figura imposible sus piernas y sus brazos en forma de cruz cuasi gamada, con su melena desmelenada por todas partes y el book y el móvil hechos negros añicos, esparcidos por su ya amoratada piel.

Miró arriba. Un pozo negro que llegaba al infinito.

¿Eso era el infierno?

No, tonta. Es el hueco del ascensor. Con las prisas de llegar al metro y a la sesión de nuevas promesas de la pasarela no te acordaste de que hace una semana se lo llevaron para arreglarlo.
Vaya mierda de muerte te has buscado chata.

Vaya mierda, sí. Peor que un animal en el matadero. Y encima Clare se llevará mi puesto. Menuda zorra.

Pues sí, coincido. La muerte es una zorra mala y muy negra.













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