Todo
comenzó con aquel trabajo que le habían mandado hacer a nuestro
hijo Miguel sobre el ornitorrinco.
Hasta aquel momento Esteban, su padre, y yo, habíamos llevado una
existencia apacible e idílica, al menos en apariencia. El niño
estaba sentado a la mesa de la cocina haciendo sus cosas, mientras
yo fregaba los platos y Esteban veía no sé qué partido
importantísimo en el salón.
-Mami
¿me puedes contar cosas sobre el ornitorrinco? Es que me han
mandado un trabajo en el cole y no se me ocurre nada.
Sonreí,
dejé lo que estaba haciendo y me senté a su lado.
-Pues
mira, es un animal muy extraño, porque aunque es mamífero, su
hocico parece el pico de pato. Es originario de Tasmania, un lugar
que está en Australia, muy lejos de aquí. Se reproduce por huevos
y sin embargo amamanta a sus crías, además es un poco peligroso
porque a través de sus patas puede inyectar veneno.
En
ese punto desde el salón se dejó oír una sarta de improperios,
señal de que el partido no se desarrollaba al gusto de Esteban.
Hicimos caso omiso y continuamos el trabajo.
-Entonces
no es un ave – dijo Miguel.
-No
lo es, pero a simple vista puede dar la impresión de serlo.
Esteban
entró en la cocina, cogió una cerveza de la nevera y se metió en
la conversación.
-El
ornitorrinco es un pájaro – afirmó con contundencia.
-No,
es un mamífero, aunque en apariencia…
-
En apariencia ¿qué? De toda la vida el ornitorrinco fue un
pájaro, no va a dejar de serlo ahora porque lo digas tú.
Yo
soy bióloga marina, pero me abstuve de recordárselo porque sé
que a Esteban siempre le dio un poco de envidia que yo
tuviera un título universitario y que ejerciera como tal en una
plaza pública y que él se hubiera quedado en vendedor de
una gran superficie, tonterías, nada más. Pero me dio bastante
rabia su afirmación categórica, como si yo fuera una estúpida
sin conocimientos de mi profesión. Aún así intenté sacarle
hierro al asunto.
-¿Pero
qué mosca te
ha picado, muchacho? – pregunté medio en serio, medio en broma
-- ¿Ha perdido tu equipo o qué?
Y
así, de la manera más tonta, se inició la discusión.
-¿Qué
qué mosca me ha picado? A mí no me ha picado ninguna mosca. Lo
que pasa es que tú te crees que como tienes un título enmarcado y
una orla con
una foto disfrazada con una capita azul, como caperucita, te lo
sabes todo y puedes decidir todo y no es así maja. Un ornitorrinco
de siempre fue un ave, listilla.
Mandé
al niño para su cuarto, no quería que presenciara el rifi-rafe.
Él, que no es tonto, consciente de lo que se avecinaba, se hizo el
remolón, pero yo ya estaba caliente y le pegué un grito. Se fue
sin más. Y yo me encaré con su padre.
-¿Pero
tú qué sabrás, merluzo? Tú sabrás mucho de sofás, de
colchones y de muebles en general; pero a mí no me discutas nada
de mi profesión eh, porque saldrás perdiendo, de eso puedes estar
seguro.
-Por
supuesto que saldré perdiendo, como siempre. ¿Acaso en esta casa
se hace algo como yo diga? Siempre como digas tú. Incluso elegiste
el modelo de coche,
y el color, y si tenía que tener esto y lo otro, como si tú
entendieras mucho de coches. Aunque ahora me saldrás con que sabes
de mecánica, chapa y pintura, no me digas más. Seguro que en la
Universidad también te lo enseñaron, en medio de tanto animalito
marino, clases de mecánica, no te jode.
A
esas alturas yo ya no estaba caliente, estaba hirviendo. Si fuera
leche estaría derramada por los fogones. Y cuando me sube la
temperatura digo lo que no debo, hago lo que no debo y demás cosas
que seguramente tampoco debo, pero me salen cual barriobajera sin
escrúpulos.
-Ya
tenía que salir, mi paso por la Universidad. ¿Qué culpa tengo yo
de que no hayas querido estudiar, guapo? A lo mejor te pensabas que
con tu título de bachiller ibas a encontrar el trabajo del siglo.
Pues eso solo lo consiguen los enchufados bonito, y además, yo lo
que tengo lo conseguí por mi misma, nadie me ha regalado nada.
-Noooo,
claro que no, pero papá tenía dinero para enviarte al extranjero
a hacer un master en no se qué y el mío era un simple obrero que
con mucho esfuerzo sacó a seis hijos adelante.
-Ya
tenía que salir la familia. ¿Pero por qué le tienes tanta manía
a mi padre? Te recuerdo que si no fuera por él no estarías
viviendo en el piso en el que estás, que tanto tú como yo
teníamos un trabajo de mierda y él nos avaló en la hipoteca.
-Claro,
claro, si al final tendré que besarle los pies, al que no le
gustaba el novio de su hija porque era un don nadie.
-¿Cuándo
has oído tú decir eso a mi padre?
-A
tu padre nunca, pero la gente habla y bien sé yo que tu papi
quería para ti un abogado, o un médico, o un ingeniero… vamos
alguien a tu altura, si es que siempre se le ha notado, que me mira
como con asco.
-Jamás
mi padre me quitó de salir con quien me diera la gana ¿oyes bien?
¡Con quién me diera la gana! – chillé enfurecida.
En
ese momento me di cuenta de que tanto Esteban como yo estábamos
sacando un poco los pies del tiesto. ¡La que se había armado por
culpa del puñetero ornitorrinco! Así que decidí poner fin a todo
aquello, aunque mi ánimo soliviantado no me permitiera hacerlo
todo lo pacíficamente que me hubiera gustado.
-Hasta
aquí hemos llegado. No voy a seguir discutiendo por tonterías.
Pero ¿sabes que te digo? Que hoy no follas, ni siquiera vas a
dormir en mi cama. Hazlo en el sofá, o si quieres en el patio con
el perro, o donde te salga de las narices.
-Por
supuesto que dormiré donde me salga de las narices, hoy no me
acerco a ti ni aunque te pongas el corsé
aquel que te compraste por mi cumpleaños, que por cierto, era
horrible, ¿lo compraste en los chinos?
Respiré
hondo, fui hacia el armario de mi cuarto, saqué un manta y se la
tiré desde la puerta. Luego me acosté y tardé bastante en
dormir. A la mañana siguiente, cuando me levanté, Esteban seguía
durmiendo en el sofá. Me puse a preparar el desayuno y al rato
apareció mi marido en la puerta.
-Buenos
días – saludó
-Buenos
días – contesté con sequedad.
De
pronto sentí sus brazos alrededor de mi cintura y su boca besando
mi nuca. Como por ensalmo me desapareció el cabreo.
-Lo
siento, cariño, perdóname por todo lo que te dije ayer. Es que
perdió mi equipo y estaba muy enfadado, prometo que no volverá a
ocurrir. Te quiero, mmmm…
A
aquellas alturas ya había introducido su mano a través del
pantalón del pijama. Me di la vuelta y… no voy a entrar en
detalles. La reconciliación fue apoteósica. Desde entonces espero
con ganas los partidos importantes, y sobre todo, que pierda el
equipo de Esteban. Por una cosa o por otra la liamos parda, pero a
la mañana siguiente… me lleva al cielo.
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