Primera
y última vez que le dejaban sólo en casa, alteró a todo el
vecindario, y cuando digo todo, es poco. Tal fue el terror que le
invadió al clavarse una espina de pescado en la campanilla, que
salió corriendo calle abajo gritando como un poseso. Los sanitarios
ya la habían sacado cuando llegaron los padres. (Noticia en el
telediario).
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