-¡¡Menudo
verano!! yo que me las prometía... llevo cuatro días metido en casa
aburrido, sin ver la calle, sin ganas de nada. ¿Para que salir?
Fuera todo es gris y, dentro...sin ganas de encender la luz ¿para
qué? A este paso empezaré a trabajar sin haber visto el sol...
Diciéndose
esto Fran se levanta de golpe del sofá con la determinación de
salir, a donde el coche le lleve, no quiere decidir nada, no se
siente con fuerzas... Al pasar por el pasillo resbala en un charco de
agua y cae sobre él sin poder evitarlo. Enseguida se da cuenta que
el agua está anegando el suelo de la cocina y el pasillo, y, avanza
sin freno hacia la puerta de entrada.
Si
enseguida se da cuenta de la situación enseguida también se
incomoda: alguien está aporreando la puerta . Se levanta chapoteando
y se acerca al recibidor... su vecino del piso de abajo entra sin
pedir permiso, armado hasta los dientes con toallas, fregona,
cubos... en un santiamén despliega las toallas por el suelo y ordena
a Fran que las vaya recudiendo sobre el cubo. Con el mocho el va
recogiendo agua a tal velocidad que Fran sospecha que le va a cobrar
a razón de los litros recogidos ¡es un máquina!
Casi
sin hablar se dedican a recoger agua con frenesí. Cubo tras cubo
llevan el agua al retrete del pasillo, los primeros de agua oscura,
como carbón, (hace tiempo que no limpia la casa) que va clareando
hasta hacerse cristalina. Tan entretenidos están con este trasiego
que no ven entrar a Sara, la hija del vecino, de cinco años, que
estaba durmiendo la siesta. Sara, somnolienta, arrastra una mantita
mientras se cubre con un paraguas de Hello Kitty.
-Papá,
¿por qué está lloviendo en casa? dice
-No te
preocupes hija, enseguida dejará de caer agua, ¿no ves que la
estamos recogiendo?
Sara,
sin moverse, observa en silencio : Mira a su padre. Mira al vecino.
Mira el agua, los cubos, las toallas...
-Papá,
el agua hace olas cuando pasa por esa puerta...
Su
padre y Fran se miran y por primera vez observan el suelo de la
cocina. Fran, como alma que lleva el diablo corre a cerrar la llave
de paso... ¡sin comentarios! Con la práctica que ya tienen
enseguida lo recogen todo .
-¡Menos
mal que estabas en casa, tío¡ le dice el vecino metiendo las
toallas en los cubos.
-¡Menos
mal que me levanté para salir! si no no me hubiera enterado,
seguiría tumbado en el sofá mientras el agua salía por debajo de
la puerta.
-¡Coño!
El agua caía en mi casa. ¡Vamos!
Bajaron
los tres dispuestos a seguir con la misma actividad en el piso del
vecino pero... no sabían cómo estaba... El piso era antiguo, con
techos y paredes empapelados, suelos de parquet, alfombras,
muebles... al entrar y ver el papel del techo hinchado, echando agua
por las grietas abiertas a su paso... intuyen el estado de toda la
casa . No se equivocan. Secan como pueden el parquet y ponen cubos ,
ollas y tuperwares en todos los puntos por los que el agua cae como
en una cueva. Las paredes arroyan agua por encima y debajo del papel
formando surcos blanquecinos a su paso. Las alfombras están
enchumbadas. No pueden hacer más: Dar parte al dueño, al seguro y
esperar a que todo seque... por su parte el trabajo ha concluido.
-Ya te
dije que iba a salir, podeis venir conmigo , tengo coche. Fran se
siente culpable y trata de ser amable
En
pocos minutos todos están listos , cogen el coche y ponen rumbo al
merendero de la playa. No queda lejos y Sara puede correr mientras
ellos toman algo.
Según
se van acercando ven como las nubes se hacen más densas y oscuras.
Por miedo a la lluvia deciden sentarse dentro. No sería de
extrañar... ¡con el verano que llevamos!
Fran y
Fede, que así se llama su vecino, charlan mientras que Sara corretea
por el jardín con otros niños. Fran descubre que Fede es de su
edad, que se acaba de separar, que lo está pasando mal y que es un
buen tipo. Sara es encantadora así que se lanza a invitarles a su
casa mientras que la suya va secando. Dormir ahí no debe ser
saludable para una niña...huele a humedad que tira para atrás
Fede
acepta, encantado de haber encontrado un amigo tan cerca de su nueva
casa.
De
repente la lluvia en los cristales les hace salir en busca de Sara
que ya entraba a cobijarse con sus amigos. El cielo se oscurece a la
misma velocidad que el viento acerca la tormenta y un trueno no muy
lejano les anima a tomar asiento nuevamente en la misma mesa que
habían dejado. No van a salir hasta que no pase la tormenta. Piden
otras cervezas. El aparataje eléctrico ilumina cada rincón y en uno
de ellos Fran ve el mar demasiado cerca. La lluvia los truenos y el
viento estremecen las maderas, lo mismo que sus estómagos y crujen
de miedo.
La
siguiente ola debió ser una séptima porque entró en el merendero,
rompió cristales, maderas, mesas, sillas, vasos... a nosotros nos
sacó, primero de nuestros asientos y luego del merendero por la
puerta del fondo, como en el Far West se sacaba a los pistoleros de
la cantina : a la fuerza y revolcados por el suelo.
Cuando
se retiró no nos lo podíamos creer, estábamos los tres empapados y
expuestos a una lluvia torrencial. Como no podíamos estar más
mojados de lo que ya estábamos decidimos coger el coche e irnos a
casa. Lo encontramos varios metros de donde lo habíamos dejado pero
en perfecto estado.
No
sabía que decir. Además de mojarles la casa los llevo a un sitio
donde el mar los empapa. Estaré en deuda con Fede de por vida. Me
siento fatal.
Ya en
casa se dan una ducha caliente y se cambian de ropa. La mojada va
para la lavadora y, como buen anfitrión que es, Fran se ocupa de la
cena y de abrir un buen vino cuando Sara se despide para ir a
dormir. Se lo merecen, el día estuvo cargado de emociones y trabajo
extra, todos dormirán como lirones.
Tras
una conversación muy estimulante, Fran y Fede, como dos viejos
amigos se dirigen a sus dormitorios dispuestos a descansar. En cuanto
posan la cabeza en la almohada se quedan dormidos, Fran hasta la
mañana siguiente, Fede todavía tuvo que limpiar otra inundación.
Hacia las cuatro de la mañana Sara le despierta, había mojado la
cama.
¡¡Vaya
verano!! ¿quien dijo que habría sequía?
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