El
matrimonio fue condenado a pasar 30 años entre rejas por la
compraventa de varios de sus hijos y la supuesta prostitución
encubierta de la hija menor. Pisando terreno
pantanoso el padre, ya sexagenario, en su declaración afirmó que
pretendía darles una vida mejor. Y que en su conciencia
consideraba que no hacía nada erróneo.
Al
contrario.
En
su familia era una tradición que venía de años atrás. Que siempre
les habían proporcionado unas relaciones exitosas a todos los
familiares y allegados que habían acudido en busca de su ayuda.
Un
futuro próspero era el objetivo final para todos.
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