-No
me gusta la nata de la leche – grité a mi madre a la hora del
desayuno -. Se me pega en la garganta y me da mucho asco.
Yo
estaba sentada a la mesa, preparada para ir a la boda de mi primo
Ernesto, vestida con un vaporoso traje de guipur blanco rematado en
la cintura por un gran lazo rojo. No tendría yo más de tres o
cuatro años
Mi
madre recogió de malos modos la taza de leche que yo tenía delante,
cogió un colador e hizo que cambiaba la leche para otra taza.
Evidentemente seguía teniendo nata, que se pegó a mi
garganta, que me dio asco y me hizo vomitar sobre mi precioso vestido
blanco. A ver con qué iba a ahora a la boda. Me puse a llorar con
desconsuelo mientras miraba a mi madre y le decía con reproche.
-Pero
tú qué te pensabas, que estaba de broma o qué.
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