Fiesta en el geriátrico - Marian Muñoz


                                             Resultado de imagen de comisaría de policía


  Llevo vivienda en la misma casa desde que tengo uso de razón, la heredé de mis padres y mi trabajo no me permite ahorrar lo suficiente para una con ascensor en un barrio tranquilo. Mis vecinos son siempre nuevos, pues se marchan sin pagar alquiler o los echan por no hacerlo. La única en propiedad es la mía y acudo a misa todos los domingos y fiestas de guardar para pedir a Dios que no se llene de okupas y tenga que escapar.
Pero hoy la historia no es esa, sino mi vecina de puerta, hace tan sólo cuatro años se vio obligada a irse a una residencia de mayores, cerca de su pueblo natal. Una mujer encantadora que siempre me dio un trato muy maternal. De niña me llevaba allí de vacaciones donde hice buenas migas con su sobrina, manteniendo aún relación con ella y preguntándole de vez en cuando por su tía.
Este año conseguí ahorrar lo suficiente para escaparme unos pocos días, pensando acercarme para rememorar tiempos pasados y de paso visitarla a ella. Buceé por facebook para ver el perfil de la sobrina, suele colgar fotos interesantes de sus viajes y también de los alrededores de la residencia. Hubo suerte, entre todas había un video donde los viejecitos se divierten en una fiesta con música y baile al aire libre, pudiendo comprobar que mi vecina sigue estupenda, un poco flojita pero se aprecie un gesto cariñoso en su cara.
Iba a escribir un comentario además de un like cuando al ver una imagen se me pusieron los pelos de punta. Rebobiné el video hasta cinco veces, no me cabía duda, reconocía en él a una de las cuidadoras, una mujer con cuya foto nos estuvieron dando la turrada durante meses en televisión por ser la asesina de ancianos más buscada del Reino Unido. Seguí buscando por internet, intentando verificar si estaba detenida o presa en algún sitio o si seguía en vigor la orden de busca y captura. Mientras lo hacía vino a mí un desasosiego repentino, apreciaba mucho a mi antigua vecina y no deseaba en absoluto que se fuera al otro barrio antes de tiempo.
¡Seguían buscándola! ¿Y ahora qué hago?
Navegué indagando información de la residencia, tras mucho visitar páginas que no lo eran, por fin di con ella. Aparecían sus instalaciones, su programa de atención y animación, incluso el equipo médico que la supervisa. En un apartado un poco escondido, presentaban al personal. Con impaciencia pasé una foto tras otra hasta que la localicé, no cabía duda, era ella, aunque su nombre no figuraba junto a la imagen como en el resto.
Descansé un rato del ordenador, tanta búsqueda me había agotado mentalmente y debía sopesar lo que tenía que hacer. No podía quedarme quieta sin avisar a la policía o servicios sociales, pero la idea de acercarme a una comisaría, presentarles el video e indicarles donde estaba la asesina, me parecía un poco atrevido. ¿Y si no era ella? ¡Quizás me denunciara por difamación!
Volví al ordenador observando detenidamente la última página visitada, seguí mirando las fotos del personal, viendo con asombro como la sobrina de mi vecina era la directora del centro, por eso no aparecía en el video. Desde siempre me había dado mala espina tanto viajecito que se traía por el mundo y tanta visita a pueblecitos pequeños con encanto, según describía ella. Mi nerviosismo fue en aumento al no saber encauzar razonablemente mis sospechas.
Convencida que algún asunto turbio se cocía allí, me acerqué con el video y todos los datos que disponía hasta la comisaría de zona. Primero un policía de uniforme y luego un inspector me atendieron amablemente. Éste último tomó nota de mis explicaciones y visionó el video junto conmigo, no haciendo ascos a ninguno de los comentarios que yo hacía. Me aseguró que investigaría discretamente sobre el asunto por si tenía razón, previniéndome de no acercarme por la residencia para no enturbiar las pesquisas.
Durante dos semanas estuve en un sin vivir, esperando una llamada o alguna noticia en los telediarios. Por fin ésta se produjo. Me confirmó la identidad de la mujer a la que tanto buscaban, mi amiga y ella habían creado un entramado societario para quedarse con tierras y posesiones de ancianos solitarios de pequeños pueblos. Primero les ofrecían alojamiento gratis y luego los enfermaban, muriendo finalmente y quedándose ellas con sus bienes. En cuanto a mi vecina, estaba estupendamente no enterándose de nada, más bien la utilizaban de gancho publicitario para exponer las maravillas del centro.
No sé cómo ciertas cadenas de televisión se enteraron de mi papel en la resolución de la estafa y asesinato de indefensos viejitos, pero no quise hacer declaraciones a pesar del importante pecunio que me ofrecían. En cuanto la operación policial se enfrió, me acerqué a visitar a mi exvecina a su nueva residencia, está más cerca de casa y casi todos los sábados voy a verla, su cara de felicidad me da energía para la siguiente semana.








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