Llevo vivienda en la misma casa desde que tengo uso de razón, la heredé de mis padres y mi trabajo no me permite ahorrar lo suficiente para una con ascensor en un barrio tranquilo. Mis vecinos son siempre nuevos, pues se marchan sin pagar alquiler o los echan por no hacerlo. La única en propiedad es la mía y acudo a misa todos los domingos y fiestas de guardar para pedir a Dios que no se llene de okupas y tenga que escapar.
Pero
hoy la historia no es esa, sino mi vecina de puerta, hace tan sólo
cuatro años se vio obligada a irse a una residencia de mayores,
cerca de su pueblo natal. Una mujer encantadora que siempre me dio
un trato muy maternal. De niña me llevaba allí de vacaciones donde
hice buenas migas con su sobrina, manteniendo aún relación con ella
y preguntándole de vez en cuando por su tía.
Este
año conseguí ahorrar lo suficiente para escaparme unos pocos días,
pensando acercarme para rememorar tiempos pasados y de paso visitarla
a ella. Buceé por facebook para ver el perfil de la sobrina, suele
colgar fotos interesantes de sus viajes y también de los alrededores
de la residencia. Hubo suerte, entre todas había un video donde los
viejecitos se divierten en una fiesta con música y baile al aire
libre, pudiendo comprobar que mi vecina sigue estupenda, un poco
flojita pero se aprecie un gesto cariñoso en su cara.
Iba
a escribir un comentario además de un like cuando al ver una imagen
se me pusieron los pelos de punta. Rebobiné el video hasta cinco
veces, no me cabía duda, reconocía en él a una de las cuidadoras,
una mujer con cuya foto nos estuvieron dando la turrada durante meses
en televisión por ser la asesina de ancianos más buscada del Reino
Unido. Seguí buscando por internet, intentando verificar si estaba
detenida o presa en algún sitio o si seguía en vigor la orden de
busca y captura. Mientras lo hacía vino a mí un desasosiego
repentino, apreciaba mucho a mi antigua vecina y no deseaba en
absoluto que se fuera al otro barrio antes de tiempo.
¡Seguían
buscándola! ¿Y ahora qué hago?
Navegué
indagando información de la residencia, tras mucho visitar páginas
que no lo eran, por fin di con ella. Aparecían sus instalaciones,
su programa de atención y animación, incluso el equipo médico que
la supervisa. En un apartado un poco escondido, presentaban al
personal. Con impaciencia pasé una foto tras otra hasta que la
localicé, no cabía duda, era ella, aunque su nombre no figuraba
junto a la imagen como en el resto.
Descansé
un rato del ordenador, tanta búsqueda me había agotado mentalmente
y debía sopesar lo que tenía que hacer. No podía quedarme quieta
sin avisar a la policía o servicios sociales, pero la idea de
acercarme a una comisaría, presentarles el video e indicarles donde
estaba la asesina, me parecía un poco atrevido. ¿Y si no era ella?
¡Quizás me denunciara por difamación!
Volví
al ordenador observando detenidamente la última página visitada,
seguí mirando las fotos del personal, viendo con asombro como la
sobrina de mi vecina era la directora del centro, por eso no aparecía
en el video. Desde siempre me había dado mala espina tanto
viajecito que se traía por el mundo y tanta visita a pueblecitos
pequeños con encanto, según describía ella. Mi nerviosismo fue en
aumento al no saber encauzar razonablemente mis sospechas.
Convencida
que algún asunto turbio se cocía allí, me acerqué con el video y
todos los datos que disponía hasta la comisaría de zona. Primero
un policía de uniforme y luego un inspector me atendieron
amablemente. Éste último tomó nota de mis explicaciones y visionó
el video junto conmigo, no haciendo ascos a ninguno de los
comentarios que yo hacía. Me aseguró que investigaría
discretamente sobre el asunto por si tenía razón, previniéndome de
no acercarme por la residencia para no enturbiar las pesquisas.
Durante
dos semanas estuve en un sin vivir, esperando una llamada o alguna
noticia en los telediarios. Por fin ésta se produjo. Me confirmó
la identidad de la mujer a la que tanto buscaban, mi amiga y ella
habían creado un entramado societario para quedarse con tierras y
posesiones de ancianos solitarios de pequeños pueblos. Primero les
ofrecían alojamiento gratis y luego los enfermaban, muriendo
finalmente y quedándose ellas con sus bienes. En cuanto a mi
vecina, estaba estupendamente no enterándose de nada, más bien la
utilizaban de gancho publicitario para exponer las maravillas del
centro.
No
sé cómo ciertas cadenas de televisión se enteraron de mi papel en
la resolución de la estafa y asesinato de indefensos viejitos, pero
no quise hacer declaraciones a pesar del importante pecunio que me
ofrecían. En cuanto la operación policial se enfrió, me acerqué
a visitar a mi exvecina a su nueva residencia, está más cerca de
casa y casi todos los sábados voy a verla, su cara de felicidad me
da energía para la siguiente semana.
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