Se
oían grillos al anochecer y Mauricio estaba a punto de salir de casa
con la escopeta para acabar con ellos. El ruido era cada vez
más incesante e intenso, pero sus amigos y compañeros de piso, Juan
y Manuel, no le daban importancia, así que decidió acostarse para
descansar, mientras ellos veían la televisión. Quizás era
producto de su imaginación.
No
obstante, en la madrugada, un fuerte sonido de grillos lo
despertó. Se levantó de la cama y escuchó un desagradable
crujido. El suelo estaba plagado de dichos insectos, que no
paraban de salir de las grietas de la parte baja de las
paredes. Corrió con repulsión entre el desagradable chasquido
de grillos estallando a cada una de sus pisadas, dirigiéndose a la
habitación de su amigo Manuel, el cual era un apasionado de la
lectura y padecía insomnio. Más cuando entró, los grillos
habían desaparecido...
Mauricio
le contó lo sucedido a Manuel, quién se mostraba escéptico y, con
cierto tono burlesco que intentó disimular, trató de
tranquilizarlo, achacando el suceso como una consecuencia de las
drogas que habían consumido el día anterior por la tarde, lo cual
hicieron por aburrimiento. Eran jóvenes y querían pasar el rato de
una forma... distinta.
Aún
así, ante la insistencia de Mauricio, decidió acompañarle a su
habitación, curioso de saber que tipo de juego o broma se traía
entre manos su compañero de piso.
Al
llegar a la habitación Mauricio se quedó sentado en la cama con su
escopeta en una mano, pidiéndole a Manuel que, ya que era una
persona con insomnio, permaneciese vigilando mientras dormía.
Como
no tenía nada mejor que hacer, Manuel cogió un libro y obediente,
se sentó en el sofá. Y he aquí, que sobre las cinco de la
madrugada Mauricio despertó de nuevo a causa de un fuerte sonido de
grillos. Fue en ese momento cuando contemplo la imagen del
terror más repulsivo: su habitación estaba llena de grillos por
todas partes, suelo, paredes, techo...
-"¡Lo
ves, te lo dije¡", exclamó Mauricio.
-"¡Los
veo, salen de todas partes, dispara, allí, allí, dispárales!",
respondió Manuel, subiendo de un salto encima del sofá.
"¡Blam,
Blam!".
Los
fuertes disparos despertaron a Juan, el tercer amigo y compañero de
piso, quien dormía en la habitación contigua.
Al
llegar a la habitación de Mauricio, observó la horrorífica
situación. Por suerte era el más resolutivo de los tres y,
armándose de valor, cogió a Manuel y se lo llevó afuera con el,
mientras veían estupefactos como los grillos trepaban hasta la
cabeza de Mauricio e intentaban meterse en sus oídos.
-"¡Ayudadme,
los tengo dentro, están dentro de mi!".
Agonizaba
Mauricio disparando al aire y suplicando ayuda a sus amigos.
"Blam,
Blam".
Fue
en ese momento cuando Juan decidió actuar rápido, entrando junto a
Manuel en su habitación, buscando algo para ayudar a su amigo, y
entonces lo vio...Un lápiz que Manuel usaba para anotar los pasajes
favoritos de sus numerosas lecturas. Si, eso serviría.
Regresaron
a la habitación de Mauricio y, a las órdenes de Juan, Manuel sujetó
su cabeza con firmeza. Mauricio gemía de puro dolor mientras
los grillos se abrían paso en sus oídos.
-"¡Tranquilo,
te los voy a sacar, tú aguanta, y tú, Manuel, no dejes de agarrarle
fuerte la cabeza!".
Decía
y ordenaba Juan con entereza.
Entonces,
introdujo el lapiz en el oído izquierdo de su compañero para
sacarle los repugnantes insectos que se abrían paso hacia el
interior de su cabeza.
Lo
introdujo cada vez más adentro, y más adentro, y más adentro,
y...
Ahora
Juan vive en otro piso, una planta diferente del psiquiátrico con
mejores vistas a las montañas.
Allí
recibe visitas de Manuel de vez en cuando, quién, dado que Mauricio
dejó de oír y ver grillos a partir de aquella noche, le regaló
como recuerdo el bastón que tanto le gustaba usar fingiendo que era
una escopeta.
Por
si alguna vez, volvían.
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