Cuando
abro la puerta la euforia que me acompaña se queda en el rellano. Yo
tampoco entraría. Pero aquí vivo.
Y
mira que he intentado explicárselo. Que no, que no somos bichos
raros, ni asesinos ni sociópatas. Simplemente tenemos la imaginación
desbordada y la canalizamos así. Que a veces me disfrazo de
‘espantajo’. Si así soy feliz y no molesto a nadie, no veo qué
hay de malo.
Después
de una tarde de partidas de rol encadenadas, unas pizzas, muchas
risas y algún spoiler, que alguno es muy lento leyendo, regreso a
esta casa gris, orgulloso de mi fantástico mundo.
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