¿No saldrá el sol? - Esperanza Tirado


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Y parece que no sale, por más que uno quiera, por más que lo deseemos o lo imaginemos. Es imposible. Deberíamos dejar de ver la tele y escuchar la radio. Tanta mala noticia no indica nada bueno. Parece que se acercara el fin del mundo. La hecatombe, el caos envuelto en microplásticos.
Y, mientras, encendemos lucecitas aquí y allá; que brillan como en un código de socorro a algún planeta o ser extraterrestre. ¿Qué pensarán de nosotros? Que nos hemos vuelto locos. O peor, que nos estamos auto-extinguiendo poco a poco. A veces casi hasta nos lo mereceríamos.
En nuestra espiral de desvaríos no nos damos cuenta de que el caos está dentro. Y no se nos ocurre que la solución está tan cerca... En una sonrisa, en varias sonrisas, millones de ellas que, afortunadamente, aún ven el mundo con ojos llenos de ilusión y luces reales.
Pero queremos apagárselas también. Crecen tan deprisa que sus luces se emborronan con los caprichos de una edad que aún no les corresponde.
Y brindamos con alcohol, y sin él, deseando ilusiones, tiempos que se fueron y no volverán, añorando algo de color rojo, amarillo, azul… no sabemos qué color ni qué forma tiene ya.
Aún notamos el regusto de un algo dulce en el paladar. Ese aroma a niñez que parece que ya se fue del todo, pero que por ciertas épocas nos hace ‘toc toc’ y vuelve a casa, como los que se fueron en busca de fortuna y una vida mejor. Y ahora regresan por un breve instante. Y nos envuelve y nos abraza para luego soltarnos y darnos de nuevo una bofetada de realidad en forma de estrés, facturas, prisas y plazos terminados.
Que nos da la sensación de que nunca finalizamos las tareas por más que nos pongamos las zapatillas de correr más y más deprisa. Y a veces nos caemos en mitad de la carrera. Miramos aturdidos y no somos capaces a levantarnos. Y, lo que es peor, nadie nos ayuda. Todos corren, no sabemos hacia dónde, pero corren como locos hacia una meta que no se sabe si está ni se la espera.
Y seguimos corriendo, ciegos, buscando el último juguete de moda, la última novedad tecnológica a precio de ganga, peleando por ello a brazo torcido en las estanterías de jugueterías, supermercados o páginas web. ¿Tan complicado es regalar porque sí? Algo de siempre, algo que ilusione, algo con lo que compartir y jugar de verdad…
Nos complicamos la existencia, nos cegamos y solo vemos una nube delante de nuestros ojos. Tapándonos el cielo. Tapándonos el Sol. Y encendemos luces artificiales esperando que todo se aclare. Pero el ruido y las prisas nos ponen de nuevo la zancadilla. Y caemos. Y no vemos.
Y nos quedamos en el suelo, doloridos, atontados... Mientras el resto de la humanidad adulta sigue corriendo, encendiendo o apagando luces y envolviendo tristes regalos, algunos de los cuales dos días después serán devueltos sin apenas haberlos agradecido…
-¡¡Mira mamá!! ¡¡Papá corre!! ¡Corre! ¡¡Que ya han venido los Reyes!!
Pues sí, parece que el Sol ha salido una vez más.
Y ojalá que nunca nos falte ese brillo.










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