El
tren de ayer se aleja, el tiempo
pasa
La
vida alrededor ya no es tan mía
Desde
el observatorio de mi casa
la
fiesta se resfría.
Los
pocos que me quieren no me dejan
perderme
solo por si disparato
No
pido compasión para mis quejas
Que
tocan a rebato
Acabaré
como una puta vieja
hablando
con mis gatos
Superviviente,
sí, ¡maldita sea!
…
… … …
La
música de Sabina impregna el día a día en casa de Bárbara. Le
gustan sus letras aunque no siempre las entienda. Las repite una y
otra vez mientras observa sin mirar la pared y los desconchones que
la decoran. Desde hace más de veinte años Bárbara está confinada
en casa . No sabe muy bien qué fue lo que motivó esa decisión pero
desde entonces no ha salido para nada . Escribe letras para
canciones. Hace colonias, tarjetas personalizadas, jabones… tiene
varias tiendas que se los vende y una buena amiga, Clara, que
participa del negocio y los distribuye.
Las
letras son para ella. Tunea canciones que le gustan, casi siempre de
Sabina. En casa de Bárbara la música siempre ondea en el ambiente.
Canta de manera obsesiva para acallar pensamientos, muchas veces
tóxicos, y, entre melodías y letras saca al exterior sus emociones.
Canta, llora, ríe, escribe, canta, trabaja, baila, ríe, llora,
chilla, canta… Los días pasan así para ella. Al llegar la noche
cae en la cama agotada y no siempre es capaz de conciliar el sueño.
Al apagar la luz se encienden las ensoñaciones que la entretienen
hasta bien entrada la noche. Las vacaciones le hacen olvidar sus
miedos y fantasea con viajes, estancias en hoteles fantásticos,
lugares paradisíacos, gente agradable… Todo lo que haría si no
fuese por su fobia social.
Clara
hace años que trata de convencer a Bárbara de que visite a un
médico. Le dice que el miedo se va. Se lo repite a menudo: -
Bárbara, el miedo se va… Cree que hay tratamientos efectivos para
modificar ese trastorno . Quiere que su amiga tenga una vida plena,
pero, si en un principio no lo consiguió, ahora está convencida de
que cada vez le será más difícil. Antes confiaba en que la edad la
volvería más sabia… ahora, después de casi veinte años peleando
con ella ve que la edad la ha vuelto más terca.
Bárbara,
gracias al miedo aprendió a perder a su familia, a sus conocidos, a
su cultura… aprendió a perder todas las posibilidades de conocer
gente, de tener amigos, de enamorarse, de formar una familia, de
tener una preparación, de acceder a trabajos... perdió de todo,
hasta el acento. Aprendió a perder pero a disgusto. Huyó de
Andalucía para esconderse en Toledo, cerca de Clara. Para pasar
desapercibida sin enfrentarse a si misma. Para evitar que nadie
pudiera inmiscuirse en sus decisiones… y lo consiguió, hasta el
día en que tuvieron que llevarla al hospital. Sucedió de la
siguiente manera:
Llevaba
un buen rato acostada, a oscuras, fantaseando con sus vacaciones
cuando oyó gritos por el patio. Hacía rato que notaba un olor como
a leña quemada pero no le dio la menor importancia, estaban en
invierno, era habitual atizar las chimeneas . Los gritos junto a la
tos que enseguida el olor a humo le provocaba encendieron todas sus
alarmas. Quiso dar la luz pero no funcionaba así que echó mano a la
linterna que siempre la acompañaba… por si acaso. No sabe cómo
salió de la casa, sólo sabe que salió porque se vio en pijama
sentada en la acera, rodeada de gente, antes de perder el
conocimiento.
El
incendio fue lo mejor que podía haberle pasado. En el hospital, una
vez solucionado lo físico, la pusieron en contacto con psiquiatría
y con una simple pastilla empezó a sentir que su vida podía dar un
giro. De la terapia se quedó con una idea : el miedo es una estafa,
y … ella no iba a seguir dejando que la estafasen, se enfrentaría
a él .
Si
Bárbara se había pasado toda su vida aprendiendo a perder, ahora
tenía que aprender a ganar. Si, cada día se propuso aprender a
ganar algo nuevo : espacios, relaciones, amigos, diversiones…
También
aprendió a ganarse unas vacaciones como tantas veces había soñado
pero, a lo que no aprendió fue a despreocuparse de algo con lo que
no quería luchar… su aspecto después de mojarse el pelo, parecía
un erizo, salir sin paraguas si que le daba miedo... Nadie es
perfecto.
Superviviente, sí,
¡maldita sea
Nunca me cansaré de celebrarlo
Antes de que destruya la marea
Las huellas de mis lágrimas de
mármol
Si me tocó bailar con la más fea
viví
para cantarlo
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