Pillé
un monumental cabreó entrando en el chalecito de Perlora, aquello no
era lo previsto, bueno sí, sólo que debería estar más limpio y
reluciente.
Después
de pasar el confinamiento más solos que la una y con el temor
acompañándonos, decidí alquilar un apartamento en la costa y poder
pasar más tiempo al aire libre. Buscando en internet página tras
página, encontré un chollo, una verdadera ganga, un chalet con seis
habitaciones amplias, un salón espacioso, una cocina muy coqueta y
un jardín hermoso con piscina, si bien se pasaba de nuestro
presupuesto seguía siendo muy barato. Convencí a los chicos de
pagar nosotros la mitad y ellos la otra, así nos veríamos y
podríamos disfrutar de unos días en familia, como cuando eran
pequeños.
El
temor a que fuera una estafa
se evadió cuando la persona de contacto me informó que no
necesitaba ninguna señal de adelanto, el mismo día de llegada al
darnos las llaves lo abonaríamos. No es usual pero me pareció
franco al hablar, así que hicimos las maletas con intención de
pasar unas buenas vacaciones.
El viaje fue tranquilo y llegamos pronto donde nos esperaba mi
contacto. Tras unas pocas indicaciones sobre cómo llegar al pueblo,
a la playa o donde encontrar el cuadro de luces en la casa, se
despidió nada más recibir el sobre con el dinero y darnos las
llaves del portón de entrada al chalecito rural.
El
susodicho portón nos costó abrirlo porque pesaba mucho, eso
creíamos, pero en realidad al atisbar el interior de la finca puse
el grito en el cielo, aquello no era lo esperado ni lo pactado. La
casa era la mostrada en fotos, pero el jardín rebosaba de hierba muy
crecida, repleta de hojas secas y basura. Dudé si volver a llamar
al enlace anulando la operación o seguir. Pero sin siquiera
hablarlo, Toño se metió en el coche y arrancando lo acercó hasta
la puerta de la casa.
El
porche era tal cual lo había visto, aunque bastante sucio y
descuidado, empezaba a darme cuenta que el chollo no era tal, las
fotos tendrían unos cuantos años y mirando hacia arriba vi que el
cielo se empezaba a nublar. La lluvia fina comenzó a caer sobre
nosotros y antes de sacar el paraguas
del coche nos refugiamos en el interior de la casa, la cual estaba
tan descuidada como el exterior. El abundante polvo y algunas
hierbas se habían colado, pero bajo todo ello seguía existiendo el
mismo esplendor anunciado. Dejé al manitas de Toño apañárselas
linterna en mano hacia el cuadro de luces mientras me dirigía a la
cocina. Preciosa pero sucia, igual que el resto de habitaciones, no
habían limpiado nada antes de nuestra llegada y claro eso no lo
habíamos hablado. Antes de que llegaran los chicos y sus familias
estuvimos una semana de escoba, cubo y fregona sin parar. En un
cobertizo del jardín encontramos herramientas y un corta césped que
funcionó a la primera pudiendo por fin disfrutar de un jardín
decente. Aun nos quedaba la piscina, pero tan derrengada estaba al
vestir las camas
de la casa con mis sabanas, que él tuvo que apañárselas nuevamente
sólo ya que es muy avispado para esas cosas. Aunque no tanto porque
terminó contratando por un precio módico la limpieza de la misma,
pues a pesar de horas de paseo con la red no conseguía clarear el
agua y no deseábamos que los peques nadaran sobre aquella nata
verde.
Por
fin los chicos y sus familias llegaron, el aspecto que teníamos no
era ni mucho menos relajado y tampoco lo conseguimos mientras ellos
estuvieron. Cocinar, limpiar, tender, comprar, era un trajín
olvidado desde hacía tiempo, pero bien pagado con la sonrisa de
nuestros nietos. La casa era ciertamente bonita, sólo necesitaba
una mano de limpieza y aparecía igual que en las fotos, intenté
reclamar al dueño los gastos del adecentamiento, pero no se ponía
al teléfono, volviendo a temer que todo fuera una estafa
y en cualquier momento se presentara el verdadero dueño.
Apenas
se marcharon los chicos teníamos aún por delante una semana para
estar solos, tumbados al sol o bañándonos en la piscina, toda una
semana de verdadero relax y confort. Pero como no soy de permanecer
quieta mucho tiempo, decidí limpiar la chimenea de leña, por fuera
relucía pero dentro tenía aún ceniza y leños mal partidos por el
fuego, las paredes interiores llenas de polvo y humo, así que con un
cubo y la fregona inicié la limpieza. No sé donde toqué que de
repente cayó una caja metálica encima de los leños, parecía una
caja pequeña de caudales. Mi curiosidad me llevó a abrirla y su
interior estaba repleto de billetes de cien euros.
En
aquel instante me sentí una ladrona, no sabía si llamar a la
policía, avisar al dueño o quedármelo todo, un dilema jamás
tenido en mi vida y eso que ya voy teniendo años. Lo primero que no
lo viera Toño, con que uno lo supiera ya estaba bien, pero decidí
rápidamente coger la mitad, no sé cuanto sería, nos merecíamos
resarcirnos por los sinsabores proporcionados por aquella casa, o
mejor por su dueño. Soy muy mala calculando, así que la mitad me
pareció poco y cogí algunos billetes más. Los escondí en el
tetero y con mucho cuidado busqué el hueco de donde habría caído
la caja y la posé de nuevo. La mala fortuna hizo que resbalara con
uno de los leños pegándome un coscorrón en la cabeza desmayándome.
Toño me encontró tendida y sacándome del hueco del hogar me llevó
al jardín para airearme y que espabilara un poco.
El
resto de la semana la pasé recostada en una tumbona, recuperándome
del desmayo y del cansancio, preguntándome de donde coño habría
salido el dinero que apareció en mi sujetador, no lo recordaba pero
tampoco dije nada a Toño por no parecer tonta de remate. El día de
partida llegó temprano el supuesto dueño con una amplia sonrisa, el
chalet estaba en perfectas condiciones y listo para ser alquilado por
un precio más alto, según dijo. Me dieron ganas de tirarme a la
yugular, pero Toño que es pacífico me lo impidió, le hice chantaje
con no devolverle las llaves sino me reintegraba parte de lo pagado
debido a nuestro obligado trabajo, en señal de buena fe me dio un
tercio de lo abonado. Ya en el coche listos para partir se le
ocurre preguntar si en nuestra limpieza no habíamos encontrado una
pequeña caja de caudales, ahí fue cuando mi cerebro recuperó la
memoria. No sé de donde surgieron mis dotes de actriz pero con aire
inocente le respondí que no, que ni idea, pero que siguiera
manteniendo la casa tan limpia como ahora porque el año que viene
volveríamos.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario