Vacaciones de estafa- Marian Muñoz



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Pillé un monumental cabreó entrando en el chalecito de Perlora, aquello no era lo previsto, bueno sí, sólo que debería estar más limpio y reluciente.
Después de pasar el confinamiento más solos que la una y con el temor acompañándonos, decidí alquilar un apartamento en la costa y poder pasar más tiempo al aire libre. Buscando en internet página tras página, encontré un chollo, una verdadera ganga, un chalet con seis habitaciones amplias, un salón espacioso, una cocina muy coqueta y un jardín hermoso con piscina, si bien se pasaba de nuestro presupuesto seguía siendo muy barato. Convencí a los chicos de pagar nosotros la mitad y ellos la otra, así nos veríamos y podríamos disfrutar de unos días en familia, como cuando eran pequeños.
El temor a que fuera una estafa se evadió cuando la persona de contacto me informó que no necesitaba ninguna señal de adelanto, el mismo día de llegada al darnos las llaves lo abonaríamos. No es usual pero me pareció franco al hablar, así que hicimos las maletas con intención de pasar unas buenas vacaciones. El viaje fue tranquilo y llegamos pronto donde nos esperaba mi contacto. Tras unas pocas indicaciones sobre cómo llegar al pueblo, a la playa o donde encontrar el cuadro de luces en la casa, se despidió nada más recibir el sobre con el dinero y darnos las llaves del portón de entrada al chalecito rural.
El susodicho portón nos costó abrirlo porque pesaba mucho, eso creíamos, pero en realidad al atisbar el interior de la finca puse el grito en el cielo, aquello no era lo esperado ni lo pactado. La casa era la mostrada en fotos, pero el jardín rebosaba de hierba muy crecida, repleta de hojas secas y basura. Dudé si volver a llamar al enlace anulando la operación o seguir. Pero sin siquiera hablarlo, Toño se metió en el coche y arrancando lo acercó hasta la puerta de la casa.
El porche era tal cual lo había visto, aunque bastante sucio y descuidado, empezaba a darme cuenta que el chollo no era tal, las fotos tendrían unos cuantos años y mirando hacia arriba vi que el cielo se empezaba a nublar. La lluvia fina comenzó a caer sobre nosotros y antes de sacar el paraguas del coche nos refugiamos en el interior de la casa, la cual estaba tan descuidada como el exterior. El abundante polvo y algunas hierbas se habían colado, pero bajo todo ello seguía existiendo el mismo esplendor anunciado. Dejé al manitas de Toño apañárselas linterna en mano hacia el cuadro de luces mientras me dirigía a la cocina. Preciosa pero sucia, igual que el resto de habitaciones, no habían limpiado nada antes de nuestra llegada y claro eso no lo habíamos hablado. Antes de que llegaran los chicos y sus familias estuvimos una semana de escoba, cubo y fregona sin parar. En un cobertizo del jardín encontramos herramientas y un corta césped que funcionó a la primera pudiendo por fin disfrutar de un jardín decente. Aun nos quedaba la piscina, pero tan derrengada estaba al vestir las camas de la casa con mis sabanas, que él tuvo que apañárselas nuevamente sólo ya que es muy avispado para esas cosas. Aunque no tanto porque terminó contratando por un precio módico la limpieza de la misma, pues a pesar de horas de paseo con la red no conseguía clarear el agua y no deseábamos que los peques nadaran sobre aquella nata verde.
Por fin los chicos y sus familias llegaron, el aspecto que teníamos no era ni mucho menos relajado y tampoco lo conseguimos mientras ellos estuvieron. Cocinar, limpiar, tender, comprar, era un trajín olvidado desde hacía tiempo, pero bien pagado con la sonrisa de nuestros nietos. La casa era ciertamente bonita, sólo necesitaba una mano de limpieza y aparecía igual que en las fotos, intenté reclamar al dueño los gastos del adecentamiento, pero no se ponía al teléfono, volviendo a temer que todo fuera una estafa y en cualquier momento se presentara el verdadero dueño.
Apenas se marcharon los chicos teníamos aún por delante una semana para estar solos, tumbados al sol o bañándonos en la piscina, toda una semana de verdadero relax y confort. Pero como no soy de permanecer quieta mucho tiempo, decidí limpiar la chimenea de leña, por fuera relucía pero dentro tenía aún ceniza y leños mal partidos por el fuego, las paredes interiores llenas de polvo y humo, así que con un cubo y la fregona inicié la limpieza. No sé donde toqué que de repente cayó una caja metálica encima de los leños, parecía una caja pequeña de caudales. Mi curiosidad me llevó a abrirla y su interior estaba repleto de billetes de cien euros.
En aquel instante me sentí una ladrona, no sabía si llamar a la policía, avisar al dueño o quedármelo todo, un dilema jamás tenido en mi vida y eso que ya voy teniendo años. Lo primero que no lo viera Toño, con que uno lo supiera ya estaba bien, pero decidí rápidamente coger la mitad, no sé cuanto sería, nos merecíamos resarcirnos por los sinsabores proporcionados por aquella casa, o mejor por su dueño. Soy muy mala calculando, así que la mitad me pareció poco y cogí algunos billetes más. Los escondí en el tetero y con mucho cuidado busqué el hueco de donde habría caído la caja y la posé de nuevo. La mala fortuna hizo que resbalara con uno de los leños pegándome un coscorrón en la cabeza desmayándome. Toño me encontró tendida y sacándome del hueco del hogar me llevó al jardín para airearme y que espabilara un poco.
El resto de la semana la pasé recostada en una tumbona, recuperándome del desmayo y del cansancio, preguntándome de donde coño habría salido el dinero que apareció en mi sujetador, no lo recordaba pero tampoco dije nada a Toño por no parecer tonta de remate. El día de partida llegó temprano el supuesto dueño con una amplia sonrisa, el chalet estaba en perfectas condiciones y listo para ser alquilado por un precio más alto, según dijo. Me dieron ganas de tirarme a la yugular, pero Toño que es pacífico me lo impidió, le hice chantaje con no devolverle las llaves sino me reintegraba parte de lo pagado debido a nuestro obligado trabajo, en señal de buena fe me dio un tercio de lo abonado. Ya en el coche listos para partir se le ocurre preguntar si en nuestra limpieza no habíamos encontrado una pequeña caja de caudales, ahí fue cuando mi cerebro recuperó la memoria. No sé de donde surgieron mis dotes de actriz pero con aire inocente le respondí que no, que ni idea, pero que siguiera manteniendo la casa tan limpia como ahora porque el año que viene volveríamos.









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