Los
sábados de verano son el mejor día del año. Saben a tortilla de
patata, bollos preñaos con el chorizo a punto de resbalar de las
manos y sidra dulce. Vamos siempre a un merendero con los primos.
También vienen compañeros de clase, con sus padres que trabajan
donde el mío. Creo que todos los padres trabajan allí.
A veces cuando jugamos al fútbol se nos cae el balón al río. Nos lanzamos a por él y acabamos todos chiscándonos. El agua fría os cortará la digestión, avisan algunas madres. Secamos los playeros al sol, en el prao donde antes nuestros padres escanciaron unas cuantas botellas de sidra. Ahora duermen la siesta, roncando a las moscas cercanas. Mientras, las madres arreglan el mundo al otro lado del Pajares.
A veces cuando jugamos al fútbol se nos cae el balón al río. Nos lanzamos a por él y acabamos todos chiscándonos. El agua fría os cortará la digestión, avisan algunas madres. Secamos los playeros al sol, en el prao donde antes nuestros padres escanciaron unas cuantas botellas de sidra. Ahora duermen la siesta, roncando a las moscas cercanas. Mientras, las madres arreglan el mundo al otro lado del Pajares.
Todo
huele a manzana, a calor, a restos de tortilla. A verano.
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