Nunca es tarde si la dicha es buena - Marian Muñoz

                                          Peluquería, Golpe A Secas, Estilista

 

 

¡Harta! Estaba harta de su mala estrella, con treinta y cinco vivía aún con sus padres. Sin trabajar, sin experiencia profesional en ningún campo, eso sí, dos carreras, cinco masters y un sinfín de horas de voluntariado. Se creía la más sensata de las trillizas, aunque la menos agraciada pero la más cariñosa.

Sus hermanas se habían marchado muy pronto de casa, la mayor de nacimiento fue tras los pasos de un chiflado que pintaba, se volvió punki, hippie o lo que hiciera falta menos formal. Tras llevar una vida alocada actualmente era marchante de un pintor afamado al que se rifaban las altas esferas.

La última de nacimiento desde bien pronto lo tuvo claro, quería ser peluquera. Le encantaba peinar, cortar y teñir el pelo a sus muñecas. Sin acabar los estudios fue de aprendiz a la peluquería del barrio, con el tiempo prosperó y ahora regenta un salón de belleza muy concurrido.

Sin embargo ella, obediente, comedida, buena estudiante, deseosa de agradar a sus padres y demostrar a sus hermanas que los caminos tomados no eran los adecuados, no tenía nada. Tras tantos años de estudios, de enviar currículos y presentarse a cientos de entrevistas, lo único conseguido era cara de amargada al no alcanzar su meta.

Sin meditarlo mucho, llena de coraje y enfado, fue a la droguería más cercana y en sus estanterías buscó entre todos los tintes el más chillón, un naranja. En casa tras cortarse el pelo a trasquilones se tiñó con aquel producto. Cuando terminó y al mirarse al espejo pensó, ahora mi suerte tendrá que cambiar porque si esto no funciona no sé qué más puedo hacer.

Con aquellas pintas de pelo zanahoria y corros de tinte por sus orejas y frente, contestó al teléfono de casa. La llamada era de la Empresa RSD una intermediaria de recursos humanos a la que había enviado sus datos hacía tiempo. La habían propuesto a un puesto directivo en el Banco de España y estos la habían aceptado. Tendría que presentarse en 48 horas en la Central de Madrid para hablar de las condiciones y firma del contrato.

¡Oh my God! Soltó asustada, alegre, temblorosa y temerosa al mismo tiempo ¿Qué iba a hacer con esas pintas? No lo pensó dos veces y tras ponerse el abrigo corrió calle abajo en dirección al salón de belleza de su hermana para pedirle auxilio e intentara arreglar aquel desaguisado.

Cualquier persona con la que se cruzaba la miraba extrañado y la entrada triunfal de una loca con pelo zanahoria en el salón fue imborrable. Su hermana no paraba de reírse y las clientas no cesaron de cuchichear.

Con mucha paciencia y mimo consiguió rebajar el tono del tinte para a continuación teñirle con un color lo más parecido al suyo. Le arregló los trasquilones dejándole un corte garçon de lo más moderno. Lo de la frente y las orejas fue más difícil de arreglar, pero a base de frotar y con algo de maquillaje, finalmente consiguió borrar todo rastro del naranja.

A la vista de su imagen normalizada logró tranquilizarse, agradeciendo a su hermana el trabajo y de mejor talante regresó a casa para preparar con esmero la entrevista de trabajo.

Su primer sueldo lo invirtió en invitar a toda la familia a comer en un buen restaurante, pidiendo perdón a sus hermanas por haberse creído más importante que ellas y reconociendo que el destino se lo labra uno cada día allá donde vaya.

 

 

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Primera piedra - Esperanza Tirado

                                          Subasta, Licitación, Ofertas, Mazo

 


Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos hay una larga fila de buhoneros, chamarileros, vendedores ambulantes, anticuarios y curiosos de todo pelaje y condición. La noticia ha corrido como la pólvora en la comarca. La subasta será de las que hacen época. O eso esperan los contratistas. Con los planos del nuevo edificio recién impresos, aguardan el resultado, expectantes. Ellos pujarán por alguna urna para colocarla dentro de la primera piedra de su nueva y moderna construcción. Como símbolo del fin y el principio de una nueva era.

 

 

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La vida es un fraude - Marian Muñoz

                                        Alkoghol, Narkomaniia


¡Que no señor guardia, que le digo la verdad! Iba paseando tranquilamente por el puente Segovia, cuando me percato que de pie en el pretil y mirando al vacío había un hombre.

Rápidamente me acerco para hacerle bajar y no se rompiera la crisma, pero ¿sabe Vd.? Al llegar me fijo que está tecleando en el móvil y se hace una foto a sí mismo, ¿lo quiere creer?

Llamo su atención para que me mire y le invito a descender de las alturas poniendo los pies en el pavimente del puente, en lugar más seguro. Pues que no, que se quiere morir porque dice que la vida es un fraude.

¡Pero hombre de Dios! Le digo yo, que la vida es muy bonita para perderla por una sin fustada. Pues que no, que se quiere morir, porque, además, después de todo lo que le han dicho en Facebook lo mejor es tirarse y acabar para siempre.

Oiga, no tengo ni idea que le han dicho en Facebook, le dije, pero seguro que lo ha leído mal. además ¿Hace caso Vd. a todo lo que le dicen? ¡Vamos hombre, sea razonable y bájese de ahí!

Y él erre que erre, se quería morir y contaba con chiquicientos me gusta, eso le daba ánimos para acabar con todo.

Pues ya ve señor guardia, yo no sabía cómo convencerle para bajarse y me daba la impresión que estaba esperando que alguien le salvase de aquella locura, porque no hacía más que mirar su móvil, deseando le dijeran que no lo hiciese, así que sin más preámbulos saqué mi móvil, me conecté a Facebook, le pregunté su nombre para pedirle amistad.

Por un instante quedó desconcertado, eso me indicó que iba por buen camino. Me lo dio, le busco y pido amistad, nervioso como estaba me acepta como amigo y comienzo a ojear su muro para ver qué demonios le pasaba.

Efectivamente veo un comentario suyo que decía “La vida es un fraude” y una retahíla de comentarios debajo que ni pa qué, oiga, que al principio sus amigos intentaban aliviar la pena que sentía, le aconsejaban y los más cercanos le invitaban a un café para que exteriorizara su malestar. Pero ya sabe que las armas las carga el diablo, al poco empezaron a escribir los amigos de los amigos, gente a la que, seguro que ni conoce, dándole la razón, que esta vida es una p… mierda y que para vivir así mejor tirarse abajo de un puente.

Tanto le comieron el coco, que allí estaba, haciendo caso a unos energúmenos desconocidos y encima le pedían se hiciese un selfie mientras saltaba.

Las tecnologías modernas son demoledoras con las personas de carácter débil, como era el caso, por lo que tuve que recurrir a toda mi inventiva para hacerle reflexionar y sacarle de ese atolladero.

Pude convencerle de que unos desconocidos no tenían derecho a mandar en su vida, que eso eran realmente los amigos de sus amigos, y la gente a quien realmente importaba le iban a ayudar a pasar el mal trance.

Verá, le dije yo, voy a escribir en su muro lo que ocurre y haré un llamamiento a sus amigos para que vengan y le apoyen a continuar con su vida, espere y verá lo que le digo.

Y así fue, hice un llamamiento mediante una foto del susodicho haciendo equilibrio en lo alto del puente, reclamando a todos sus amigos de verdad que se personaran allí y le demostraran que la vida puede ser dura, pero es mucho más llevadera si se cuenta con amistades sinceras, no esos personajillos que se entrometen en perfiles ajenos e intentan fisgar, malmeter y fustigar a gentes de bien.

Eso fue lo que ocurrió, el puente se llenó de amigos, conocidos, vecinos y hasta el Alcalde del pueblo se acercó al instante para intermediar en el asunto.

Unos le daban la razón en que la vida es un fraude y mejor perderla que sufrirla, otros le contestaban que no, que sólo se vive una vez y hay que aprovechar cada momento hasta que nos llegue el fin, pero no provocándolo uno mismo.

Y resultó que empezaron a enzarzarse en una pelea, unos contra otros, pero había unos terceros, cobardes a más no poder, que filmaban todo ese caos.

Hasta que llegaron ustedes y pudieron separar a los de la contienda, mientras los cineastas de turno se largaban por pies. Y el resto Vd. ya lo sabe señor guardia, al bajarse el presunto suicida, se le cayó el móvil al agua, y por desgracia, porque la vida es así de puñetera, le dio en la cabeza a un marinero que pasaba por debajo con su gabarra.

Sirva todo este asunto para darnos cuenta que sí, la vida es un fraude, pero hay que luchar contra él con todas las fuerzas, como hacen los de hacienda contra los ladrones y facinerosos que surgen de nuestras autoridades.

Y cuidadín con el Facebook, bueno, más con quien nos tratamos en él o nos ven, que un programa a fin de cuentas es impersonal y sólo refleja la forma en que lo usemos.

 

 

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Magia del escenario - Esperanza Tirado

                                          Magia, Varita Mágica, Sombrero

 

Para volver a meterse en el ataúd y finalizar su actuación pidió a la espectadora más joven y a la más anciana que le acompañaran en el escenario. Nadie se movió de sus butacas. El teatro se quedó en silencio. El Gran Mago se tumbó en el ataúd a esperar a que alguien se prestase voluntario. Poco a poco el teatro se vació. El mago se quedó allí. Rebautizándose como Mago Schrödinger. Aunque nadie volvió a verle. Ni vivo ni muerto.

 



 

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Bastón añejo - Marian Muñoz

                                            SPATSERKÄPP, 1900-tal. Övrigt - Övrigt - Auctionet                                  

 

 

El calor empezaba a molestar y con tanto humo alrededor no era capaz de vislumbrar nada en el hall de entrada a la mansión. Doña Umbrela histérica se abría y cerraba sin parar, presionándole intermitentemente contra su pequeño rincón, mientras que el negro Parapluie no cesaba de gimotear débilmente pidiendo socorro.

Miss Sombrilla la más joven, reaccionaba de forma más sensata que sus compañeros de paragüero, aunque no paraba de dar saltos e intentar llamar la atención. ¡La atención de quien, si allí no se veía nada ni a nadie! el humo inundaba todo el espacio y poco a poco las llamas relamían y consumían todo a su paso.

Comenzaba a asustarse, le parecía indigno que, tras una vida tan longeva, sirviendo de apoyo a seis generaciones de la familia, acabase convertido en cenizas.

Había sido más afortunado que sus compañeros de habitáculo, uno por uno fueron reemplazados tras quedar obsoletos según las modas, pero él, un Bastón añejo, de fina madera de caoba con empuñadura de plata, siempre había sido sostén y apoyo de los mayores, siempre habían contado con él desde hacía ya … bueno, ni recordaba cuanto, pero no importaba, él era uno más de la familia desde aquella ocasión en que le separaron de su parte central y le convirtieron en un elegante Bastón de apoyo.

Recordaba como si fuera hoy la caja en la que llegó, granate forrada con terciopelo para no sufrir desperfectos durante el traslado. No fue grata la acogida que recibió por parte de su primer amo, acostumbrado como estaba a recorrer mundo a caballo, una caída le había postrado en la cama primero y luego en una silla. Gracias a la firmeza que le proporcionó, consiguió la valentía suficiente para dar sus primeros pasos y poder dar otros más que le ayudarían a continuar con su vida en sociedad, dándole un toque de distinción empuñándole a él.

Siempre reposaba en el mismo habitáculo, un sencillo paragüero cuadrado labrado en bronce con el escudo familiar, sus compañeros habían sido diversos, ya fueran negros o de colores, lisos o estampados, grandes o pequeños, duraban escasamente unas pocas temporadas, si no se estropeaban eran cambiados por otros más modernos o más alegres, pero él siempre estaba allí, esperando a ser de nuevo usado por el más veterano de la casa.

En ese momento Doña Mercedes, una viejecita adorable y tranquila que le sujetaba con firmeza y suavidad. Su madera ya reseca de tantos años de servicio apenas tenías poros que ayudaran a sentir el rico perfume que ella exhalaba y del que se impregnaba cada vez que salían a la calle. Su actual dueña, antes de usarlo, le había renovado la goma que entraba en contacto con el suelo, ahora no vibraba ni rebotaba con el asfalto, su pisar era mullido y seguro.

Pero todo se iba al garete por un descuido ¡seguro!, la doncella que trabajaba en la casa era un continuo desastre, torpe, sudorosa y maloliente, todo el día revoloteando y no terminaba nada, menos mal que Doña Mercedes veía mal y no lo apreciaba, sino ya hubiera sido despedida nada más entrar.

Hay momentos en la vida que parecen ser el final a todo y no conseguimos ver más allá, algo así es lo que sentía nuestro querido Bastón, pensando que todo se acababa. Sintió primero sobre su cabeza de cisne y luego sobre su madera añeja unas finísimas gotas que en un instante se convirtieron en diluvio. Los bomberos arrojaban agua para sofocar el incendio y con premura sacaron de la casa a su ama, la enfermera y a la desastrosa doncella quizás la culpable de tamaño desastre.

Durante días la oscuridad fue total, salvo la tenue luz que finamente se filtraba entre los agujeros creados por el fuego entre teja y teja. Nadie habitaba la casa, todos en el paragüero estaban abotargados, tanto estrés los había decaído y no eran capaces de reaccionar. Doña Umbrela y Don Parapluie comenzaban a oxidarse, pues nadie había vaciado el agua acumulada en sus telas. Miss Sombrilla con una suave sacudida había conseguido esparcir su porción de agua, ya que al ser su tela más porosa logró que traspasara y no retenerla entre sus varillas. El Bastón añejo estaba muy preocupado por su supervivencia, la humedad producida por el agua estaba haciendo mella en su cuerpo, su empuñadura de plata se cubrió de una película negra y si no secaba pronto, su madera perdería firmeza y su tope de goma se pudriría.

Al cabo de unos cuantos días comenzaron a notar movimientos en la casa, unos hombres se llevaban muebles, ropas, telas, tal parecía que aquel hogar estaba siendo desmantelado. No tenían noticias de las mujeres y prestaban atención a todo cuanto allí acontecía. Finalmente, alguien se fijó en el paragüero, era el nieto de Doña Mercedes, que con mucha atención revisó a los componentes del mismo. Doña Umbrela y Don Parapluie fueron tirados al contenedor por estar completamente oxidados y no poder cumplir su función. Tras revisar a Miss Sombrilla la depositó con cuidado en una caja de cartón y en cuanto vio a nuestro querido Bastón añejo, maltrecho pero firme, le pasó un trapo a la empuñadura que débilmente volvió a refulgir, y lo posó en el maletero de su coche.

Tras una pequeña revisión, cambio de pie de goma y pulido de empuñadura en la joyería, fue recibido con júbilo por Doña Mercedes, de quien fue sustento hasta el final de sus días.

No temáis por nuestro Bastón añejo, sigue existiendo y sosteniendo a una anciana. No está con su familia de origen, pero vive en una Residencia pasando de mano en mano cada cierto tiempo. Es feliz porque se siente útil y, además, no tiene que compartir espacio con nadie, los ancianos no le dejan posado en ningún paragüero por temor a perderlo.



 

 

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Credenciales - Esperanza Tirado

                                       Muerte, Pantano, Río, Almas, Averno


Ahogado en la laguna, Caronte maldice a su último pasajero. Debería haberle pedido una identificación. Que no pagara no le gustó, pero últimamente tenía las cuentas en positivo. A pesar de todo su mirada torcida no indicaba nada bueno. Todos son almas perdidas, pero los hijos de puta lo son con todas sus consecuencias.


 

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