La cabra - Pilar Murillo


                                        

Cuando era pequeño le hacían cantar el “cara al sol”, Su educación fue de odio a lo desconocido, a lo extranjero, a lo diferente. Se alistó en la legión con diecisiete años, cuando apenas empezaba a afeitarse. Una vez allí, se dejó tatuar en sus brazos símbolos que le agradaban, como un Cristo y una frase patriota. Diez años después se dejó crecer la barba. Nadie sabe qué instrucciones hace, ni siquiera regresó al pueblo que lo vio crecer en sus primeros permisos. En una guardia, dio el alto a alguien que se acercaba, como no respondió disparó hacia donde se oían los pasos. Esta tarde hacen los honores a la pobre cabra que solo dijo “Beee” y luego cerró los ojos.




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