Puede
que si me preguntas hace diez años que si quiero que mi madre se
venga a vivir conmigo, te contestaría que no. Hoy no es que esté
encantada, pero la quiero y las dos estamos solas. No, no es que sea
como una veleta que un día piense una cosa y otro día otra, o según
venga el viento cambio de opinión. Ella no me molesta, lo que me
incomoda es tener que meter en mi casa cosas que no me gustan, ni sus
retratos de familiares del año la polca, ni su ficus, ni su
cubertería. Pero a ella sí, a ella la quiero conmigo.
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