La mosquita muerta - Cristina Muñiz Martín


                                          
  No sé por qué se puso así por aquel mosquito, mosquita para ser más exactos. Estábamos tumbados en la cama y ya le molestó su zumbido. Es su llamada de amor, le susurré al oído. Le fastidió mi comentario y fue cuando me di cuenta de su falta de romanticismo. Después le picó y yo le expliqué que era hembra, que solo ellas chupan la sangre para conseguir hierro y proteínas para sus huevos. Contestó que no le importaba y entonces me di cuenta de que no estaba preparado para ser padre. También le dije que debía de estar contento por ser el elegido, pues eso significaba que el octenol que exhalaban su aliento y su sudor la había embriagado. Por toda respuesta la aplastó de un manotazo. Lo dejé allí mismo, sentado en la cama del hotel, desconcertado, sin entender nada. Ahí fue cuando me di cuenta de que tampoco era demasiado inteligente. Lástima, porque su carrocería era de cine, pero en la vida hay cosas más importantes

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