No sé por qué se puso así por aquel mosquito, mosquita para ser
más exactos. Estábamos tumbados en la cama y ya le molestó su
zumbido. Es su llamada de amor, le susurré al oído. Le fastidió mi
comentario y fue cuando me di cuenta de su falta de romanticismo.
Después le picó y yo le expliqué que era hembra, que solo ellas
chupan la sangre para conseguir hierro y proteínas para sus huevos.
Contestó que no le importaba y entonces me di cuenta de que no
estaba preparado para ser padre. También le dije que debía de estar
contento por ser el elegido, pues eso significaba que el octenol que
exhalaban su aliento y su sudor la había embriagado. Por toda
respuesta la aplastó de un manotazo. Lo dejé allí mismo, sentado
en la cama del hotel, desconcertado, sin entender nada. Ahí fue
cuando me di cuenta de que tampoco era demasiado inteligente.
Lástima, porque su carrocería era de cine, pero en la vida hay
cosas más importantes
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