Crímenes amargos - Esperanza Tirado

                                 Diferencia entre homicidio y asesinato y las penas correspondientes

 

 

 

Con una piruleta como único consuelo, el detective dejó la escena del crimen. Esta vez no habían llegado a tiempo. ‘Parece que quien te quiere, te quiere mal, nena’, le escucharon murmurar al subirse al coche patrulla. 


 

 

                                                    Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Lado oscuro - Esperanza Tirado

                                          Desmantelan un quirófano clandestino que hacía aumentos de pecho y ...

 

 


El prohibitivo tratamiento de mi nieto me hizo pasarme al lado oscuro. Conocí a estafadores, usureros, traficantes de todo género; desde simple hachis hasta seres vivos, también de todo género y condición. La mía, sin embargo, no cambió ni un ápice. Mientras buscaba el camino y mi pequeño ángel se debatía entre la vida y la muerte, logré ver la luz. Desde un tugurio, mal llamado quirófano, conseguí mi propósito. Me había costado un riñón. Viendo a mi nieto jugar al fútbol desde la grada olvidé mis oscuras cicatrices.


 

 

                                               Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Día a día - Esperanza Tirado


                                           La Cuna Vacía: Comprendiendo y Acompañando el Duelo Perinatal desde la ...

 


Adiós, mamá, adiós hermanita. Qué pena que te fueras sin nombre. Con la de listas que habíamos hecho y la de regalos que nos habían llegado a casa para las dos. No sé qué hará papá ahora que mamá no está. Él sabe cocinar, la abuela también nos trae tápers los fines de semana, la chica que planchaba y me llevaba al cole viene mañana. Pero me siento un poco rara con tanto silencio en casa. Supongo que papá venderá la cuna y volveré a mi habitación con mis juguetes.



 

 

 

                                                   Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Lágrimas de niña - Esperanza Tirado

                                          Ayude a la anciana o anciana asiática en silla de ruedas eléctrica y use una máscara facial para proteger la infección de seguridad en el parque. - 169601262

 


Adiós, mamá, adiós, te quedas en buenas manos, le digo abrazándola. Aunque, lo que en realidad pienso, no se lo digo. Ella me mira con su sonrisa de niña que fue y vuelve a ser, y me da un beso en la mejilla. No te preocupes tanto, me dice, que estás adelgazando mucho. Y a los hombres no les gustan tan flacas. Mis lágrimas resisten. Le doy un último beso y la celadora del turno de tarde me sonríe. Ella ya está acostumbrada a estas despedidas.

 

 

 

 

                                                 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Tan a gusto - Esperanza Tirado


                                     Entierro, Ataúd, Funeral

 


El prohibitivo tratamiento de mi nieto, la hipoteca a treinta años de mi hija, la dentadura de mi santa, las deudas de juego de mi ahijado, que valiente sinverguenza… Todo eso me ronda por la cabeza mientras intento redactar un testamento que agrade a todos los que me sobrevivan. No me aclaro, porque nadie parece hacer méritos. Así que dejo los folios a medio garabatear y miro catálogos de ataúdes. Al menos que alguien esté a gusto en algún sitio.

 

 

 

 

 

 

                                                      Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Comm

ons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Deseos para un nuevo año - Esperanza Tirado

                                             Comida, Sopa, Menú, Cena

 


La larga cola de novicias que se estaba formando delante de las cocinas fue providencial. Con el frío de diciembre a nadie le apetecía estar mucho tiempo afuera. Así tardarían menos en repartir la comida a los residentes del refugio de enfrente. Comer caliente, dormir bajo techo, una ducha y ropa limpia. Podrían desear más. Regresar a sus países era en lo que coincidían todos. Pero ese ansiado regalo tendría que esperar otro año más.

 

 

                                               Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

                                           Arma De Fuego, Revólver, Bala, Pistola

 


Pagaba al asesino por el trabajo realizado, al repartidor que traía a casa el pedido del supermercado, a sus empleados de la lavandería y del restaurante de cinco tenedores que regentaba, a las ONGs a las que estaba asociado para reforestar el planeta o dar una mejor vida a niños que jamás conocería. Era un ciudadano ejemplar que cumplía sus obligaciones y saldaba sus deudas. 

No entendía cómo, en un momento de relax fumando en el callejón trasero de su local, un tipo apareció, apuntándole con una pistola. 

Algo de su mujer cabreada, farfulló antes de dispararle.

 

 

 

                                             Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Con todo el equipo - Esperanza Tirado

     

                                  Audio, Música, Sfa Jazz, Sonido, Onda


Mañana podrá comprarle sus malditos cuadernos, esa mochila extragrande con la cara de su cantante favorita, la sudadera más cool y el dichoso uniforme escolar. Que la adora, nadie lo pone en duda. Es su hija. Todo es por y para ella.

Lo que no soporta son esos audios, de tonito despectivo, que su exmujer le envía tras el de su hija.

Siempre odió los audios eternos del whatsapp; los señalaba como motivo de divorcio cuando se iba de cañas con los amigos después de cada partido.

Ahora, cada vez que tiene que escuchar uno, se le cae todo el equipo encima


 

                                                 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

 

Olvido - Esperanza Tirado

                                           Martillo y clavos imagen de archivo. Imagen de mejora - 44482255

 

 

 

Se apresuraron con el martillo y los clavos pero su alma consiguió escapar rumbo al inframundo. Allí practicaría sus maldades, torturando a todos los que alguna vez se cruzaron en su vida. Cuando dejaron los clavos sobrantes en la caja de herramientas descubrieron el ajo seco. Se miraron, temblando, esperando que en algún momento el cielo cayera sobre sus cabezas.

 

                                                 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Buena acción - Marian Muñoz

                                             Entérate de las ventajas y desventajas de realizar una prueba de ADN ...

 

 

 

 

Anabel estaba donde siempre había querido estar, dentro de un coche patrullando su ciudad, ayudando a sus vecinos e imponiendo orden. Desde que su madre falleció atropellada por un delincuente huyendo de la policía, decidió que su tarea sería atrapar a los maleantes. Soltera y sin familia después de fallecer su abuelo, quien se había hecho cargo de ella con mucho cariño, decidió pedir el turno de noche para que los compañeros pudieran dormir con sus seres más queridos. Además, lo de trasnochar no le importaba, solía ser un turno más tranquilo, tanto que en ocasiones se aburría. Solamente en época de fiestas había algún altercado, el resto del año la vigilancia era rutinaria.

Una noche fría de febrero pasando por delante de un cajero vieron a un hombre acurrucado bajo unos cartones, había temporal de nieve y fuerte viento, no podían dejarlo a su suerte. Al acercarse comprobaron que tiritaba, no parecía tener fiebre, pero su ropa no era precisamente de abrigo. Contactaron con el hogar del transeúnte solicitando una cama, por desgracia estaba lleno, igual que el albergue de peregrinos o la ONG de acogimiento temporal, debido a la climatología. Pese a la insistencia de su compañero, sus sentimientos le impedían dejarle allí. Con dificultad lo metieron en el coche patrulla para llevarlo al piso vacío de su abuelo que tenía puesto a la venta. Al menos disfrutaría de cama, mantas y un techo, ya vería al día siguiente como alojarle en otro sitio.

Cuando salió del turno y tras desayunar, se acercó a la vivienda llevando café bien caliente y algo de bollería, en ella no había nada que desvalijar, estando tranquila en cuanto a eso. El hombre aún dormía apaciblemente, optó por dejarle una nota rogándole que cerrara bien la puerta al marcharse. Antes de acostarse hizo algo de compra y puso una lavadora, como un día cualquiera. Al despertar comió algo y acudió un rato al gimnasio para después pasarse por el piso comprobando si ya estaba vacío y en orden. No fue así, le encontró sentado contemplando la calle, se había lavado y peinado, ofreciendo mejor aspecto que la noche anterior. Un saludo de cortesía llevó a una pequeña conversación, por deformación profesional además de impaciencia quiso averiguar su nombre y si iba camino de algún lugar.

A pesar de la conversación relajada se intranquilizó cuando preguntó de quien era la vivienda. No pensaba decírselo ya que no le incumbía en absoluto, se hizo la tonta intentando sonsacarle, pero al comentar él que la casa había sido de su familia, pues sus padres la habían comprado recién construida y él mismo había vivido en ella. Dijo reconocer los escasos cuadros de las paredes y la cama donde había dormido, ya que fue la suya mientras vivió bajo aquel techo. Repentinamente saltaron alarmas en la cabeza de Anabel, se puso a la defensiva y aunque no iba de uniforme, le exigió el DNI, debía imperiosamente comprobar quien era, si realmente aquella había sido su casa temía que estuviera delante de su padre desaparecido hacía veinticinco años. Su madre fue abandonada dos semanas antes de casarse, con todo preparado y sin saber que estaba embarazada. Le esperó toda su vida, le amaba con locura y siempre hablaba bien de él, pero después de muchos años de silencio, su abuelo y progenitor del desaparecido instó le dieran por muerto. ¿Sería su padre? dudaba qué hacer. No tenía tiempo de pedir explicaciones ni oírlas ya que en un par de horas empezaba su turno. Al día siguiente descansaba, si aún seguía en la casa entonces podrían hablar. Aplazó la conversación, le dio llaves y algo de dinero para comprar comida. Le sugirió que buscara algo de ropa en el armario si quería cambiarse, pidiéndole que si marchaba le dejara la llave en la cocina y cerrara bien la puerta, y si seguía en ella al día siguiente, charlarían largo y tendido.

Por suerte el turno fue tranquilo, no pudo quitarse de la cabeza la imagen de su supuesto padre. Sin comentarlo con nadie decidió cogerle una muestra de ADN para cotejarla con el suyo, no tenía nada claro quién sería aquel sujeto. Al finalizar su trabajo pasó por casa recogiendo el otro juego de llaves, llevo nuevamente café y pasteles, si estaba se los daría, sino se los comería ella. Pero sí, allí seguía durmiendo apaciblemente con un pijama del abuelo. La situación la tenía en ascuas, aprovechó para llevarse un vaso. Sin perder tiempo lo dio a un compañero de la científica pidiéndole el favor y explicando la razón por la que debería guardar silencio. Los análisis tardarían al menos quince días, pero uno más simple era viable en cuarenta y ocho horas, suficiente para saber si eran familia o no.

Antes de informarle de su supuesta relación familiar, le pidió contara su vida y el motivo de andar por la ciudad. Había dejado a una novia plantada y a su padre, cuando fue amenazado de muerte por un tema de drogas. Estuvo rodando por el país, trabajando en lo que surgía para ir tirando, le habían ofrecido un curro en una localidad cercana y acordándose de los suyos le entró melancolía, decidiendo volver a casa, sin saber si sería bien recibido o si seguían vivos. Le pareció sincero, aun así, con alguna reticencia le narró cómo su madre había esperado toda su vida sin saber si estaba vivo o muerto, como su padre las acogió y las ayudó hasta su fallecimiento hacía tres años y como se había quedado huérfana a los ocho por culpa de un delincuente. Turbado se quedó sin habla. Anabel desconocía qué pasaba por su cabeza, pero le rogó que dejara de dar tumbos y honrara la memoria de las personas que tanto le habían querido, su abuelo y su madre.

No descansó mucho debido a la indignación y el inesperado encuentro con su padre. Estuvo un par de días sin visitarle, al fin y al cabo, la casa era casi suya y no creía que fuera a hacer nada peligroso con ella. Por fin recibió los resultados previos de los análisis dando negativo, no eran parientes ni de lejos. Estaba desconcertada, su madre siempre le había hablado maravillas de aquel hombre, fue un amor a primera vista y jamás había estado con otro, lo amaba y nunca le habría mentido en eso, no tenía motivos para hacerlo. Dando vueltas al problema tomó la decisión de buscar algún objeto del abuelo que aún pudiera tener su ADN. Seguía guardando en su casa el neceser de cuando estuvo ingresado, quizás en el peine o la cuchilla de afeitar pudiera haber algún resto. Se lo pasó al compañero de la científica por si podía obtener algo. Dos días después el resultado fue positivo para su supuesto padre y el abuelo, era su hijo y ella no tenía ninguna relación con ellos, desconcertándola aún más, ¿Quién podía ser ella? El abuelo la había acogido como su nieta, su madre nunca la habría mentido en algo tan importante, fue una buena mujer, cariñosa y sensata, algo no cuadraba. Los siguientes días iba como ausente en el coche patrulla, su compañero no paraba de preguntarle el motivo de estar tan distraída. Salvo cuando tenían alguna actuación el resto lo pasaba pensativa buscando una salida a su dilema. ¿Quién demonios era mi padre?

Una posible respuesta la encontró una mañana en el televisor de la cafetería, en Zaragoza, una joven pedía indemnización por haber sido intercambiada al nacer. ¡Tate, y si era su caso! Se acercó al hospital donde nació para intentar informarse, conocía sobradamente la ley de protección de datos, pero al menos sí podrían informarle cuantos partos hubo el día de su nacimiento. Y ¡bingo! Sólo dos y fueron dos niñas. Acudió a un abogado amigo contándole el caso para ver si podía iniciar un expediente de afiliación, dejando muy claro que, si hubo un intercambio accidental, no pretendía ni saber quién era su familia ni reclamar nada, lo único que interesaba era la certeza de si hubiera podido ocurrir, ya que estaba contenta con su vida actual y la pasada, pasada estaba. Los trámites duraron dos interminables años, los que su supuesto padre, desconocedor de los hechos, se portó correctamente, trabajando en una empresa de limpieza y llevando una vida ordenada. Mantenían buena relación esporádica, quitando finalmente el anuncio de venta del piso del abuelo.

Llegó el día de hablar con el juez, tras responder a sus preguntas le permitió explicarle que su única pretensión era conocer si hubo intercambio de bebés, no deseaba alterar la vida de la otra familia ni la de la otra hija, tampoco reclamar, tan sólo conocer la verdad. La otra hija no quiso colaborar, pero la madre ofreció dar su ADN para cotejarlo, se compararon los resultados que ella tenía con las muestras del juzgado, y efectivamente hubo cambio de bebés. Creyó que su alivio daría paso a una tranquilidad, nada de eso, no hacía más que imaginar si tendría hermanos, primos y tíos, o quizás era hija de un maleante.

Cuando la resolución fue firme llamó su abogado, al parecer su madre biológica había solicitado, si era posible, un encuentro. Fue tal la sorpresa que le aconsejó pensarlo detenidamente. Optó por decir que sí, no quería permanecer el resto de sui vida fijándose en las personas con las que se cruzaba en la calle intentando reconocer a su familia. Nervios a flor de piel, expectativas bajas por si recibía una decepción. Todo fue genial, acudió su madre con su hermano pequeño, ambos deseaban conocerla, eran una familia acomodada, su padre había fallecido y la otra hija no quería saber nada de sus padres biológicos inmersa en los preparativos de su boda con un afamado empresario. La sensación fue de conocerse de toda la vida, como si nunca les hubieran separado, sobre todo cuando comentaron ser igualita a la abuela materna. Le ofrecieron parte de la herencia del padre fallecido, la rehusó considerando que no le pertenecía. Quedaron en verse de vez en cuando, sin que lo supiera la otra hija. Les tranquilizó sobre cómo habían sido sus padres y que a pesar de pasar apuros económicos salieron adelante. Por fin podía dormir tranquila, sigue relacionándose con su supuesto padre y su familia biológica.

¡Hay que ver como de una buena acción se pudo tener tan buen resultado!

 

 

                                               Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Que tonta he sido - Marian Muñoz

                                         Hermosa Y Activa Pareja Joven Excursionismo En La Montaña O Hombre De ...

 

 

 

Era nuestra primera excursión primaveral, tras remitir el frío invernal nos animamos a subir al monte. Un día espectacular, mucho sol y pocas nubes animaban en las terribles pendientes a las que aún no estábamos acostumbrados. El aire tan limpio ayudaba en cada parada a bajar el ritmo de nuestra respiración. Unas pocas horas después llegamos a una explanada donde extendimos la manta sobre la hierba y antes de sacar nuestras provisiones de las mochilas paramos a disfrutar del paisaje.

El sol calentaba nuestras espaldas al estar el cielo sin nubes, abajo se divisaba lejano el valle, se apreciaban tres pequeñas poblaciones apenas separadas por un par de kilómetros. En las cimas de alrededor aún quedaban neveros brillantes, una instantánea para enmarcar y guardar en la retina. El momento mágico se rompió cuando Alex me instó a ponerme en pie, dándome una de sus fiambreras para que la abriera. En su interior había una cajita, ante mi asombro la cogió con sus manos y poniéndose de rodillas me pidió casarme con él.

Era una sortija preciosa, pero más lo era su cara de felicidad. Fue un momento de tierra trágame, siempre he odiado esas peticiones de mano, me parecen absurdas, fue como poner un borrón negro en aquel maravilloso paisaje. Si, me pilló por sorpresa, no habíamos tenido tanto trato de pareja como para dar ese paso, estuve tentada de decirle ¡no, para más adelante! pero viendo su expresión de dicha inmensa, su sonrisa abierta a la par que su mirada, se me puso un nudo en la garganta y con la cabeza dije que sí.

Con un beso sellamos el instante y tras una frugal comida pudimos brindar con una pequeña botella de cava. Debería haber sido una ocasión dichosa, pero enseguida se truncó al acercarse primero una cabra, luego otra y parece que el olor de nuestra comida atrajo al rebaño. Recogimos apresuradamente y regresamos ladera abajo, Alex saltando eufórico como si fuera un cabritillo más y yo más prudente con pasos cortos más seguros.

Nos conocíamos de hace muchos años, fuimos compañeros de colegio, luego de instituto perteneciendo a la misma pandilla, no fue hasta un día que todos querían ver una película de vampiros y me planté porque soy muy miedosa, a él tampoco le hacían gracia, y pasamos el rato en un parque cercano tomando un helado. Aquella tarde me pidió salir en pareja, comenzando nuestra relación. No hacíamos nada especial, pasear, tomar algo, ir al cine, nos dábamos algún beso, alguna caricia en la oscuridad del portal, por eso en mi cabeza aún no habían nacido sentimientos más profundos que una simple amistad con derecho a roce.

La fiebre del matrimonio le pilló bien fuerte, dos días después llamó excitado, había planeado ya nuestra fecha de boda, donde iba a ser y cuantos nos iban a acompañar. Sentí rechazo, pero cómo iba a negarle un motivo de tanta dicha, como podía decirle que iba muy rápido si apenas me dejaba pensar y sentir lo que él estaba deseando. Por tonta cedí y tiramos para adelante llevados por su ímpetu de celebración.

Había estudiado derecho y trabajaba en un bufete del centro, mientras que yo ejercía de maestra de primaria en un colegio, ambos muy ocupados por semana y cuando nos veíamos hacíamos excursiones visitando parajes naturales donde relajarnos. Pero el relax duró poco, tenía dotes de mando porque hizo un planning de nuestra boda, Alex decidía y yo ejecutaba al tener las tardes libres.

La iglesia de Nuestra Señora de Begoña, llámales y pregunta por las fechas del año que viene, me dijo. Bueno, no me parecía mal que fuera por la iglesia, ambos estábamos bautizados, hicimos la primera comunión y la confirmación, no me disgustaba la idea. El templo estaba cerca de nuestras casas además de tener un bonito interior. Pedí cita y me acerqué.

Para el restaurante vete hasta El Bosque a las afueras, tienen salones bastante grandes. ¿Cuántas personas crees que seremos? - Pregunté, había oído que era bastante caro. Respondió que unas doscientas o trescientas. Quedé parada, ¿de dónde se suponía que íbamos a ser tantos? Sus padres y abuelos, sus hermanos con sus parejas más los consuegros de sus padres y los cuñados de los hermanos con sus parejas, los compañeros de trabajo de su padre que llevaba años jubilado, sus compañeros de trabajo, más los de la facultad, los de la pandilla, sin olvidar tíos y primos con sus respectivos. Le pregunté si también irían los vecinos (en plan de coña), respondió ¡qué buena idea! Pues también, los tuyos y los míos. Le espeté que iba a salirnos el banquete por un ojo de la cara y no disponía de tantos ahorros. No te preocupes la boda la pagan los invitados, suelen regalar el importe de su cubierto.

Las invitaciones vete hasta la imprenta Barrera, trabajan bien y tienen buenos precios además de ser puntuales, también me acerqué.

El vestido pásate por Marietta boutique, mis hermanas lo compraron allí y son espectaculares. Pues sí, me pasé, confieso que nunca había imaginado mi boda, mucho menos mi traje, pero los del escaparate y los mostrados en su interior estaban trasnochados además de súper caros. Quedaron en avisarme cuando llegaran modelos más actuales.

En cuanto al viaje de novios ese lo pago yo (menos mal pensé) nos iremos a New York, es un antojo que tengo desde pequeño, acércate por la agencia de viajes Tour Malen e infórmate, que dure una semana con un par de excursiones y el hotel Regentt con vistas a Central Park. Como soy muy disciplinada, también me acerqué, pregunté y quedé en volver para escoger fechas.

Tengo que decir que mi futuro marido es de lo más organizado, con ideas súper claras y con dotes de ordeno y mando. No sabía si esto último me iba a gustar, pero tan rápido iba que apenas tuve tiempo de procesar y pensar. Lo que nos quedaba era nuestro nidito de amor, lógicamente también lo solucionó. He encontrado un chollo, dijo. Rubén me ha contado que se marcha a Australia con un contrato de diez años y nos deja su piso en el centro, el único alquiler son los gastos de luz, agua y comunidad, porque quiere que alguien se lo cuide en su ausencia y qué menos que nosotros. Ya claro, el pisito está a dos manzanas de tu trabajo, pero yo tengo el colegio en la otra punta de la ciudad. No te preocupes, volvió a decir, hay un autobús que para delante de casa y te lleva directo hasta el colegio. Respiré profundamente viendo que todo lo controlaba y todo lo tenía pensado. ¡Qué detallista!

Le hice prometer que no diría nada a nadie hasta tener fecha y todo comprometido, no quería tener a familia y amigos encima preguntando insistentemente cuando era la boda. Menos mal, me hizo caso e inicié los trámites. Primero la fecha en la iglesia con su correspondiente cursillo prematrimonial, después reservar restaurante. Las invitaciones debían ser las primeras, sólo quedaba mi traje escogido por catálogo y faltaba confeccionar. El viaje también era cosa mía, al día siguiente de la boda volaríamos rumbo a New York, un porrón de horas de vuelo para disfrutar de una ciudad mágica.

Inesperadamente comencé a pensar si nos iría bien como pareja, nunca habíamos estado veinticuatro horas juntos, nunca habíamos dormido juntos fuera de nuestras casas y nuestra relación se nutría de besos, abrazos y caricias, empezando a preguntarme si seríamos compatibles como esposos. La inquietud anidó en mi corazón, aunque lo olvidaba en cuanto nos encontrábamos mostrándose feliz y dichoso pensando en nuestro futuro próximo.

Una noche la almohada me aconsejó adelantar el viaje a la boda, estando una semana juntos y lejos de casa comprobaríamos si éramos compatibles. Utilizaría cualquier excusa y con lo entusiasmado que estaba no creía que pusiera pegas. Hablé con la agencia y lo adelanté dos semanas, teníamos todo ok, solo faltaba hacer la solicitud del visado. Sabía que aquella tarde él estaría en el piso para supervisar si necesitábamos comprar algún electrodoméstico, vajilla o ajuar de cama. Me presenté sin llamar al tener llave, abrí sigilosamente para darle una sorpresa. En el hall de entrada oí ruidos que provenían del dormitorio. Me acerqué de puntillas, la puerta estaba abierta de par en par y sobre la cama Alex en pulguina encima de Rita la ex de Rubén, ambos jadeando, gimiendo y contoneándose al ritmo de su orgasmo. Avergonzada reculé, haberlos pillado me sabía mal, salí en silencio tal como había entrado, ni siquiera usé el ascensor para que nadie me viera. Bajé las escaleras en shock, no sé cómo no me maté. En la calle cogí el bus hasta casa, durante el trayecto no cesaba de oír jadeos, gemidos, tanto fue así que más de una vez miré a mi alrededor por si me seguían.

Apenas cené aquella noche, quería llorar sin conseguirlo, como si me hubieran quitado una losa de encima, me sentía más ligera y no entendía el motivo. No pegué ojo en toda la noche, la más larga de toda mi vida, estaba en shock y no lo sabía. Al día siguiente como si nada le llamé para pedirle datos y rellenar el visado, presenté las solicitudes y seguí como siempre. Al cabo de una semana desperté sabiendo cuál iba a ser mi siguiente paso en la relación. Llamé a todos para anular las reservas, increíblemente me sentí todavía más ligera ¡teníamos que hablar!

No tuve tiempo a comentarle nada porque la chica de la agencia llamó recordandome que pasara a recoger los billetes ya que el viaje era dentro de dos días. ¡Se me había olvidado! Bueno, debía convencerle de ir y en el viaje hablaríamos largo y tendido. Llamé a mi prima Anuska por si necesitaba ayuda, llevaba dos años en la City trabajando en un banco español. Conseguí convencerle que el hotel nos había ofrecido cambiar las fechas sin coste alguno, al tener lleno debido a una convención internacional de médicos. Tragó, hicimos las maletas y nos embarcamos en el avión. Entre los nervios de ambos y la ilusión del viaje nos relacionamos como siempre, fue cuando me di cuenta que le amaba, le adoraba, estaba enamoradisima de él, no quería perderle por nada del mundo. Convencida que su amor era lo que más me importaba.

Llegamos al aeropuerto de New York, recogimos nuestras maletas para pasar la aduana, en la cola se interpuso una pareja mayor, yo iba delante y pensé dejarles pasar, pero él me dijo que siguiera, nos veríamos fuera. Pasé la aduana y salí a la zona de llegadas, detrás lo hicieron la pareja y cuando me volví para verle, estaba siendo conducido por un policía al interior de la zona de aduanas. No me preocupé porque se defiende muy bien con el inglés, sería algún trámite aleatorio y nada más. Esperé en la terminal durante tres interminables horas, mandé wasaps, SMS, llamadas y no tenía contestación. Cansada y hambrienta supuse que habría salido por otra puerta, esperándome en el hotel. Cogí un taxi y me planté allí. El recepcionista me informó que aún no había llegado, angustiada dejé la maleta en la habitación, bajé a comer algo y llamé a mi prima contándole lo que pasaba.

Ni ella ni yo conseguimos contactar con Alex, no quería llamar a su casa para no alarmarles, imaginamos que se encontraría bien y nos pusimos a disfrutar de la ciudad llevándome a lugares emblemáticos de Manhattan. La cama era King size, quedándose a dormir conmigo en el hotel, la visión del Central Park cada mañana era una maravilla, reconozco que me olvidé de Alex durante esos días. Cuando por fin regresé a casa, al encender el móvil compruebo con asombro que tengo un montón de mensajes de audio de Alex además de unas cien llamadas de teléfono. Me había olvidado de poner el roaming y no había llegado ninguna.

Una vez instalada en casa de mis padres, llamo para ver cómo esta y lo que había pasado. Menuda bronca me echó, gritando, insultando y diciendo que me iba a denunciar y lo iba a pagar muy caro. Tan relajada estaba que respondí educadamente, pedí me contara que le había pasado pues estuve horas en el aeropuerto esperándole, también en el hotel, muerta de miedo y llorando al no saber dónde estaba ni que le había pasado. Por supuesto no dije nada de Anuska ni de las excursiones, no era el momento. Al parecer su visado estaba mal cubierto y alguna respuesta decía que estaba pensando matar al presidente y que sufría de sarna y viruela del mono. No daba crédito, le juré y perjuré que no había puesto nada de eso, pero no me creía. Furioso rompió conmigo porque además se enteró de la cancelación de los planes de boda en la iglesia, restaurante y demás. Desconocía cuál era mi juego, pero no le importaba, quería que le devolviera la sortija y las llaves.

No habiendo vuelta atrás quedamos en el piso para entregárselo todo unos días más tarde, justo el día que se suponía nuestra boda, nos reencontramos. No parecía más calmado, al contrario, seguía hecho una furia, estuvo dos días en una celda como un delincuente hasta que pudo comprar un billete de regreso, apenas le dieron de comer y no se pudo asear, sin saber la causa hasta que le dieron copia del visado y lo leyó. Enfadado como estaba pedí perdón, por supuesto podía denunciarme, pero antes de despedirnos le rogué que me escuchara, aunque sólo fuera por que aún le amaba, aunque no lo creyera.

Expliqué que estaba enamorada, que él había ido muy rápido en todo el proceso y apenas pude asimilarlo. Íbamos a casarnos sin haber compartido ni siquiera un día entero juntos y tenía dudas sobre cómo nos llevaríamos después de la boda. Pensé que adelantar el viaje con cualquier excusa sería buena idea para disfrutar de una convivencia y confrontar nuestros caracteres, por eso cambié la fecha. En la agencia me instaron a cumplimentar el visado al ser necesario para entrar en Estados Unidos, como sabía que estabas en el piso vine hasta aquí para darte una sorpresa, pero me la llevé yo al verte follando a Rita en la que iba a ser nuestro lecho conyugal. Los jadeos y gemidos vuestros me duraron días en mis oídos además de la visión continua de vuestros cuerpos desnudos. Estuve en shock, en ese estado seguí actuando como si nada hubiera pasado, rellené el visado, quizás puse algo que no debía, pero ya te digo que estaba en shock. Días más tarde me di cuenta de la gravedad de la situación decidiendo anular la boda, quería hablarlo en persona, debíamos aplazarla hasta que decidieras si querías más a Rita o a mí. Pero llamaron de la agencia para recoger los billetes, pensando que el viaje sería una buena oportunidad de hablar y razonar cual era nuestra situación. El resto ya lo sabes, pasé muy mala semana, malcomí y no paré de llorar por tu ausencia, ahora comprendo cual fue el problema y te pido perdón.

Pudo denunciarme, pero el tirarse a Rita iba a hacerse público si lo hacía, el hacerme la victima de algo me valió. Ese día me di cuenta de lo tonta que había sido, me dejé manipular sin apenas pensar, no se le pasó el cabreo y nunca más me habló.

Inesperadamente Rubén regresó enseguida de Australia porque en las antípodas no se encontraba muy a gusto, vendió el piso a Alex y según ciertas lenguas lo ha convertido en un picadero, claro tan cerca de la oficina le resultará más fácil.

En cuanto a mi confieso que tuve boda, más discreta y menos pomposa, vivimos en una casita a las afueras y estoy embarazada de mi primer hijo, estoy segura que Rubén será un padre estupendo.

 

 

 

 

 

                                                    Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Necesita mejorar - Esperanza Tirado

                                          Qué hacer si nos encontramos un pájaro bebé que se ha caído del nido (2023)

 

 

 

Adiós, mamá, adiós. Me despido una vez más, pero mis alitas no se coordinan tal y como ella me enseñó. Subo unos metros, todo bien. Pero al mirar hacia mi casa-nido donde está ella me desestabilizo. Veo el pico torcido de mi madre, entre enfadada y asustada. Después, una fuerte racha de aire me hace girar como una peonza. Caigo sobre las duras raíces de un árbol. Y desde abajo no veo ni a mi madre ni mi nido ni mi árbol. Me duele todo. Tengo que volver. Pero necesito mejorar mi sentido de la orientación.

 

 

 

 

 

                                                     Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

 

 

 

No me salen las cuentas - Marian Muñoz


                                             Más de 1 000 imágenes gratis de Calculadora y Contabilidad - Pixabay

 

 

 

 

 Llegó el turno de Loli, nerviosa se puso en pie para dirigirse al grupo y leer su trabajado estudio sobre los impuestos. Atrás había quedado su fuga de casa para vivir con el Mariano, vecino de toda la vida que la trataba con mimo.

Al principio la escuela no se le daba mal, gustaba de leer y escribir letras sobre todo por enterarse al tener una revista delante. En cuanto empezaron los números fue otra cosa, que si ponerles un – o un + y ya ni te digo un % o ( ) no podía con aquello y se escapó para vivir su amor y olvidarse de estudiar. A su familia no le pareció bien pero donde había ocho bocas si faltaba una, tocaban a un poco más.

El Mariano tan sólo la llevaba un año, muchacho espabilado entró de aprendiz en un taller de reparación de vehículos, poco a poco ascendió a oficial y cuando sus vástagos fueron mayores consiguió el puesto de encargado.

En el momento que Loli ahorró lo suficiente para el vestido, se casaron, de blanco y por la iglesia como Dios manda y la habían criado, que ella no había conocido a otro hombre que no fuera el su Mariano y a pesar de las estrecheces continuaban queriéndose como siempre. El sueldo no daba para mucho, tenía voluntad en dosificarlo, pero tres chiquillos comen, visten y calzan además de gastar en medicinas, como si no hubiera un mañana. Llegar a fin de mes era toda una aventura, el último día el monedero sólo guardaba calderilla, la cual contaba y juntaba para tratar bien de usarla.

Insistieron mucho a sus niños que estudiaran y así poder prosperar en la vida, al menos llegarían a fin de mes con holgura, esa fijación ambos la tenían. Cuando los tres se independizaron aún les quedaba cuerda para rato, aprovecharon para aprender todo aquello que en juventud habían dejado de lado.

Loli se apuntó a la Asociación de Amas de Casa, la cuota eran sólo cinco euros al mes y en sus reuniones aprendía a cocinar, utilizar la lavadora y otros electrodomésticos con tino, además de manejar el móvil o llevarlas de excursión a ver museos, parajes naturales o charlas formativas de diversa índole.

Lo mejor eran las dos veces por semana meriendas culturales, pagadas por la propia asociación. En aquel trimestre se había apuntado a un taller de economía, su promotor un Inspector de hacienda aconsejaba sobre cuentas, impuestos y sistemas de ahorro, además de nociones básicas para sacar máximo provecho a la cartilla del banco. Al final del mismo debían hacer un trabajo que Loli estaba a punto de leer a sus compañeras del taller:

Me han resultado muy útiles las clases impartidas por el maestro inspector, he anotado cuidadosamente cada consejo, cada concepto y sobre todo formas de llevar las cuentas en casa, porque cuando llego a fin de mes siempre ando rebuscando en los bolsillos del abrigo, chaquetas o pantalones por ver si alguna moneda o maravilloso billete se ha quedado atrapado entre los pliegues. Algo me ha llamado mucho la atención, que además de desconocer, me ha hecho comprender el motivo de mi falta de pecunio en este mundo y son los impuestos, tasas y otras imposiciones de la administración, me vais a permitir que os relate cuales son:

Quizás el más famoso sea el IVA, hagas lo que hagas, lo pagas.

Luego tenemos IRPF ESTATAL e IRPF AUTONÓMICO un descuento añadido para tu esfuerzo retribuido.

Espera que aún hay más, si te fijas bien hay unos cuantos descuentos por Contingencias Comunes, Desempleo, Fondo de Garantía Salarial (FOGASA), Formación Profesional y el recién llegado MECANISMO DE EQUIDAD INTERGENERACIONAL (MEI).

Por descontado si te has atrevido a ser trabajador autónomo, el IMPUESTO DE ACTIVIDADES ECONÓMICAS es otro más.

Si gracias a tus horas de trabajo te enriqueces, te espera el IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO o el de GRANDES FORTUNAS.

SUCESIONES (cuando se hereda) DONACIONES (cuando te dan), vamos que la administración te da por todas partes.

Si a pesar de todos esos estacazos has conseguido un techo en propiedad bajo el que cobijarte, tendrás que abonar el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles), si por modesto que sea lo has comprado, TRANSMISIONES PATRIMONIALES habrás pagado, y espera que aún te falta nuestra la famosa PLUSVALÍA MUNICIPAL.

Ahora empieza la calderilla, ALCANTARILLADO, BASURA, CANON DE SANEAMIENTO, TASA DE VIVIENDAS VACÍAS, CERTIFICADO ENERGÉTICO, si no quieres alumbrarte con velas el IMPUESTO ELECTRICIDAD ese que el estado regala a unos tras cobrárselo a otros. Si además quieres poner bien bonito tu nidito de amor, apochina la LICENCIA DE OBRAS, sin olvidar al NOTARIO y al REGISTRADOR DE LA PROPIEDAD quienes también quieren cobrar.

En caso de motorizarte, pagarás VIÑETA, IMPUESTO DE MATRICULACIÓN, la ORA si quieres aparcar en ciertas zonas de la ciudad o la tasa para traspasar el BOLARDO si no es tu calle por donde conduces, espera que cada vez que pases por la gasolinera el de HIDROCARBUROS incluido también en la factura del gas. La ITV o el DISTINTIVO AMBIENTAL para que finalmente puedas circular.

INTERNET es una obligación impuesta por la Administración ESTATAL, AUTONÓMICA O LOCAL, hasta para acudir al médico o incluso pagar sus queridos impuestos, un despropósito porque con él sólo se lucran empresas tecnológicas (algún chanchullo habrá).

Bueno tampoco olvidemos al BANCO que nos obligan a tener una cuenta tanto para recibir nosotros como para recibir ellos y estos sí que se lucran bien de nuestros caudales.

Cuando te estas divirtiendo más impuestos sigue habiendo, BEBIDAS ALCOHOLICAS, TABACO, TASA TURÍSTICA, AEROPORTUARIA, BEBIDAS AZUCARADAS, BINGO, LOTERÍAS, COTO DE CAZA, y las famosas BOLSAS DE PLASTICO.

Algo tan imprescindible como el DNI, el PASAPORTE o el certificado de PENALES también te cobran tasa, sin olvidar tampoco que nuestra última morada serán nuestros herederos quienes paguen la TASA DEL CEMENTERIO O LA CREMACIÓN.

Posiblemente me haya olvidado de alguno, insinúan que son por nuestro bien, para hacer carreteras llenas de baches y socavones; Hospitales y Centros de Salud donde te dan largas cuando más enfermo estas; alumbrado, limpieza de calles, parkings disuasorios en el quinto pino, fiestas patronales y, sobre todo, que nuestros queridos y bien amados políticos estén rollizos y contentos con sus ¿bien? Ganados emolumentos. ¿Entendéis ahora porque no me salen las cuentas?




 

 

                                                   Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Jaque - Esperanza Tirado

                                        ImagesList.com: Black Flowers, part 2

                                           

 

Pagaba al asesino por el trabajo realizado a lo largo del mes en curso. Después acudía a los cementerios y dejaba ramos de flores negras en las tumbas de los peones eliminados. 

Él era el rey del tablero. Todos debían rendirle pleitesía y jugar según sus reglas. Si no, ya conocían el castigo. 

Alguno, a pesar de todo, se atrevía a cruzarse en su camino, intentando llevarse la preciada corona para ganar la partida.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Un asunto de narices - Marian Muñoz

                                                Un libro: Relatos cómicos de Edgar Allan Poe


Desde que recuerdo tanto mi mellizo como yo hemos sido siempre destino de burla y chanza a causa de nuestra abultada napia. De niños si éramos parientes de Dumbo o Pinocho, después si de Cyrano de Bergerac o Luis de Góngora, todos se pitorreaban incluso delante de profesores quienes tampoco mostraban piedad. Al pasar a secundaria preferimos el horario nocturno por tener compañeros más maduros que callaran lo que pensaban, excepto cuando recomendaban dedicarme al canto para competir con Brabra Streisand. En la adolescencia y aflorar las hormonas a mi hermano le fue mejor al aparentar ser más viril por su narizota, siendo en los escarceos amorosos una baza importante para proporcionar placer, mientras que a mis pretendientes les resultaba tan difícil besarme que desistían de un acercamiento.

Mi desaliento desapareció cuando en literatura nos recomendaron leer los Relatos Cómicos de Edgar Allan Poe, no sé si fue una indirecta, pero su lectura subió un peldaño mi autoestima al conocer a Robert Jones. “El primer acto de su vida fue agarrarse la nariz con ambas manos, su madre feliz considerando que era un genio y su padre le regaló un tratado de nasología”. A los 18 su padre, de una patada, le echó de casa, para seguir su nariz, cosa que hizo, tras publicar un panfleto y hacerse famoso en Fum-Fudge le invitaban a todas las fiestas, “la Duquesa de Dios-Me-Bendiga, el Marqués de Esto-y-lo-Otro, el Conde de Esto-y-Aquello, además de Su Alteza Real de Mírame-y-no-me Toques”. Tan alta era su fama que publicó un tratado de Nasología siendo envidiado por todos menos por Bluddenuff, a quien en un duelo le arrancó la nariz de un disparo. Al visitar a sus amigos le insultaron echándole de su lado, a la vista de aquello fue a ver a su padre quien le advirtió que él “tenía una nariz considerable, pero Bluddenuff ya no, él había sido condenado y el otro se convirtió en el héroe de la jornada, porque la grandeza de un león se mide en el tamaño de su probóscide, pero ¿cómo se puede competir con un león que no la tiene en absoluto?” Aquello me hizo darme cuenta que lo importante no es lo que aflora sino lo que uno posee en su interior.


 

                                                     Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Lágrimas negras - Esperanza Tirado

                                          rosa roja en la tumba - tumba fotografías e imágenes de stock

 



Cuánto me echaba de menos, cuánto me había querido, que solo había estado en aquellos países lejanos, cuánto se arrepentía de no haber vuelto aquel año a casa por Navidad. Pero todo se le había complicado tanto… 

Sus amargas lágrimas mojaban el terreno bajo el que yo reposaba, tiñendo de negro lo que quedaba de mi mortaja.

 

 

 

                                                    Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Cuentos - Esperanza Tirado

                                          ilustraciones, imágenes clip art, dibujos animados e iconos de stock de los tres pequeño cerdos 6 :  lobo y viento - cuento de los tres cerditos

 

 


Se apresuraron con el martillo y los clavos. Los ladrillos estaban guardados en sacos en el maletero de la furgoneta. Y diseñaron la otra casa con los palés de madera del antiguo granero. Pero como las noticias vuelan entre las ramas de los árboles, el lobo se les adelantó. Y los tres lloraron, viendo cómo la casita de paja se deshacía en el aire.

 

 

 

 

                                                    Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Las horas más negras - Esperanza Tirado

                                         El misterio de la tumba de Edgar Allan Poe | Más allá de la muerte

 

 

 

 

Despierta, hecho una maraña de nervios, en su mugrienta buhardilla. Las sienes le palpitan con un dolor lento y torturante. Apenas puede entrever nada, en un amanecer fantasmal en el que aún no hay luz en la calle.

No recuerda nada de lo vivido en las horas previas. ¿Quizá esté soñando dentro de una de sus recurrentes alucinaciones?

Su memoria está salpicada por brochazos negros, tan negros como sus pensamientos. Como su alma.

Como la taberna del puerto en la que entró y bebió para no recordar lo que nunca olvidará. Algún marinero, con menos copas encima, debió llevarle hasta su mal llamado hogar y dejarle tumbado en su cama, cubriéndole con su raída capa militar.

A pesar de los efectos del alcohol, y posiblemente del láudano, el tenso dolor de su corazón le dice que algo, aparte de su salud, no está bien.

Y una pequeña, pero a la vez hermosa, luz brilla y se apaga en su mente: Su madre, que ya no está. Al menos no en este mundo. Las nauseas se apoderan de él, convulsionando su cuerpo en una postura deforme.

Días atrás leyó su nombre en la lista de fallecidos semanales de algún periódico. Y después en la lápida del cementerio, en el panteón de la familia.

Allí lo llevaron sus pasos y allí se quedó, bajo la lluvia. Llamándola a gritos. Ya no volvería a llamarla ‘Madre’ nunca más.

Maldijo a su padre por haber tardado tanto en comunicarle la fatídica noticia.

Maldito cuervo negro que no avisó a tiempo. Nunca más llamará ‘Padre’ a ese hombre, un ser sin corazón y sin escrúpulos para él. Aunque sí para otros hijos suyos.

Con Ella murieron también todas las mujeres que alguna vez le amaron y que él amó en su vida.

Tal vez podría volver a contemplar su maternal faz, retener ese rostro sereno en su memoria. Despedirse…

La idea sobrevolaba su mente, desequilibrada por los restos del láudano que agitaban su maltrecho cuerpo.

Abrir la tumba, sacar el ataúd, abrazarla por última vez…

Ya puede ver algo, el débil sol del invierno asoma con un tono amarillento, casi enfermizo, por el sucio ventanuco.

Se mira las manos, intentando reconocerse en su propio cuerpo.

Están sucias. Las uñas rotas, las manos cubiertas de sangre seca y restos de vómito La capa embarrada y destrozada. Su pelo negro, alborotado y húmedo, se pega a su rostro.

Ya recuerda, entre brumas, retazos de esas horas negras.

Aúlla, presa del dolor, solo en su buhardilla, por su madre muerta. Su último grito por Ella.

En un periódico local de Baltimore, al día siguiente aparecerá la noticia del fallecimiento del escritor atormentado. De la muerte inesperada de su madre. De las diferencias extremas entre padre e hijo. Del hijo que abrió su tumba para dedicarle un último adiós a su madre.

Del delirio de su último suspiro que le llevó con Ella.








 

                                                 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Ladrona por un día - Marian Muñoz


 

                                      Ladrón, Mujer, Robo, Estafador, Hurto







Mis padres se divorciaron cuando tenía 5 años, no recuerdo que fuera traumático porque mi vida empezó a sufrir cambios importantes. Mamá me internó en un colegio de monjas, sor Isolina nuestra tutora se encargaba de enseñarnos a mi y a mis tres compañeras de dormitorio a ser autónomas: asearnos, vestirnos, peinarnos, atarnos los zapatos, guardar nuestra ropa en el armario y hacer la cama, además de aprender los rezos necesarios para hacer la primera comunión.

En clase nos juntábamos con las externas aprendiendo a escribir, leer y algunos números además de los colores y otras cosas divertidas. Era notorio que las internas habíamos madurado antes que las otras y por las tardes después de la merienda y rato de juego, nos ayudábamos con los deberes y pequeñas responsabilidades.

Al empezar las vacaciones de Navidad mamá venía a buscarme para llevarme a casa de los abuelos donde pasaba todas las fiestas. La comida de la abuela estaba mucho más rica que la del colegio, aunque no era mala se notaba que en casa ponían más cariño y ganas en la cocina. Al día siguiente de Reyes aparecía mi madre para llevarme de vuelta al colegio.

En las vacaciones de verano era papá quien aparecía, disfrutando con él los tres meses veraniegos. Nunca hicimos lo normal como ir a la playa, al parque, a la piscina o de campamento, desde el primer día nos íbamos cada mañana al Museo del Prado. Es copista, pinta en un lienzo en blanco uno de los cuadros colgado en las salas del museo. Tenía un pase especial, nos dirigíamos a un pequeño armario donde guardaba sus utensilios de trabajo, una vez instalado tras abrir el caballete, colocado el lienzo y teniendo a mano los oleos, me ordenaba ponerme detrás de él espalda con espalda, y con mi cuaderno de dibujo y mis pinturas, copiara el cuadro detrás suyo.

Al principio no tenía idea de cómo hacerlo, intentaba de reojo observar como lo hacía mi padre para intentar copiarle yo. Así nos tirábamos todas las mañanas de mis vacaciones estivales. En esa época del año el museo suele estar lleno de visitantes, según qué horas el gentío es como una procesión en semana santa, si había mucha gente me sentaba en el banco y pintaba el cuadro de enfrente a mi manera, si la muchedumbre había amainado me tumbaba en el suelo y seguía pintando. Mis creaciones más se parecían a un Picasso o Miró, es decir, garabatos intentando poner algo de vida a la hoja de mi cuaderno. Al ser tan pequeña los vigilantes se apiadaban y a veces me llevaban con ellos a la zona de descanso donde me daban un chocolate o algo de bollería para sobrellevar la mañana. Como me portaba bien, alguno más amable me ilustraba con información de la obra que estaba intentando reproducir. Me hablaba del autor, de la escena representada, de la técnica pictórica, del estilo o época del artista, y yo que era un lienzo en blanco todo lo asimilaba y disfrutaba como una novedad.

Las vigilantes femeninas me caían mejor, me llevaban al interior del museo enseñándome la zona de embalaje de obras que salían a otras exposiciones, el taller de restauración o el almacén donde cientos de obras esperan a ser expuestas, me encantaban aquellos paseos, al menos podía moverme y no permanecer quieta mirando un cuadro. Quien no me caía nada bien era el responsable de seguridad, siempre me miraba como si fuera una amenaza y pudiera estropear algo cometiendo una trastada.

Esas fueron mis vacaciones estivales hasta los 13 años, los funcionarios ya eran amigos, el museo era mi segunda casa, estábamos fresquitos con la canícula que caía fuera del edificio. Siempre intentaba pasar desapercibida, con el tiempo mis dibujos empezaron a ser más precisos de manera que hasta papá me corregía trazos o me enseñaba como captar la esencia del artista. Aquel verano cambiaron al jefe de seguridad, era un hombre más joven y de mejor talante que el anterior, siendo bien conocida por todos al comportarme siempre impecablemente, según las indicaciones de mi padre, supongo que sería la razón por la que caí bien al nuevo, enseñándome los sistemas de seguridad que tenían en todo el museo. Me mostró las dos mesas de control de cámaras, unas de interior y otras del exterior para vigilar en todo momento que nada ni nadie perjudicara a las obras de incalculable valor que allí se cobijaban.

Tanto debió de gustarle mi compañía que incluso me contó un secreto, una vez al trimestre el jefe de policía del museo contrata a un caco para que intente entrar y robar alguna obra. Muy ufano contaba que siempre les cazaban a pesar de que los de seguridad desconocían quien era el contratado ladrón. Aquel asunto me hizo tanta gracia que hasta en sueños veía como un tipo de negro con capucha entraba en el museo y se llevaba las Meninas, aquel hombre presumía de la seguridad que allí imperaba, y pensé que bajarle los humos no estaría mal.

Después de tantos veranos en el museo conocía sobradamente las costumbres de los vigilantes, de los de seguridad, de mantenimiento, del personal de la entrada, en fin, que empecé a tramar un plan para darle un escarmiento y no se confiara. En mi mochila empecé a llevar un tubo de cartón como los que usan para transportar mapas o lienzos, tanto a la entrada como a la salida los vigilantes pensaban que en él llevaba mi copia, y así era, nadie me paró ni me preguntaron qué había dentro. Conocía los horarios del vigilante de sala, cuando venían a buscarle y quien, además de los paseos que se daba el de la sala contigua mientras éste estuviera en el descanso. También recordaba que las cámaras de vigilancia tenían un punto muerto justo en la puerta por donde se accedía al interior privado del museo, estuve unos días dándole vueltas cómo hacerlo y esperando que no me pillaran, decidí ejecutarlo.

Nada más llegar saludé afectuosamente a la vigilante, una joven muy cariñosa, en el abrazo le quité la tarjeta magnética que abría la puerta hacia el interior privado. Cuando llegó su media hora de descanso apareció una compañera, abriendo esta última dicha puerta. Bien, el plan iba según lo ideado. Al poco apareció para echar un ojo la vigilante de la sala contigua, en cuanto se fue me deslicé, abriendo la puerta con la tarjeta robada y cerrando despacio con los oídos bien atentos. La sala de descanso está en la planta baja, pues subí las escaleras hacia el taller de restauración, los trabajadores estaban tan absortos encima de sus obras que no se percataron de mi presencia. Con mucho sigilo me arrimé a la mesa más cercana y un lienzo allí posado, con sumo cuidado, lo enrollé y metí en el tubo de cartón de mi mochila. Despacito y sin meter ruido, volví a la sala rezando para que nadie me viera entrar. Después de asegurarme que no me habían visto, me puse en mi sitio a la espalda de mi padre y seguí pintando en mi cuaderno. La vigilante regresó del descanso, no había notado la ausencia de su tarjeta la cual devolví en un abrazo de despedida hasta el día siguiente.

Como pude disimulé mi nerviosismo, papá guardó sus cosas en el armario de siempre, nos despedimos como cada día y salimos a la calle sin ningún problema. No se lo conté a nadie, no tenía idea del valor de la obra o lo que fuera aquello, pero si no se enteraban, al día siguiente se lo iba a contar al jefe de seguridad, para que viera que su sistema no era tan seguro.

Esa noche apenas pegué ojo de lo excitada que estaba, a mis 13 años recién cumplidos y robando obras de arte, empecé a inquietarme por las repercusiones, pero ya estaba hecho y no podía hacer nada por volver atrás.

Llegó la mañana siguiente y entramos como cada día al museo, papá recogió sus bártulos del armario y nos encaminamos a la sala. El ambiente estaba intranquilo, mucho cuchicheo entre el personal, muchas miradas a todas partes y algunos paseos rápidos y veloces de policías de uniforme y seguratas varios, además de gente trajeada y muy seria. Estaba claro que lo habían descubierto, no deseaba que siguieran pasando aquel mal trago y pedí a la vigilante que llamara al jefe de seguridad pues quería hablar con él. Me despachó educadamente diciéndome que no estorbara y me pusiera a dibujar como siempre. Aun así, insistí en que le diera mi mensaje porque era muy importante. El hombre apareció a última hora de la mañana, unos minutos antes de que nos fuéramos, con el semblante preocupado y muy serio me preguntó lo que quería. Le llevé a una esquina de la sala y le di mi tubo de cartón para que mirara en su interior, al hacerlo no aguantó su rabia, me cogió fuertemente por un brazo llevándome a la zona privada del museo, allí dentro me preguntó sobre el robo, y con la mayor candidez le expliqué que su sistema no era tan seguro, que había un agujero por donde podría colarse cualquiera. No tenía intención de llevarme la obra, sino de demostrarle que debía estar más pendiente del público.

El jefe de Policía del Museo, el director, en fin, todos los jefazos me riñeron, me atemorizaron con ir a la cárcel, pero claro, como iban a explicar al mundo que una niña de 13 años había robado en el Museo del Prado sin que nadie se percatara. Nos echaron del museo y a mi padre le prohibieron la entrada durante 10 años. Menos mal que esa semana terminaba de copiar el cuadro y empezaba otro en el Museo Thyssen, donde pasé parte del verano entre sus paredes. Allí los vigilantes no eran tan amables y como me aburría soberanamente, papá me mandó de campamento donde pude jugar con otras niñas. Había terminado mi etapa de ladrona.


 

 

 

                                                   Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.