El gel atascado - Cristina Muñiz Martín


                                              


El gel se había atascadado, así que quité el tapón. Me eché un buen chorro en las manos y quedé paralizada. Algo se movía entre el viscoso elemento. Asustada, puse las manos bajo el agua, pero con los nervios acabé resbalando en la ducha. Quedé encajada entre la pared y la mampara, en una postura que prefiero no describir. Mis manos jabonosas patinaban y no conseguía levantarme, mientras algo pequeño e inquieto viajaba por mi espalda. Quería gritar, pero el miedo paralizó mi garganta. ¿Qué era aquello? ¿qué estaba pasando? Había oído que a veces salían cosas raras en los más variados productos y temí que fuera una araña, porque las odio y ellas me odian a mí. La última con la que luché, aunque acabó bajo la suela de mi zapatilla, me produjo una reacción alérgica que no quiero recordar. Cuando conseguí incorporarme, pasé el agua por mi espalda de manera frenética, para deshacerme de no sabía qué. Y fue cuando lo ví. Un camarón, pequeño y rojo, deslizándose por el plato de la ducha. Creí que estaba alucinando. ¿Cómo había sobrevivido ese pequeño bicho dentro de un frasco de gel? ¿Cómo había sobrevivido a mi intensa ducha sin acabar siendo tragado por el sumidero? Lo miré y me dio pena. Era un superviviente, como yo. Lo cogí con delicadeza, salí de la ducha y lo metí en un tarro de cristal. Después miré en google qué comen los camarones. Y desde entonces sigue conmigo, en el tarro de cristal, sobre la mesa del ordenador, sirviéndome de inspiración, pues me hizo comprender que es verdad eso que dicen: la realidad siempre supera a la ficción.




Licencia de Creative Commons

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario