Mi vecino se subió a la azotea con una cuerda larga, un gorro de papel de periódico en la cabeza y una sierra mecánica. Acababa de retirar la última prenda del tendal e instintivamente permanecí quieta intentando pasar desapercibida pues la visión daba mucho miedo.
Apenas hice ruido al respirar cuando veo que deja la sierra en el suelo y con la cuerda en la mano se inclina exageradamente hacia afuera por el pequeño muro de la azotea, en equilibrio precario. No cabía duda que ese gorro, el cual ni se movía, mostraba a la legua un trastorno mental grave, no sé si con tendencias suicidas o peor aún, con afán de dañar a alguien.
Si le hablaba o decía algo temía asustarle y cayera al vacío. Sin apenas moverme y susurrando llamé al 112 avisando de un suicida en mi azotea. La policía debía estar cerca porque enseguida se oyeron sirenas y en apenas unos minutos aparecieron de sopetón, cogieron al vecino por las piernas y se lo llevaron a rastras escaleras abajo. ¡Hay que ver con qué poca delicadeza! Temía que del susto cayera, pero no, el tío no debía tener tendencias suicidas porque ni siquiera el gorro, a pesar de la ligera brisa, se le movió.
Sorprendentemente ninguno miró hacia mí, mis pintas debieron confundirse con el paisaje de la ropa tendida. Después de unos minutos y como nadie más llegaba pude por fin moverme sin temor. Habían dejado la cuerda colgando y la sierra justo donde la había puesto su dueño. Antes de bajar la ropa seca a casa me entró curiosidad por ver qué era lo que intentaba mi vecino. Con mucho tiento me asomo al murete y compruebo que la había atado al árbol plantado en el último balcón del edificio, ese árbol que de marzo a noviembre se llenaba de aves de todo tipo y cuyos excrementos caían a los balcones más abajo, entre ellos el mío.
Habíamos protestado muchas veces, le habíamos requerido para que lo trasladara de sitio, pero él hacía oídos sordos a nuestras súplicas. El más afectado era éste vecino suicida, por culpa de ese árbol su balcón se llenaba a todas horas de cagadas y hojas muertas y no me extrañaría que harto del problema intentara cortar el árbol.
Me asomé un poco más con cuidado de no perder el equilibrio y observé que lo tenía atado y bien atado, así que se me ocurrió continuar la labor tan precipitadamente parada. Usar la sierra no era factible porque además de darme miedo no tenía idea de cómo funcionaba. Pero como soy ingeniosa y estando tan bien atado, pensé en tirar hacia arriba del árbol, pesaría demasiado, claro y no tengo tanta fuerza, pero rodeando con la cuerda una chimenea de aireación para hacer de palanca, seguro que lo conseguía.
Me puse manos a la obra tirando con todas mis fuerzas, al principio resistía, pero poco a poco parecía ir venciendo a la gravedad, hasta que de repente la cuerda se me escapó, como si de un látigo se tratara, con un chasquido pegó un golpe a la chimenea derribándola. La cuerda cayó vertiginosamente a la calle impulsada por el maldito árbol, me asomé con cuidado de no ser vista comprobando si alguien había sido dañado. Gracias al cielo que el desperfecto sólo fue un agujero bien grande en el toldo de la perfumería del bajo del edificio. No parecía haber nadie herido. Instintivamente me largué lo más rápido que pude de la azotea, bajando de dos en dos los peldaños de la escalera hasta entrar en casa. Esperé aguantando el aliento por si alguien llamaba a la puerta y me denunciaba, pero no, sólo se oían las sirenas de los bomberos, la policía y las ambulancias. Al cabo de una hora o así me asomé por el balcón lleno de tierra y hojarasca, mucha gente en corro por la calle, pero nadie miraba hacia mí.
Por fin habíamos acabado con el maldito problema del árbol. Tengo que decir que soy ecologista, estoy en contra del cambio climático y todas esas zarandajas, pero la madre naturaleza tiene que estar donde debe y no en un balcón de ciudad.
Lo último que supe del asunto es que el seguro de la perfumería había denunciado al dueño del árbol, éste a su vez había denunciado al vecino, pero como no estaba en la azotea cuando ocurrió el accidente, pues denunció a la policía por no haber desatado la cuerda y el seguro de la comunidad había denunciado a la policía y al vecino por el derribo de la chimenea. Yo chitón que en boca cerrada no entran moscas.
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