No
visitaba el pueblo desde 1967 y justo lo hago veinte años después,
el mismo día que se muere mi padre.
Nada
más entrar en el patio salió a recibirme mi hermana Angustias y
mis primas Rosario y Antonia. Tres mujeres rusticas, acostumbradas a
vivir en el pueblo toda su vida.
Dejé
aparcado el coche al lado de las hortensias de color lila. Me
vinieron imágenes de mi madre, la vi regándolas y sonreírme.
Las
primas al abrirme la puerta del coche me trajeron de vuelta al
presente, fundiéndose en un abrazo entre sollozos y sin parar de
hablar que casi ni podía descifrar lo que decían. Mi hermana, con
la cara seca me dio un par de besos y me comunica que padre hacía un
rato que se había muerto, dicho esto, abrió el maletero, cogió mi
equipaje y se dirigió a la casa.
Una
casa más pequeña de lo que habitaba en mis recuerdos, claro que
cuando eres una niña todo parece enorme.
Subimos
unas escaleras hasta llegar a la puerta de entrada a la vivienda, aún
no había gente visitando para dar el pésame, no tardarían en
llegar.
A
lo lejos se oían las campanas de la iglesia repicar y entré dentro.
Allí sólo me esperaba mi tía Filo, una mujer con bastante
sobrepeso, hermana de mi padre. Dejó de hacer la comida para venir a
darme veinticuatro besos, no los conté pero me parecieron excesivos.
Seguí
a mi hermana que llevaba la maleta. Atravesamos una sala, con un
aparador, una mesa de madera, muy antigua y unas sillas alrededor. En
una de las paredes había retratos colgados, todos de la familia
paterna, ni un cuadro de mi madre. Al salir de la sala entramos en
una galería acristalada, al fondo estaba la puerta de la que había
sido mi habitación cuando vivíamos todos juntos.
Ya
en mi cuarto y a solas me dejé caer sobre la cama y empecé a
recordar el pasado, lo que viví de niña, y mis lágrimas ruedan
por mis mejillas libremente. Con rapidez me las limpie al oír que
llamaban a la puerta de la estancia, no fuesen a creer que lloraba
por mi padre. El mito se me había caído hace mucho tiempo, mucho
antes de ver a mi madre morir de cáncer y él ni un día preguntó
por ella. Cierto que Vivian separados, lo único que sé es que mi
madre se fue conmigo y una maleta a vivir a la ciudad y que antes de
partir mi padre abofeteó a mi madre delante de mí y de mi hermana,
como un vil gusano.
Mi
hermana me sacó de mis pensamientos, acompañándome a la cocina
para comer. Ella es diez años mayor que yo. Cuando madre se fue
conmigo, Angustias quiso quedarse con padre a vivir, era mayor y
podía elegir. Venía a vernos mucho a la ciudad, pero al principio,
cuando me mandaban a la cama y yo tan sólo tenía once años,
recuerdo oírlas discutir. Yo no podía entender a mi hermana, pero
siempre la quise mucho.
- Te agradezco enormemente que hayas venido, aunque él quería verte en vida. No deja de ser tú padre. (me dijo.)
Pero
yo si había venido era porque estaba preparando una novela y
necesitaba saber la verdad de todo. Sentadas a la mesa, mientras
comíamos, tanto mi tía como mi hermana me fueron relatando la
verdadera historia de la marcha de mi madre. Ahora comprendo la frase
de mi madre antes de morir, “no guardes rencor a tu padre, es un
hombre bueno” Era un buen hombre, eso parece; y mi madre… sólo
se enamoró de otra persona en unos tiempos revueltos.
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