Allí
en la última mesa del interior, junto a la pared, me senté; siempre
la esperaba en ese rincón o más bien me esperaba ella a mí que era
la de la rara costumbre de ser puntual. Le pedí un café al
camarero y seguí esperando mientras mi mirada recorría cada cartel
de viejas obras de teatro de finales del siglo XX. Eran toda una
reliquia que contenían nombres de directores y actores de renombrado
prestigio. Acabado el café, me pedí otro y ésta vez pasé mi
mirada por fotografías de actores también colgadas por la pared.
Aburrida de mirar los retratos como queriendo sacar defectos, volví
a mirar la hora en el móvil. El retraso ya era más de media hora.
Empecé a preocuparme y siempre pienso mal, desde que la había
atropellado un coche hasta que la habían secuestrado o quizás la
habría abducido un ovni, bueno yo misma me asusto de mi imaginación
y para salir de dudas, la llamé por teléfono y me dijo:
“Querida,
¿sabes lo que es una agenda?, esa libretita con los días de la
semana donde puedes ir anotando las cosas que tienes que hacer.
Nuestra reunión es mañana.”
Ya
que estaba allí, en el café y con un cabreo del 15, le pedí al
camarero un whisky bien cargado y con hielo, seguidamente apunté en
una servilleta “mañana debo comprarme una agenda y apuntar que
tengo reunión con mi amiga Sole” y me guardé la servilleta en el
bolsillo del pantalón, Al día siguiente me desperté pensando en
que algo tenía que hacer pero no recordaba nada. Comencé a trajinar
por la casa, hacer camas, barrer, fregar suelos, poner lavadora …
Y seguí pensando… “yo algo tenía que hacer hoy” Cuatro horas
después, había plantado a mi querida amiga en el café. Mi amiga
ha venido con una agenda de regalo. No sé por qué se me olvida
todo, por lo visto hace un tiempo que me ocurre, pero yo sigo feliz,
tal vez es bueno olvidarse de algunas cosas
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