Mi
hija grita con esa potencia y ese tono chirriante que sólo se
consigue a los 7 años. La perra ha volcado su cubo de juguetes y
disfruta masticando todas las piezas de plástico que encuentra.
Mi hijo mediano, que seguramente estaba
muy ocupado viendo vídeos en youtube, está harto de ayudarle a
recoger juguetes porque ella siempre los deja en los sitios más
inadecuados. Se ha enterado su hermana y todos los vecinos del
edificio y, probablemente, los de toda la calle.
Más
gritos. La perra se ha tragado el pequeño mantel del picnic de las
PinyPon.
Mi
hijo mayor no participa. Mientras no le afecte a él directamente, le
es indiferente.
Yo,
en la habitación de al lado intento escribir un relato, y recuerdo
las sabias palabras de mi madre: “Allá tú…”.
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