Reparación - Rufino García Álvarez



Cuando del ascensor se abrió la puerta,
miró hacia el hueco y solo había vacío.
Al pensarlo sintió un escalofrío.
¿Y dar el paso y estar de una vez muerta?

Su vida era tan triste y tan desierta,
sentía su pasado tan baldío,
pensaba en un futuro tan sombrío…
¡Descansar!, que en sufrir ya era una experta.

La razón, tal vez, era tonta y no
lo sabía ya explicar, mas se sentía
prisionera de un mundo sin calandra.

Su apellido, Pizarnik, la salvó
y decidió que nunca saltaría
¡No podía!, llamándose Alejandra.





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