Recuerdo
aquellos días que pasaba en casa de mis abuelos. El olor a verano, a
hierba seca. Aquél olor a sidra cuando mi abuelo escanciaba
alguna botella para refrescar un día caluroso. Hoy me encuentro
aquí, en la vieja casa, recorriendo todos sus rincones para
despedirme para siempre. El desván donde me escondía de pequeño
aún conserva el viejo caballo de madera que el abuelo había
tallado. Podría venderlo a la tienda de antigüedades, lástima que
tenga polilla.
Mis
abuelos ya no están, ni siquiera mi madre. Volver aquí me llena de
nostalgia, me pone triste. La idea era restaurar la casa y
convertirla en hotel rural. Esta es mi herencia y puedo hacer con
ella lo que quiera. La venderé.
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