Torpe doncella - Marian Muñoz

                                      

¡Oh cielos qué horror! Gritaba la abuela Fernanda nada más entrar por la puerta de casa al regreso de Misa, tornando pálido su rostro.
Con lo recatada que es ella, no comprendía que había causado su estupor y perdiera la compostura.
El problema no era otro que la doncella había posado el cubo de fregar los suelos, lleno de espuma y con olor a lejía, encima de la mesa del comedor, la cual siempre lucía el mantel de organza y lino que ella misma había bordado para su ajuar.
Un mantel que fue la comidilla y la envidia de todas las familias pudientes de la ciudad, y que ahora, por un desliz de la torpe doncella, se veía degradado a un simple reposa cubos.






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