El quinto marido (final) - Gloria Losada




Ya no tenía aspecto de llamarse Paquito, ahora merecía ser llamado Francisco, o mejor Don Francisco, dado su porte señorial y casi majestuoso. Mi pretendiente de juventud había regresado hecho todo un caballero, aunque todavía conservaba de sus años mozos aquellos ojos despiertos, aquella mirada vivaracha y curiosa. Le hice pasar todavía ofuscada por la sorpresa, no sin antes saludarle con un efusivo abrazo que me volvió de nuevo a épocas ya casi olvidadas. Nos sentamos ante unas humeantes tazas de café y fue entonces cuando le pregunté qué hacía allí. No me sorprendió su respuesta.
-Me he enterado que tu cuarto marido ha muerto y vengo a probar suerte. Según me dijiste un día, yo seré el quinto.
No pude evitar sonreír.
- ¿Cómo te has enterado? ¿Cómo has sabido de mi vida y qué ha sido de la tuya? Cuéntame.
Se movió un poco en su asiento, encendió un cigarrillo y comenzó su relato.
-Al día siguiente de tu primera boda me marché, no pude soportar ver como te ibas con aquel vendedor de tres al cuarto, aunque en el fondo siempre supe que no durarías mucho con él. Tenías demasiadas ansias de libertad y necesitabas irte lejos del barrio. Él te dio la oportunidad y supiste aprovecharla. Me dio rabia, mucha rabia, no haber sabido retenerte a mi lado y yo también me fui. Tenía unos amigos trabajando en Madrid que en más de una ocasión me habían ofrecido trabajo y allí me fui a probar suerte. Enseguida empecé a trabajar de peón en la construcción. Era la primera vez que me veía con trabajo estable y con dinero en el bolsillo así que consideré que las cosas me iban bien. Como era responsable y trabajador pronto me gané la consideración de mis jefes, sobre todo de uno, Don Amancio, un gallego amable y cariñoso, con mucha retranca y más ironía. Me acogió bajo su protección sin yo pedírselo. Me daba los mejores trabajos y alguna que otra propinilla de vez en cuando. Mientras tanto yo te seguía los pasos. Sabía que estabas en Valencia y que te dedicabas a la juerga, que tu marido había resultado ser un chico con dinero, lo que tú buscabas por aquel entonces, pero yo te conocía bien y sabía que te cansarías de toda aquella vida. Por eso no me sorprendió tu regreso al barrio.
Lo que sí me llamó la atención fue que te casaras con Ernesto, un viejo conocido por sus correrías con mi hermano Jacinto. Supongo que jamás te contó su pasado ciertamente agitado, siempre fue experto en el arte del engaño. Os auguré un matrimonio poco duradero, pero ya ves, me equivoqué. Confieso que durante aquellos años temí perderte para siempre.
Mientras tanto yo, con las influencias de Don Amancio, ya era encargado de obra y como salía poco y no tenía grandes vicios, tacita a tacita iba fraguando mi pequeña fortuna, una fortuna que amasé pensando en que algún día tú la disfrutarías. Cuando el mal nacido de Ernesto te abandonó a punto estuve de volver a consolarte. No podía soportar que sufrieras por culpa de semejante elemento. Pero me dije a mí mismo que no era buena idea, que debía tener paciencia. No era el momento oportuno para aparecer de nuevo en tu vida y así soporté el hecho de contemplar tu llanto mientras no podía hacer nada por ti.
Unos meses antes de tu boda con Gonzalo, mi protector Don Amancio, que por aquel entonces era dueño único de la constructora, se murió de un desgraciado accidente y cuál no sería mi sorpresa cuando días después me llaman de la notaría para notificarme que me había nombrado heredero universal de todos sus bienes. Al parecer el pobre hombre no tenía familia y en mí había visto el hijo que siempre había deseado tener. Las posesiones que me había dejado no eran pocas. Un chalet en la sierra, su piso en Callao, la empresa y más de cien millones de pesetas en el banco. No pude haber tenido mejor golpe de suerte, aunque sentí mucho su muerte, todo sea dicho. Sólo me faltabas tú para ser feliz completamente. Por eso me alegré grandemente de tu boda con Gonzalo. Con él si sabía que durarías poco y no me equivoqué. Cuanto menos duraras con tus maridos, más cerca estaría yo de mi objetivo.
Tu nueva boda con Fernando, sin embargo, no me hizo ninguna gracia. Fue al único de tus maridos que vi como un verdadero rival. Era demasiado honesto, demasiado bueno, demasiado todo, era, en definitiva, el hombre que te hacía falta. No obstante fue una pena que falleciera, tan joven, pero la vida es así y la muerte de él me abrió a mí la puerta para intentar conquistarte de nuevo. Aquí estoy pues. Ahora ya no soy un muerto de hambre y tengo muchas más cosas que ofrecerte que antaño, aunque hay una de ellas que ha permanecido intacta desde entonces: mi amor por ti.
Escuché con asombro su relato. Jamás hubiera pensado que un hombre, aunque fuera Paquito, me hubiera amado en la distancia y en el tiempo como él decía que había hecho.
-¿Y cómo has sabido todo de mí? –le pregunté- pareciera que tuvieras un espía a mis espaldas las veinticuatro horas del día.
-¿De verdad no te imaginas quien me pudo dar toda esa información?
Sacudí la cabeza de un lado a otro. Ni idea.
-Fue tu madre. Y de tu boda con Fernando me enteré por mi mismo. Tu pobre madre me escribía contándome todo sobre ti. Te adoraba y estaba muy preocupada por tu desordenada vida. Sentí mucho su muerte. Por cierto, estuve en su entierro. Era una mujer extraordinaria. Siempre quiso que tú y yo nos casáramos ¿Tal vez podríamos darle ese gusto, aunque fuera a título póstumo?
Por toda respuesta sonreí.
Jamás pensé que una estúpida frase pronunciada inconscientemente en mi juventud se convirtiera en la realidad de mi vida muchos años después. Paquito Vilachá, o Francisco como le llaman en la capital, se ha convertido finalmente en mi quinto marido. Él me da el amor que siempre busqué y la riqueza que un día soñé y a la que ya había renunciado. Tal vez hubiera debido quedarme con él desde el principio, o tal vez no ¿quién sabe? Ahora a su lado he conseguido lo que siempre deseé, y aunque mi vida al lado de mis otros maridos tuvo sus luces y sus sombras, la disfruté como yo quise en cada momento y no me arrepiento de ello ¿Alguien se atreve a afirmar lo contrario?















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