De la serie "Relatos sobre una cuarentena"
Llueve a chuzos. Las gotas
golpean con fuerza el cristal de la ventana y me ponen más nerviosa
de lo que ya estoy. Este maldito confinamiento va a terminar conmigo.
Está cambiando mi forma de ser y mi manera de pensar y eso me
produce inquietud y unos
cabreos
inconmensurables. Y es que desde que estoy encerrada tengo unas
enormes ganas de salir a dar un paseo,
como casi todo el mundo supongo, pero lo mío es peor, porque tengo
ganas de salir también hoy, con el día que hace y eso no es normal
en mí. Me llaman las katiuskas, el chubasquero y el paraguas, es más
creo que hasta saldría sin chubasquero ni nada, para sentir bien el
agua empapándome. Debo estar mochales. Tengo que pensar en una
segunda opción ya. Mi hija pequeña me pide que le haga unas
torrijas, ahí está la segunda opción: comer. Cojo la sartén
y me pongo a ello. Cuando pueda volver a pasear no sé si cabré por
la puerta
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