De la serie "Relatos sobre una cuarentena"
¡No
podía más! Salí a la calle convencido que de no hacerlo
estallaría. Tenía que sacar mi cabreo un rato de paseo. Yo no tengo
perro. Necesitaba respirar aire puro...
Me
rozó una sartén lanzada desde un balcón entre gritos de ¡hasta
aquí hemos llegado!
Ahora
entiendo a papá: ¡Qué bien vives solo, cabrón ! -Me decía a
escondidas de ella.
Volví
al confinamiento a intentar reconciliarme conmigo mismo. Con el
gobierno. Con la soledad. Con el cabreo...
Era
bueno el momento para un afeitado, con tiempo. como los de antes.
Frente
al espejo llené mi barba de espuma blanca. Vi la tensión que se
había acumulado. Salía brillante por los ojos... miedo me dio la
hojilla de afeitar posada en la yugular… tenía las manos
agarrotadas...
Brummm
...
La
tormenta descargó toda su mala leche sobre la ciudad vacía. Tras la
ventana del baño mis ojos contemplaron con alivio cómo caía la
lluvia, salpicaba los cristales, retumbaba en el patio...
Volví
al espejo. Me devolvió una mirada relajada entre la espuma aún sin
retirar. Sonreí casi alegre. La tensión había desaparecido. Todo
iba a salir bien.
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