Era consciente de estar despierta sin tener ganas de estarlo, el calor entre las sábanas y la oscuridad que le proporcionaban sus parpados cerrados la ayudaban a evadirse de una triste realidad que deseaba ignorar. Su vida era un asco, prefería el mundo de los sueños donde al menos se sentía fantásticamente bien.
Tiene sesenta años, acaba de ser despedida de su trabajo después de 40 cumpliendo objetivos en la empresa, una correduría de seguros que tras una restructuración desechó a los más antiguos por ser los que más cobraban. A tan poco de jubilarse y la mandan a la calle como un mueble viejo, el paro no es más que un apaño por un tiempo y luego qué, ¿quién va a contratar a una vieja como ella? Por si fuera poco, le acaban de detectar un bulto en el pecho, presuntamente un tumor, justo en el momento más vulnerable de su vida.
Le gustaría volver atrás, ¿Cuánto atrás? No sabe, porque su existencia no ha sido nada feliz, a los 18 la echaron de la casa de acogida a un piso tutelado con otros jóvenes, alternaba estudios de administrativo con un trabajo por horas en la empresa de seguros donde, tras ir ascendiendo en el escalafón y viviendo para su trabajo, le dan una patada y si te he visto no me acuerdo. Quiso formar una familia, pero los hombres que conoció eran prepotentes y las mujeres desconcertantes. Prefirió dedicarse en su tiempo libre al deporte: aquagym, yoga, judo, nada de eso la llenaba. Siguió buscando su hueco en la asociación de vecinos donde participó en talleres de manualidades, pilates o baile latino, tampoco le convencía.
Ya cincuentona se volcó en el mundo rural, ahí sí se encontró, los pueblos, las aldeas, los lugares donde la vida es tranquila y sencilla la acogían con los brazos abiertos, le mostraban un respeto y simpatía que en la ciudad pocas veces encontraba. Ahora todo le da igual, piensa que el camino está llegando a su fin, entre el calor de las sábanas decide librar una última batalla, a pesar de los contratiempos y de ir sola por el mundo nunca se vino abajo, siempre tiro hacia adelante, no iba a dejar que el sistema pudiera con ella.
Se levantó de un salto, bueno eso es lo que quería, su cuerpo trallado por la edad no se lo permitió. En la cocina se preparó un buen desayuno, como los que solía hacer cuando era joven, una vez con el estómago satisfecho comenzó a pensar en prepararlo todo para su operación y su duro tratamiento, la supervivencia era lo primero, lo del trabajo llegaría después de recuperarse, era hora de tomar decisiones.
Tras una relajante ducha y embadurnarse bien de crema, se vistió con la idea de salir a la calle. El teléfono sonó, la llamada era del hospital, se temía lo peor, tenían el resultado de la biopsia, el bulto era un tumor benigno, lo más seguro que tras extirparlo no tendrían que hacer tratamiento posterior. Cuando colgó estaba aliviada, exultante de gozo, se sentía ligera, como si flotara, era una gran noticia, entonces recordó que “Nunca llovió que no escampara”.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.