Una
cochorte de romeros se dirigía hacia la ermita de “Los
desaparecidos”. Años atrás, cinco niños habían desaparecido en
el bosque cercano y prohibido y,
desde entonces, todos los aniversarios, sus voces suplicando auxilio
rebotaban contra los
muros de la ermita. Candela no creía en esa historia de viejas y
curas y no entendía por qué su abuela la había obligado a ir a esa
estúpida procesión. Su prima Alba y ella intercambiaban miradas de
agobio mientras iban retrocediendo hasta quedar a la cola de la
peregrinación. Al llegar a un recodo del camino, disimularon con
atarse los cordones de las zapatillas de deporte y, sin ser vistas,
se internaron en el bosque. Un año después, los romeros volvieron a
dirigir sus pasos a
la ermita para rezar por las
almas de las siete voces que, suplicando auxilio, rebotaban contra
sus muros.
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