Que no señor guardia,
que le digo la verdad, que yo iba paseando tranquilamente por el
puente de Segovia, cuando me percato que de pie en el pretil y
mirando al vacío había un hombre.
Rápidamente me acerco
para hacerle bajar y que no se rompa la crisma, pero ¿sabe Vd.?, al
llegar me fijo que está tecleando en el móvil, y que se hace una
foto a sí mismo, ¿lo quiere creer?
Llamo su atención para
que me mire y le invito a descender de las alturas y ponga los pies
en el pavimento del puente, en lugar más seguro que el que estaba en
esos momentos. Pues que no, que se quiere morir porque dice que la
vida es un fraude.
¡Pero hombre de Dios!,
le digo yo, que la vida es muy bonita para perderla por una sin
fustada. Pues que no, que se quiere morir, porque además, después
de todo lo que le han dicho en Facebook, lo mejor que puede hacer es
tirarse y acabar consigo mismo para siempre.
Oiga, no tengo idea que
le han dicho en Facebook, le dije yo, pero seguro que lo ha leído
mal, y ¿Qué hace usted caso a todo lo que le dicen? ¡Vamos
hombre, sea razonable y bájese de ahí!
Y él erre que erre, que
se quería morir y que contaba con chiquicientos me gusta, y eso le
daba ánimos para acabar con todo.
Pues ya ve señor
guardia, yo no sabía como convencerle para bajarse y me daba la
impresión que estaba esperando que le salvasen de aquella locura,
porque no hacía más que mirar su móvil, deseando que alguien le
dijese que no lo hiciera, así que sin más preámbulos, saqué mi
móvil, me conecté a Facebook, y le pregunté su nombre para pedirle
amistad.
Por un instante quedó
desconcertado, eso me indicó que iba por buen camino. Me lo dio, le
busco y pido amistad, y nervioso como estaba, me acepta como amigo y
comienzo a ojear su muro para ver qué demonios le pasaba.
Efectivamente veo un
comentario suyo que decía “La vida es un fraude” y una
retahíla de comentarios debajo que ni pa qué, oiga, que al
principio sus amigos intentaban aliviar la pena que sentía, le
aconsejaban y los más cercanos le invitaban a un café para que
exteriorizara su malestar. Pero ya sabe que las armas las carga el
diablo, y al poco empezaron a escribir los amigos de los amigos,
gente a la que seguro ni conoce, y que le daban la razón, que esta
vida es una p…. mierda y que para vivir así es mejor tirarse abajo
de un puente.
Tanto le comieron el
coco, que allí estaba, haciendo caso a unos energúmenos
desconocidos y que encima le pedían se hiciese un selfie mientras
saltaba.
Las tecnologías modernas
son demoledoras con las personas de carácter débil, como era el
caso, por lo que tuve que recurrir a toda mi inventiva para hacerle
reflexionar y sacarle de ese atolladero.
Pude convencerle de que
unos desconocidos no tenían derecho a mandar en su vida, que eso
eran realmente los amigos de sus amigos, y que a la gente que
realmente importaba le iban a ayudar a pasar el mal trance.
Verá, le dije yo, voy a
escribir en su muro lo que ocurre y haré un llamamiento a sus amigos
para que vengan y le apoyen a continuar con su vida, espere y verá
lo que le digo.
Y así fue, hice un
llamamiento mediante una foto del susodicho haciendo equilibrio en lo
alto del puente, reclamando a todos sus amigos de verdad que se
personaran allí y le demostraran que la vida puede ser dura, pero
que es mucho más llevadera si se cuenta con amistades sinceras, no
esos personajillos que se entrometen en perfiles ajenos e intentan
fisgar, malmeter y fustigar a gentes de bien.
Eso fue lo que pasó, el
puente se llenó de amigos, conocidos, vecinos y hasta el Alcalde del
pueblo se acercó al instante para intermediar en el asunto.
Unos le daban la razón
en que la vida es un fraude y mejor perderla que sufrirla, y otros
les contestaban que no, que sólo se vive una vez y hay que
aprovechar cada momento hasta que nos llegue el fin, pero no
provocándolo uno mismo.
Y resultó que empezaron
a enzarzarse en una pelea, unos contra otros, pero había unos
terceros, cobardes a más no poder, que filmaban todo ese caos.
Hasta que llegaron
ustedes y pudieron separar a los de la contienda, mientras los
cineastas de turno se largaban por pies. Y el resto ya lo sabe usted
señor guardia, que al bajar al presunto suicida de lo alto del
puente, se le cayó el móvil al agua, y por desgracia, porque la
vida es así, le dio en la cabeza a un marinero que pasaba por debajo
con su gabarra.
Sirva todo este asunto
para darnos cuenta que sí, que la vida es un fraude, pero hay que
luchar contra él con todas las fuerzas, igual que hacen los de
hacienda contra los ladrones y facinerosos que surgen de nuestras
autoridades.
Y cuidadín con el
Facebook, bueno, más con quien nos tratamos en él o nos ven, que un
programa a fin de cuentas es impersonal, y sólo refleja la forma en
que lo usemos.
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