Purgatorio - Gloria Losada



Recuerdo que cuando era pequeña mamá me llevaba todos los domingo a misa y desde el púlpito don José, el cura echaba su discurso semanal para tratar de llevar a sus fieles por el buen camino. Muchas veces hablaba del cielo, del infierno y del purgatorio. Desde el principio tuve claro lo del cielo y lo del infierno, pero lo del purgatorio fue un concepto que siempre se me escapó. Si eras bueno ibas a un lado, si eras malo ibas a otro.... y al del medio ¿quién iba? ¿los un poco buenos o los un poco malos? Tuvo que ocurrirme lo que me ocurrió para que las ideas se me aclararan. El caso es que un día me morí, o casi. Iba caminando por la calle tan tranquila y de pronto se me cayó en la cabeza un balcón que se desprendió en un edificio. Mala suerte. Yo tenía veinticinco años y un futuro maravilloso por delante que quedó aplastado por un montón de escombros.. Vi como me metían en la ambulancia, como llegaba al hospital, como los médicos se arremolinaban a mi alrededor y como me conectaban a unas cuantas máquinas para mantenerme con vida. Y todo desde una aséptica habitación blanca a la que no tengo ni idea de cómo fui a parar. Al principio creía que estaba soñando, pero cuando mis esfuerzos por despertar fueron en vano, me di cuenta de que estaba viviendo una extraña realidad. Me acerqué a la única puerta que había en la estancia y la intenté abrir, pero estaba cerrada con llave. Comencé a ponerme un poco nerviosa. Me asomé a la ventana y miré hacia fuera. Me sorprendió ver a mi abuela, muerta seis años atrás, sentada en un banco y discutiendo con... un ángel. ¿Qué coño estaba pasando? De pronto la puerta se abrió y entró otro ángel que se acercó a mi luciendo su angelical sonrisa, valga la redundancia. A aquellas alturas de la película ya me dejé llevar por los acontecimientos, no merecía la pena hacer cábalas sobre lo que estaba ocurriendo.

El ser divino me saludó y me llamó por mi nombre.

-Buenos días Celia. Vengo a explicarte tu misión.

¿Mi misión? ¿De qué leches estaba hablando aquel tarado? Mi mirada debió de ser bastante elocuente porque no tardó en darme explicaciones.

-¿Qué ocurre? No sabes dónde estas ni de qué va todo esto ¿verdad? Pues nada, te lo explico enseguida. Estás en el purgatorio.

-¿En el purgatorio? - pregunté alarmada, comprendiendo de pronto por qué había visto a mi abuela hacía un rato – Entonces estoy muerta.

-No, no, claro que no. Al purgatorio no viene uno cuando muere, viene cuando tiene que decidir si quiere morir o seguir viviendo. Ya sé que los curas os dicen que el purgatorio es el lugar donde se purgan los pecados y todo eso. Bah, chorradas. Aquí viene la gente que está entre Pinto y Valdemoro y que como no ha sido del todo buena en la vida tiene que pasar por una prueba. Esa prueba es la que le permitirá seguir en el mundo de los vivos o entrar en el de los muertos.

-¿Y tan mala he sido yo como para tener que hacer esa prueba? - pregunté, porque si bien es cierto que nunca he sido un dechado de virtudes, tampoco creía yo que hubiera hecho algo tan malo para tener que pasar por allí.

El ángel se me quedó mirando con cara de circunstancia. Estaba claro que sabía mi vida de principio a fin.

-A ver, guapa, piensa un poco, que la maldad que hiciste no la hiciste hace tanto tiempo, acababas de cumplir los veinte, tenías una amiga del alma, le quitaste el novio, la dejaste hecha una mierda.....¿recuerdas?

Sí, sí, claro que recordaba. Ciertamente el novio de mi amiga Carmencita siempre me había gustado pero nunca se me pasó por la cabeza ligármelo hasta una noche loca en la que bebí un poco de más y me lo tiré en mi coche, al lado de la playa, con las olas del mar como fondo, todo muy romántico. No lo hice con intención y en realidad no le quité el novio a Carmencita, solo echamos un polvo, lo malo es que ella no era muy activa sexualmente y él quedó enganchado de mí, tanto le gustó la noche loca. Por más que lo intenté no fui capaz de convencerle de que olvidara lo ocurrido y que siguiera con su novia, bien al contrario, lo que hizo fue cortar con ella con la excusa de que se había enamorado de mí. Mi amiga me montó un pollo de tres pares de narices, con razón; y yo se lo monté a su novio, total, que cada uno por su lado. Fin de la amistad, fin de noviazgo y por supuesto de mi ligue, del que yo no quería saber nada.

-Supongo que no te sentirás orgullosa de lo que hiciste – me dijo el ángel.

-Por supuesto que no – respondí – Y me he arrepentido de ello cientos de veces. Pero por lo visto no me ha servido de nada.

-Pues no, hija, de nada. Es que eso de que con el arrepentimiento ya se entra en el cielo es una patraña. No sería justo que los malos se arrepintieran en el último momento y recibieran el mismo trato que los que fueron buenos toda su vida. ¿No crees? Para eso está el purgatorio.

-Por cierto, antes he visto a mi abuela ¿Qué hace ella aquí? Lleva muerta unos cuantos años, volver a la vida sería imposible.

-Virtudes es una vieja testaruda. Eligió morir porque la verdad es que ya no le quedaba mucho tiempo de vida pero claro, la prueba tenía que pasarla, en espíritu, eso sí. Lo hizo muy bien. ¿Recuerdas cuando tu madre se salvó de morir en un accidente de avión? Fue tu abuela la que lo evitó. Hizo que se le olvidara en el hotel el pasaporte y que así perdiera el vuelo. Lo que pasa es que ahora no está de acuerdo con las reglas que hay para vivir en el cielo. Se empeña en que quiere una casa como la que tenía en vida, dormir en una cama, comer cosas ricas... y la vida en el cielo no es así. Lleva seis años discutiendo con su ángel y no hay manera de hacerla entrar en razón. Pero aquí no estamos para hablar de tu abuela, estamos para hablar de ti. Así que voy a ir al grano. En el caso de que elijas vivir tu misión es la siguiente: Tienes que matricularte en la Universidad y estudiar una carrera. Recuerda el disgusto que le diste a tus padres cuando dejaste los estudios. No fue una decisión nada inteligente dadas tus capacidades.

-¿Quéeeee? -pregunté horrorizada – No puede ser. Tengo un trabajo estable como cajera en un supermercado y me voy a casar en unos meses. No me gusta estudiar. Eso que me pides es horrible.

-¿Y qué te pensabas? ¿que iba a ser fácil? Tú eliges. Si no te apetece no lo hagas. Te mueres y ya está.

-¿Y qué pasará si te digo que lo haré, sigo viviendo y después no lo hago?

-¡Pero que lista te crees que eres, Celia! Si haces eso, cuando te mueras te irás al infierno de cabeza y te aseguro que no es un lugar muy agradable, sobre todo por la clase de gente con la que te vas a encontrar. Por ponerte un ejemplo, casi todos los políticos van a parar allí, se salvan muy pocos.

Salí del coma de forma milagrosa al cabo de unos días y asombré a toda la familia, novio incluido, con mi decisión de ir a la Universidad. Mis padres se mostraron encantados y consultaron a los médicos por si algo no funcionaba bien en mi cerebro. Ahora soy enfermera y cuando atiendo a alguien entre la vida y la muerte me pregunto si estará en el purgatorio decidiendo vivir o morir. No es un mal sitio, a veces hasta merece la pena pasar por allí.


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