Tenía
listo el vino
con el que la drogaría, uno fuerte de sabor afrutado para disimular
el sabor del Rohypnol, la tenía en el bote, sólo le hicieron falta
dos tardes para convencerla de merendar en el campo, solos y sin que
nadie supiera adónde iban. Tenía practica y nunca escapaban, se lo
tienen merecido por incautas.
Llegó
algo tarde pero sonriente, falda larga y blusa blanca, tardó en
decidir que ropa vestir, finalmente cogió la del día anterior, su
madre la había estado achuchando buena parte de la tarde por un
ataque de mimos hacia su hija pequeña.
Su
caminar coqueto e insinuante le altero el pulso, debía estar
tranquilo para perpetrar la violación, jamás sabrían quien había
sido ni el final de ella, las solía tirar a la cueva de los osos y
terminaban descuartizadas y comidas. Pero algo no iba bien, tras el
primer beso de saludo, su lívido cayó en picado, algo le alejaba de
ella, su cuerpo la rechazaba más su mente perpleja no encontraba el
sentido.
Horrorizado
le dio un empujón para arrojarla de su lado y montando en el coche
condujo apresuradamente escapando de aquel olor. Gardenia,
el perfume de su funesta madre y que aquella tipa llevaba encima.
Sus monstruos del pasado le hicieron soltar la presa, otra vez será,
se decía a sí mismo, pero a ésta nunca más.
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