¡Uy si Nadal supiera! - Marian Muñoz


                                           Resultado de imagen de hombre viendo television

De la serie "Relatos sobre una cuarentena"

 

  • ¡Hola que tal estas! Vaya lata esto del confinamiento ¿verdad?
A mí me va bien, estoy consiguiendo sacar aspectos positivos de tanta norma como ponen. Positivos, sí, por ejemplo me estoy enterando de si mis vecinos tienen más o menos de setenta años, como nos han puesto horario de paseo por edades, se puede cotillear mucho. Aunque claro siempre hay despistados, por no llamarlos otras cosa, que lo hacen a destiempo. Igualmente pasa con los niños, mira que dicen de una hora solamente y sin acercarse a otros, pues se ve quienes tienen padres responsables y quienes, como te diría, de los otros. También me he dado cuenta que la mayoría de mis conciudadanos tienen un gen defectuoso, no saben distinguir su derecha de su izquierda, y van por el lado contrario de la acera esquivando a los que cumplen las normas del ayuntamiento, circular por la acera derecha y por la derecha de la acera.
Como ves tenemos de sobra para criticar y entretenernos, pero lo mejor ha sido que después de tanto tiempo tengo a Toño en casa. Me voy temprano a trabajar y cuando vuelvo, Toño está en el salón. Hago la comida, comemos y Toño se va al salón. Recojo todo el cacharreo de la cocina y salgo a hacer la compra. Cuando vuelvo Toño sigue en el salón. Guardo la compra, plancho o pongo lavadoras, limpio si hay buena luz y Toño en el salón. Hago la cena, cenamos y Toño vuelve al salón. Oye es como estar viviendo sola pero con compañía.
Además tenemos un invitado de lujo, no sabes quién está casi todo el día en el televisor tan grande que compramos con la paga extra de navidad, pues Rafael Nadal, todo el tiempo viendo partidos de tenis, así que el otro día Toño se mosqueó un poco porque al llamar a cenar les llamé a los dos, está más tiempo con Rafael que conmigo.
Pero oye mano de santo, desde ese día no veas lo que ha cambiado, me senté con él un ratito en el sofá y me dio un beso en la mejilla, al día siguiente otro casto en la boca, al tercero ya fue uno de esos con lengua que ni recordaba ¡vaya subidón! Ni te cuento al cuarto día lo que hicimos, un poco tanteando, porque hacía tanto que nuestros cuerpos no entraban en contacto que no sabíamos por donde seguir. Tanto tiempo viviendo en la misma casa pero sin vernos ha sido un descalabro sexual. Nuestros horarios de trabajo no coincidían, cuando yo iba él venía, cuando yo descansaba él trabajaba, así que sólo nos veíamos en cumpleaños o celebraciones familiares, un desastre.
Pero oye, que lanzado se ha vuelto, todos los días hacemos triqui triqui, pero he tenido que espabilar, porque al principio era al irnos a dormir, con tanta agitación no conseguía pillar un sueño decente y al día siguiente a madrugar. Ahora llegan las seis de la tarde y preparo la cena, pongo mi vestido de verano con tirantes que transparenta y sin nada debajo, paseo por el salón colocando bien las revistas, estirando las cortinas o regando las plantas, y al verme tan sugerente ¡zas! Que se me anima mi Toño que no veas, así que estoy encantada con el encierro.
Salvo la otra noche que me dio un susto tremendo, estaba preparando la maniobra de siempre cuando me llamó mi hermano, mi cuñada se había caído y tenía el brazo en cabestrillo, intentaba poner la lavadora porque la ropa estaba llena de sangre y quería limpiarla pero no sabía cómo funcionaba, no le podía preguntar a ella porque le habían dado un tranquilizante. Me acerqué a su casa y efectivamente la pobre estaba como una marmota, le enseñé a programar el electrodoméstico y mientras lavaba nos pusimos a charlar de nuestras cosas, cuando acabó el programa le indiqué como tender estirado para no causar arrugas a las prendas y así fue que volví a casa bastante tarde. Entré de puntillas hasta la cocina, donde al pisar bien noté un chirrido de mi zapato izquierdo, me lo quité y vi incrustada una piedra en la suela, al coger un cuchillo para despegarla oigo hablar en voz alta a Toño. Me quito el otro zapato y acudo sin hacer ruido al dormitorio, donde estaba venga a gritar ¡Yo quiero mi test! ¡Yo quiero mi test!
Debido a la oscuridad no sé si estaba soñando o despierto, pero como le vi tan agitado, di la luz, estaba empapado en sudor con la cara congestionada. Me asusté mucho pero no podía ser el coronavirus porque lleva encerrado en casa dos meses, no ha salido ni al peluquero que tiene unas greñas de hippie como cuando le conocí con quince años. Tras calmarle le mandé ponerse un pijama de verano de algodón y más fresquito que el que tenía puesto de franela largo de invierno. Con el calor que está haciendo estos días de más de treinta grados no nos ha dado tiempo a cambiar de vestuario ni la cama y dormimos con dos mantas y el cobertor. Poco a poco se fue tranquilizando y tras refrescarle la cara se durmió con la cabeza en mi pecho. A la mañana siguiente estaba otra vez en el salón en compañía de Nadal, y por la noche cumplió.
¡Ay mi Toñin, no te preocupes que de ti me ocupo yo!








Licencia de Creative Commons

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario