Escapando de la soledad - Marga Pérez

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 Alfredo no estaba en su mejor momento. Clara, su mujer, hacía varios meses que había decidido que estaría mejor viviendo con una amiga que con el. Ya no quedaba nada que les uniera. Llevaban vidas separadas desde hacía años. Alfredo entonces no estaba preparado para asumirlo y Clara permaneció a su lado hasta que consideró que había tenido el tiempo necesario para poder volar solo. Llegado el momento se fue. Se mudó a un apartamento fantástico al otro lado del río. Organizó su vida de otra manera. Alfredo quedó solo en el minúsculo ático que habían comprado cuando se casaron... No tenían hijos, ni padres dependientes, ni deudas bancarias, ni proyectos, ni pasión, ni ilusión, ni amor... No tenían nada más en común que su propia soledad.


Alfredo no estaba en su mejor momento. Llevaba meses viviendo solo en el ático que habían comprado cuando se casaron. Cada habitación, cada mueble, cada cuadro le recordaban a ella. A menudo se veía en la tienda con Clara, comprándolos. Colocándolos . Colgándolos. El armario del dormitorio seguía exhalando su olor cuando lo abría. Veía su sombra detrás suyo cuando se asomaba al espejo, cuando se perdía en el paisaje infinito de tejados y antenas tras los cristales del salón…

La radio le acompañaba cada noche que no podía dormir . Había un programa que le gustaba en el que personas como él llamaban para contar cosas de sus vidas. Alfredo cada noche sentía la tentación de llamar y contar lo solo que estaba, pero no lo hacía. Hasta un día en que, mientras degustaba un buen vino, se viene arriba y decide hacerlo.

- Buenas noches, ¿con quien hablamos? - La voz del presentador en su oído a través del móvil, le hace titubear.

- Soy Alfredo y… llamo por… porque no estoy en mi mejor momento.

-Hola Alfredo ¿qué es lo que te pasa?

- Mi mujer se ha ido... bueno, nos hemos separado… me siento solo. La casa que compartíamos me lo recuerda a diario… no sé cómo salir de esta situación.

- ¿Realmente quieres salir? ¿Qué estás dispuesto a hacer?…

Alfredo no supo contestar .

Esta pregunta se la repetía cada noche mientras escuchaba el programa . Mientras oía a otros oyentes que si estaban haciendo algo.

No había pasado una semana de su incursión en la radio cuando Alfredo recibe la llamada de una mujer, Carla. Lo había oído en el programa . Consiguió allí su número. Ella también estaba sola. Pensaba que podían hacerse amigos. Hablar cada vez que lo necesitasen. Llenar su soledad con la soledad del otro. Dejar de ser los infelices diagnosticados en los que se habían convertido... Enseguida congeniaron.

Carla, antes de que Alfredo se despidiera para ir al trabajo, le dice que pueden ser amigos pero con una condición: nunca se conocerán en persona. Tendrán una amistad telefónica, nada más.

Alfredo no está en su mejor momento y sin pensarlo dos veces, acepta esa relación tan original.

Al principio era ella la que más llamaba. Era amena, atenta, graciosa, dicharachera. Parecía incluso que intuía el momento exacto en el que Alfredo más la necesitaba. Siempre estaba ahí para él. Dispuesta a escuchar , a reir, a hablar, a aconsejar… incluso a cantar. Sabía todas las canciones que a el le gustaban. Carla era una mujer maravillosa. Alfredo se habituó a llamarla, con timidez al principio, y a todas horas a los pocos días. Las parrafadas nocturnas tumbado sobre la cama cada vez eran más largas.

Una noche Carla le sugiere que llene la bañera . Que haga mucha espuma . Que se zambulla a disfrutar como un niño. Que tenga una copa de vino a mano. Que la llame y charlen. Ella hará lo mismo en su casa... Fue el principio de muchas charlas pasadas por agua que pasaron enseguida a otros terrenos más íntimos.

Alfredo siente entonces que se está enamorando y desea con todas sus fuerzas conocerla . Traspasar la línea que le impuso. Verla. Tocarla. Hacerle el amor.

Carla le amenazó con no volver a hablar con el. Con salir de su vida. Con devolverle a la soledad…

Alfredo está dispuesto a cualquier cosa con tal de no perderla. No está en su mejor momento y se lo dice entre agua, espuma , alcohol y pasión desbocada a dúo. Nunca tuvo mejor sexo que en su bañera imaginándose a Carla desnuda sobre el susurrándole éso que tanto necesitaba oir para excitarse. Sentía que estaba con él. Que hacían juntos el amor. Que llegaban juntos al orgasmo… Era la mujer perfecta para él pero tenía todos los visos de ser un amor imposible.

Alfredo empezó a quejarse. A sentirse desgraciado. Presionaba a Carla cada día tratando de convencerla para que se viesen. Más de una vez le colgó el teléfono desesperado. Pasaba un par de días sin hablar con ella pero volvía dispuesto a aceptar lo que fuera.

Un día se presentó en su casa un caballero que quería contarle algo de Carla. Intrigado le hace pasar. Le dice que Carla es una mujer virtual. Una mujer programada para ser la pareja ideal de cualquier hombre. Para satisfacer todas las necesidades que el pudiera tener…

Alfredo se siente morir, no quiere creerlo. Necesita pruebas. Tiempo para asumirlo. Fuerzas para no derrumbarse, para recomponerse.

-¿A qué ha venido? - Le dice por fin

- A proponerle un contrato. Usted ya conoce el servicio. Y por lo que yo sé, está satisfecho con él.

-¿Un contrato de qué? Alfredo no acababa de caer del guindo

- Somos una empresa que ofrecemos soluciones a las necesidades de nuestros clientes. Usted tiene un problema de soledad y nosotros le ofrecemos una solución rápida, 100% efectiva, discreta , asequible, definitiva...

¿Qué me dice? …

Alfredo está aturdido. No entiende cómo pudo meterse en este laberinto... Desconocía la existencia de estas empresas... Se siente como si lo hubieran pillado con la muñeca hinchable... Quiere intuir que no es algo muy normal...

-A Carla le dijo que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de no perderla … ¿No es así? -Dice persuasivo el comercial poniendo ante el un documento- No hay prisa pero...

- ¿Dónde tengo que firmar? - dijo por fin Alfredo, que sin estar en su mejor momento quiere salir de su soledad. Sabe que la felicidad está en sus manos.


 

 

 

 

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