Estridencias - Marga Pérez


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Nuevamente el estrépito despierta a Serena. En quince días que lleva en este piso es la cuarta o la quinta vez. Sobre su cabeza otro pandemonio resuena destemplado en mitad de la noche. ¡¡Menuda bronca!!. Serena enciende la luz para dar realidad a la algarabía que la ha despertado, en otras ocasiones no lo había hecho y por la mañana dudaba si semejante alboroto pertenecía o no al mundo de sus ensoñaciones. Ya con la luz encendida y totalmente despierta distingue los taponazos. Cree que golpean una puerta a patadas, manotazos...quizá lanzando contra ella objetos contundentes...Todo es posible en medio de ese escándalo. El chillido estruendoso de una mujer histérica añade al jaleo tintes agudos de maltrato de género. Serena saltó del lecho dispuesta a llamar al 091…

-Vengan rápido, por favor, la va a matar…

-… … …

-Si, no es la primera vez que hay follón.

-… … …

-No, no los conozco, no hace mucho que vivo en este piso… En este momento el griterío es insoportable. Vengan pronto, miedo me da…


Esperando a que llegue la policía, Serena se echa una chaqueta sobre el pijama y sale a la escalera dispuesta a seguir el fragor del altercado desde más cerca. Tras la puerta de sus vecinos piensa que si subiese de tono la pelea, podría intervenir. Está convencida de que si tocase al timbre se apaciguaría tanta agresividad y cesaría la bulla.

De puntillas sube a oscuras el tramo de escalera que la separa del bullicio. Se para frente a la puerta… acerca el oído y escucha con atención. No es capaz de distinguir los ruidos que, de forma más calmada, llegan hasta ella. Son chirridos...chasquidos..¿zumbidos? Quizá crujidos son los que quedan después del barullo que la sacara del sueño. Pero no sabe cuales son las actividades que los producen. Son metálicos, secos, sordos, ásperos, repetitivos… Estaba en éstas cuando oye otros ruidos de carreras por la escalera. Ve también que han llamado al ascensor, así que se retira a su domicilio para dejar actuar a la policía.

Acurrucada tras la puerta entreabierta, Serena pone sus cinco sentidos en lo que está ocurriendo en el piso de la barahúnda. Oye el timbre y a los policías jadeantes hablando entre ellos. Abren la puerta y, aunque oye que hablan con un hombre, no es capaz de entender la conversación. Enseguida se oye también una voz femenina… ¿Son risas lo que Serena percibe?….

El ruido al cerrarse la puerta retumba en la escalera y en los oídos de Serena. Instintivamente cierra la suya y apaga la luz. No ha pasado ni un minuto cuando tocan en su casa. Dos policías nacionales tratan de tranquilizarla. Según ellos todo está bien. Sus vecinos aseguran que no volverán a despertarla. Se van dejándola entre interrogantes que no están dispuestos a despejar.

Serena se vuelve a acostar sin entender nada. Coger el sueño es misión imposible y por muchas vueltas que le da al tema tratando de entender qué es lo que ha pasado, nunca sabrá que sus vecinos recibieron a la policía semi vestidos con cuero negro, con látigo, con antifaz, con esposas… Nunca sabrá que lo que la había despertado, ni había sido una bronca, ni una discusión, ni violencia de género, ni maltrato… sólo habían sido estridencias de enamorados con gustos más bien“raritos”.

Al día siguiente Serena recibe una caja de bombones y un CD de un grupo de música Heavy . La tarjeta decía: “Si nos vuelve a oír no llame a la policía, le aconsejo esta música, seguro que dejará de oírnos. Y si no le gusta, cambie de piso”

Serena tira los bombones a la basura y llama a la dueña para avisar de que en quince días dejará libre el piso. Ahora entiende que fuera tan barato.

 

 

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