Sin palabras - Marga Pérez

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Sin palabras quedé cuando me llamaste para decírmelo. Estabais tan ilusionados, eráis tan felices juntos… con ella volvía a ver aquel brillo en tus ojos que lo iluminaba todo cuando mamá cantaba aquellos boleros que tanto te gustaban. Tu le hacías la segunda voz enganchado en su mirada. Ella mantenía el tempo con sus ojos y tu la acompañabas arrobado. La seguías con el mismo entusiasmo con que seguías todas sus iniciativas. !Qué vital era¡ Le gustaba todo y disfrutaba con con todo lo que hacía. Era el alma de cualquier reunión : le gustaba estar rodeada de gente, charlar, participar de las iniciativas de otros… Contaba contigo en aquello que a ti te gustaba. ¡Qué bien te conocía!Tu siempre fuiste más tranquilo, como yo, pero os entendíais tan bien, disfrutabais tanto juntos...

Fuisteis un matrimonio modelo, en lo bueno y en lo malo, porque cuando ella enfermó tu fuiste el mejor de los compañeros...No me extrañó que no quisieras conocer a ninguna mujer a pesar de hacer más de tres años de su muerte. Pepi me pareció que podía ser una buena compañera para ti. La conocía de verla en la Iglesia y sabía por una vecina que la conocía que era soltera. Aún eras joven y tenías tanta vitalidad… No sabes todo lo que tuve que hacer para que la conocieses. Sabía que si conseguía que accedierais a comer juntos funcionaría. Necesitaba que funcionase y que volvieses a ser feliz. Todo debía volver a su sitio. Y accedisteis.

Pepi era una buena mujer y se os veía bien. No era como con mamá pero tenías una vida segura, estable, en compañía… De la noche a la mañana decidió que tenía que irse al otro lado del mundo a ocuparse de una hermana de la que nunca había dicho nada… Fue un palo después de estar juntos dos años. Es verdad que nunca hablasteis de boda, que os estabais conociendo... pero quedé perpleja. Los dos sabíamos que Pepi se iba para no volver y te animé a acompañarla. Debías de tener muy claro dónde estaba tu sitio porque ella se fue y tu te quedaste en tu casa... Y no volví a saber nada más.

Aunque ya andabas por los sesenta seguías estando muy bien y apareció Teresa y todo lo cambió. Desde mamá no te había visto tan ilusionado. Tus ojos volvían a brillar cuando la mirabas. Volvías a cantar a dúo a pesar de no ser el buen oído una de sus cualidades. No te importaba. Eras feliz a su lado y se veía. Enseguida hablaste de proyectos en común, de boda, de arreglos de casa, de cambios… Vivisteis juntos y felices desde el primer momento. Eráis la pareja ideal. La envidia de todos. Yo también te envidiaba. Después de la muerte de mamá creía que sería imposible encontrar a otra igual.

Nunca te lo dije pero cuando dejé a Jaime fue porque no podía conformarme. Os veía a vosotros tan ilusionados… Yo también quería ese brillo en los ojos de mi pareja y en Jaime sólo brillaba el reloj. La verdad es que no sé qué me animó a salir con el…

Cuando me llamaste para decirme que Teresa quería el divorcio me quedé sin saber qué decir. Me dijiste que había recogido sus cosas que se había ido...sin explicaciones sin dar oportunidades sin enfados. Sólo hacía unos meses que os casarais. Que aún comíamos de la tarta de la boda era tan real…

Que ceremonia tan bonita, que guapa estaba y que felices se os veía. El vals fue la puntilla. Lloré viendo cómo la mirabas, cómo tocabas el cielo a su lado sólo pendiente de ella, de sus ojos, de su sonrisa, de su cuerpo. Cómo volvías a sentir lo que sintieras por mamá... Sabía que tenía que ser así pero me emocioné hasta el dolor viéndote bailar con ella.

Ahora estoy sin palabras de ánimo. Tampoco me quedan de consuelo ni de comprensión… Algo se me escapa papá. Tu la quieres. Ella también a ti… No entiendo nada. ¿Será que el amor no es suficiente?

Cada día siento que eso de tener pareja se aleja de mis sueños. Me gustaría tener lo que mamá y tu tuvisteis pero siento que es complicado…

-Papá, la comida está en la mesa

-Voy

En silencio dan buena cuenta de lo guisado por Juana, a prisa y corriendo, antes de ir al trabajo.

Desde que su padre la llamase para decirle que Teresa se había ido, no hablaban de nada. En sus cabezas bullían palabras, ideas, sentimientos, dudas, recuerdos, miedos, interrogantes… también exclamaciones que no encontraban la salida. No sabían dónde estaba el problema. Las palabras no fluían entre ellos, eran así, taciturnos. Desde pequeña se veía que Juana había salido a su padre. Fue una pena que su madre los dejase solos, que se llevase con ella la llave de la comunicación cuando más la necesitaban.


 

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