Solo
puedo encogerme de hombros y esperar a que oscurezca para cumplir mi
misión. Me da igual uno que otro: yo solo recibo órdenes, vigilo,
disparo y cobro, cuando acierto, claro. Si no, entro en un dique seco
que me crispa los nervios. Mientras tanto, miro la tele, con mi arma
descargada en el regazo, cual fría mascota. Y de vez en cuando echo
un ojo al reloj. ¿Por qué tardarán tanto en moverse las manecillas
cuando tienes un encargo importante entre manos?
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