Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Somos su mejor compañía, la más fiel, de la que no recibe malas palabras ni codazos. Al llegar a casa, suelta la mochila del colegio, come pausadamente, se lava las manos, torponas y gordezuelas, tal como le enseñaron desde pequeñita sus padres. Y nos coge una a una y nos peina, mientras canta una canción que solo ella conoce. Mañana será su decimooctavo cumpleaños.
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