Hola, aquí estoy otra vez tratando de entenderlo, sigo tan mal… Aquello fue tan impactante… Todo lo trastocó y la verdad, no entiendo por qué, fue un fin de semana perfecto, como todos. Nos gustaba salir, sienta bien, o eso pensaba.
Daban muy mal tiempo pero nos acompañó el sol a todos lados. Comimos a lo grande, descansamos, hicimos varios circuitos en el spa y dormimos a pierna suelta en una cama inmensa y comodísima en la que pudimos evadirnos. El último día, con calma, nos dispusimos a coger el coche para volver a casa. Ella no tenía prisa. Me dijo que le apenaba dejar las montañas soleadas y, sobre todo, la paz que transmitían para tener que dirigirnos a la borrasca que azotaba la costa, eso fue lo que me dijo, y… ¡menuda borrasca! No nos imaginábamos con lo que nos íbamos a encontrar pero teníamos que ponernos en ruta, no había otra.
Ella fue muy ilusionada, me imagino que por el spa, pero para mí, si no hubiésemos ido no habría pasado nada, la verdad. Fue un viaje tranquilo… muy tranquilo, los dos solos, a descansar y a encontrarnos bien… como siempre nos encontrábamos, claro. No perseguíamos ninguna emoción fuera de lo habitual y mucho menos compartir con alguien ningún aspaviento, como hacen otros cuando salen de casa. No va con nosotros. No somos de emociones fuertes ni de sobresaltos, tampoco de compartir chorradas…No, no, será por la edad… Igual llevábamos una vida demasiado tranquila y pasó lo que pasó para… para… no sé para qué, la verdad, estábamos tan bien…
A pocos kilómetros de salir, el sol desapareció y los nubarrones en el horizonte señalaban con precisión dónde se localizaba la tormenta. Enseguida empezó a llover y el viento agitó con furia coche y árboles. Ramas, hojas… muchas ramas, muchas, volaban, cruzaban la carretera. Ella tenía miedo, nunca habíamos viajado con una tormenta así y nos detuvimos en un pueblo a guarecernos. Tomamos café, esperamos a que pasase…pero no mejoraba. Allí yo no sabía que lo malo, pero malo de verdad, aún no había llegado.
Volvimos despacio sorteando obstáculos que se desplazaban con las fuertes rachas de viento. Por fin en casa. Habíamos llegado. Todo lo habíamos superado con pies de plomo... Entrar en la vivienda después de unos días fuera es tan agradable… el calor nos dio la bienvenida nada más abrir la puerta y, sin decírselo, agradecí que hubiera dejado programada la calefacción y ordenado el piso. Da gusto encontrarlo así, huele a hogar. Ese olor tiene el poder de estimular mis intestinos y me lleva al baño nada más soltar la maleta. Es rito conocido. Ella, mientras tanto, recorre las habitaciones, no sé muy bien para qué, la verdad, siempre lo hace, seguro que le da tranquilidad comprobar que nadie ha entrado en nuestra ausencia, y en éstas fue cuando empezaron los gritos… Creí que le daba algo. Salí como pude, estaba asustadísima. Al entrar en el dormitorio vio a una mujer en nuestra cama, no se movía, y eso que chilló. Juntos nos acercamos, con cuidado, sin tocar nada, claro. Era una mujer desconocida, al menos yo no la había visto nunca, ella me dijo que tampoco y, no había duda de que estaba muerta. La cara la delataba, estaba palidísima, encerada, inexpresiva. Los ojos abiertos sin vida. Yacía boca arriba, con el embozo estirado cubriéndole el pecho y un pijama rosa que yo nunca había visto, aunque a ella le recordó a uno que había usado cuando era joven. Los brazos reposaban por encima de las sábanas. Las manos eran finas y de dedos largos, rígidos, como de estatua de virgen yacente, sólo faltaba el rosario entre ellos…No los toqué pero sabía que si lo hiciese estarían fríos y duros. Fue lo que más me sorprendió de aquella mujer. No puedo decir más… ¿era joven?…no lo sé, tampoco si era morena, rubia, guapa o fea… Era una mujer muerta y estaba en nuestra cama ¡Inaudito! ¿Qué coño hacía allí? ¡Cómo chillaba ella, Dios!
La policía se ocupó de todo.
Nosotros declaramos… separados, juntos, con abogados, con psicólogos.
No sé por qué pero no pudimos seguir durmiendo en aquella cama, y menos, seguir viviendo en aquella casa.
No podemos seguir juntos, me dijo, en ninguna otra cama ni en ninguna otra casa…
¿Por qué? … No entiendo nada.
Hace tiempo que tampoco sé nada de ella.
¡Estábamos tan bien…! ¿Qué pasó?
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